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Niños malos y niños bobos

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María Sánchez

HAY LIBROS QUE en el momento de su publicación rompen con las convenciones sociales y los valores de lo "políticamente correcto" de la época. Libros que conllevan la aparición de detractores y fervientes seguidores. Sin embargo, cuando esas obras, al reeditarse siglo y medio más tarde siguen teniendo la misma actualidad de argumentos, entonces lo que queda es preguntarse si algo ha cambiado en los últimos 150 años. Una reflexión que siempre se hace si el asunto atañe a "temas importantes", es decir, aquellos que tratan de "personas importantes", también llamados adultos. Adultos que leyeron hace muchos años cuentos con moraleja y que andan aún buscando la frase pedagógica que le dé una utilidad a lo leído. Porque, en la literatura para niños lo malo debe ser castigado, y además es feo; mientras el bueno, siempre rubio, protagonista, consigue el cariño de todos con su valentía y buen hacer.

Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo probablemente decepcionará a aquellos que sigan creyendo en esa dicotomía. Este libro aúna dos cuentos de Mark Twain que ahora reedita el Fondo de Cultura Económica dentro de su colección de "Clásicos". Son dos historias que se desarrollan de forma paralela tanto en su estructura y en el relato, como en el diseño de la obra.

BUENOS Y MALOS. El niñito bueno de Twain se llama Jacob y su máxima aspiración es aparecer en los libros de la Escuela Dominical -organización dedicada a la instrucción religiosa de los niños en las congregaciones evangélicas-. Pero todo le sale siempre mal y sus intentos de ayudar al prójimo terminan con golpes y malentendidos. Tan extrema y absurda es su bondad que el mismo narrador duda de la cordura del niño: "Las extrañas costumbres del tal Jacob sobrepasaban todo límite. No jugaba a las canicas los domingos, ni robaba nidos de pájaros, ni le daba monedas calientes a los monos de los organilleros; en fin, no parecía interesarse en ningún tipo de pasatiempo sensato. Los demás niños se esforzaban por entenderlo pero nunca lo lograron. Como dije antes, a lo más que llegaron fue a concluir que estaba medio tocado".

Jim es el niño malo que en lugar de ángel tiene un "diablito de la guarda". Roba manzanas, le pega a su hermana y miente a su madre. Todo apunta a que Jim fracasará o morirá en una de sus travesuras, pero la ilustración final muestra a un Jim gordo de unos 50 años portada de la publicación Éxito como destacado empresario del año. Bajo su malvada sonrisa reza un titular: "Mi secreto es la honestidad".

Sin embargo, el final de Jacob es acabar despedazado por una explosión. Una manera absolutamente incorrecta de morir para los libros de moralidad cristiana.

LA IMPORTANCIA DEL DIBUJO. Estas dos historias fueron publicadas por separado en dos revistas diferentes: "Historia de un niñito malo" apareció bajo el título "The Story of the Bad Little Boy That Led a Charmed Life" ("La historia de un niñito malo que llevaba una vida encantadora") en la revista Californian en 1865; mientras que en 1870, la revista Galaxy publicó "The Story of the Good Little Boy Who Did Not Prosper" ("La historia de un niñito bueno que no prosperó"). Cinco años más tarde aparece la primera recopilación de las dos historias en un solo volumen. Originalmente contaba con ilustraciones de True Williams, el mismo dibujante encargado de ilustrar Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn.

En esta reedición lo visual se convierte en uno de los elementos que traspasan la función de ilustrar el relato para aportarle nueva información y toques de humor adicional. Ricardo Peláez es el artista mexicano autor de los dibujos de Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo.

El dibujo tiene un lugar predominante ocupando por completo la página par e impar, alternadamente, a lo largo de todo el libro. Además, en la página reservada para el texto también se incluyen pequeñas escenas o el elemento principal de la acción narrada. Por ejemplo, una manzana en el caso del episodio del robo de las manzanas o el perro cojo y hambriento al que Jacob trata de curar.

Cartier-Bresson llama "instante decisivo" al momento en que se equilibran la composición y el significado, una imagen que resume lo que pasó y hacia dónde va la acción. Es la misma tensión que Peláez busca con sus ilustraciones. Uno de los niños malos de la historia aparece cayendo del árbol mientras su sombra se proyecta sobre Jacob. Es evidente, caerá sobre el niño bueno como la manzana ya cayó sobre el angelito.

El ángel es un alter ego de Jacob que, con la misma cara de niño bobo, comparte con él las desgracias que le acontecen. A diferencia de éste, el niño malo cuenta con uno o varios diablillos como compañeros de aventuras. Estos no son el reflejo de lo que es el protagonista, sino de lo que será de mayor; como muestra la imagen del Jim adulto, cuando la similitud física se hace patente.

LITERATURA MORALISTA. Mark Twain utilizó para Historia de un niñito bueno. Historia de un niñito malo los parámetros marcados por los cuentos moralistas anteriores. Marcela Carranza, maestra argentina y autora del artículo "Un libro poco edificante", defiende que "ese tipo de literatura surgió por parte de los pedagogos, y en particular de los religiosos, como un modo de contrarrestar la mala influencia de la literatura de cordel en los niños con menores recursos".

Además de una crítica a los límites de acero impuestos a la literatura infantil, Mark Twain pretendía desacralizar la maldad, con el humor negro como arma del crimen. En definitiva, "pecar es humano". Una máxima que implica la aceptación de los errores y acciones no del todo éticas como una característica inseparable del ser humano, desde sus primeros años de vida.

HISTORIA DE UN NIÑITO BUENO. HISTORIA DE UN NIÑITO MALO, de Mark Twain con ilustraciones de Ricardo Peláez. Colección "Clásicos" del Fondo de Cultura Económica, 2010. México D.F., 42 págs. Distribuye Gussi.

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