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El prócer invisible

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María Sánchez

CUALQUIER extranjero que visite Uruguay sabe, a la perfección, cual es la cara que "tenía" Artigas. Quizás no le quede muy claro quién era o qué hizo exactamente, pero no dudará en señalar la superpoblación de imágenes del prócer que inundan las calles de Montevideo. Imágenes con más o menos atrevimiento creativo pero que, sin remedio, se parecen entre sí por tener casi un único referente: la obra de Blanes.

Como los objetos cotidianos, las estatuas, bustos y láminas de Artigas se vuelven invisibles en el paisaje urbano. Cuando se produce una alteración o una transgresión de la imagen es cuando esta cobra vida, y su presencia se nota. Ocurre con intervenciones que van desde la versión graffiti de la obra de Blanes, hasta el robo de los bustos.

El Padre Nuestro Artigas es un libro de 40 fotografías, realizadas por Martín Atme y comentadas por el semiólogo Fernando Andacht, que saca al prócer de la mimesis con su entorno habitual. Como los ready mades de Duchamp, el ojo uruguayo necesita poner el orinal -con el stencil de Artigas en él- en el museo para reflexionar sobre la relevancia de la imagen del héroe como elemento constructor de una identidad. Ser uruguayo, y no oriental, 200 años después.

Si estas obras plásticas son una actualización icónica por parte de los nuevos creadores callejeros o un simple atrevimiento vandálico, eso depende del juicio del lector. Para Fernando Andacht, semiólogo y coautor de este libro, es un acto de re-apropiación. Entendiendo el arte como "el medio para desanestesiar la vida, la rutina". Andacht acuña para ellas el término "artiguema" como "unidad de sentido que permite acotar un pasado de gloria y unidad de culto básica válida en todo el territorio".

El tratamiento divino de Artigas se extiende a lo largo de todo el libro, desde el título hasta el tono de alabanza y orgullo patrio del propio Andacht. Según el semiólogo, el prócer ha sido erigido como "dios único de este laico país".

Las fotografías de Atme aparecen a lo largo de la primera parte del libro sin más aportación escrita que el número de página. No es hasta el final, en el análisis de Andacht, donde se descubre que el orden de las instantáneas responde a su agrupación en dípticos enfrentados y que además estos cuentan con un título. Aunque es interesante que el lector indague por sí mismo en la fotografía, la introducción del título de cada par de imágenes facilitaría la interpretación del conjunto.

Sin embargo, parece un acto paralelo al afán de invisibilidad que dice perseguir el fotógrafo. Según explicaba Atme durante la presentación del libro, el método empleado es la fotografía directa, sin retoque ni alteración. Frontal o desde ángulos naturales -siempre a la altura del paseante- que no pretenden modificar o interpretar la realidad, sino recortar el campo de visión y centrar la atención en la imagen de Artigas. Falta el sello del fotógrafo pero también falta la gente.

Un extranjero captaría de inmediato esta saturación icónica. Un uruguayo no; este es un libro que le habla de imágenes que no ve, a pesar de su cotidianeidad.

EL PADRE NUESTRO ARTIGAS, de Martín Atme y Fernando Andacht. Estuario, 2011. Montevideo, 63 págs. Distribuye Gussi.

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