Publicidad

El hombre que sabía demasiado

Compartir esta noticia
 20120301 719x600

NO ESTÁ CLARO si la estrella es el fotógrafo o sus modelos, todos mitos de la cultura popular de los últimos cincuenta años. Bob Gruen (Nueva York, 1945) está en sala principal del Centro Cultural Borges, en la inauguración de su muestra de fotografías Rock Seen -un álbum de fotos descomunal de la época dorada del rock que en 2012 pondrá proa en Montevideo- y los flashes lo vuelven una pared de luz.

Hay equipos de televisión, periodistas y curiosos que se mueven como una turba de foto en foto mientras el bueno de Bob cuenta las historias por detrás. Gruen ha estado en la trinchera del rock de fines de los sesenta y ha visto con sus ojos y su cámara como pasó de banda de sonido de la contracultura a gran espectáculo y de vuelta a agitación con el punk: David Bowie, Freddie Mercury, Iggy Pop, Deborah Harry, Mick Jagger y Keith Richards, los Ramones, The Clash.

Y John Lennon. Gruen ha visto, sobre todo, a ese hombre asesinado por un imbécil en su tránsito por los Estados Unidos desde la insegura etapa post-beatle al amanecer de los 80, cuando el sueño realmente se terminó.

Y está aquí para contarlo.

UN TIPO INTELIGENTE.

-Cuando lo conocí, Lennon era un alcohólico. Bebía demasiado. Toda su vida giraba en torno a eso. Fiestas. Bebida. Una noche entera en el estudio bebiendo, después salir a comer sólo para poder seguir bebiendo. Tomábamos mucho tequila entonces. Él decía que esas grabaciones eran las "tequila sessions". Me refiero a la época de los discos de Elephant`s Memory y un par de discos de Yoko. Luego sucedía que a los críticos les interesaba que Lennon hiciera música de Los Beatles y él hacía rock político en ese momento con Plastic Ono Band: "Power to the people", "Woman is the Nigger of the World" y eso… Y los críticos querían escuchar "All My Loving", quién sabe… Y no les gustaba Yoko, que tenía una parte importante del show por entonces. El problema es que John era muy sensible, acaso demasiado, a las críticas. Se deprimía y en ese momento tenía al FBI detrás que quería deportarlo. Lo que la gente no sabía entonces es que en ese momento había un juicio pendiente entre Allan Klein y Los Beatles y el dinero estaba en mano de los abogados hasta que se decidiera qué porcentaje era para Allan y cuál para el grupo.

-De lo que deduzco que Lennon estaba lejos de ser un millonario por entonces…

-Nada parecido a eso. Imagine que la compañía le había dado un adelanto de diez mil dólares. Eso no era nada para un ex beatle que podía gastárselo en una fiesta. Cuando se instaló en Los Angeles vivía con un presupuesto muy bajo, alquilaba un auto viejo, no había ninguna limusina esperándolo. Fueron días realmente duros para Lennon. Estaba muy deprimido y bebía mucho, demasiado. Yo no lo acompañé a Los Angeles y ésa es una de las razones por la cual puedo estar hablando ahora. Fueron sus días con Keith Moon, Alice Cooper, Harry Nilsson y un montón de drogas y alcohol. Me preguntaba qué sería de él…

-¿Cuándo se reencontraron?

-Volvió a Nueva York en el verano del 74. Cuando nos encontramos me pidió que lo fuera a ver al estudio y ahí fue que hicimos la famosa foto con la remera de Nueva York, que era mía. En Los Angeles hubo una noche en que lo sacaron de los pelos de un night club; salió al otro día en los diarios. Verse en esa foto no le gustó nada y fue como un despertador para él. Cuando vio los diarios de Los Angeles a la mañana siguiente pensó: "Qué mierda… Éste no soy yo". Cuando volvió a Nueva York había dejado de beber y se rodeó de un núcleo básico de gente. A diferencia de lo que venía haciendo: cuarenta personas en el estudio, todas totalmente locas, siguiendo a Phil Spector. En Nueva York terminó el disco Walls & Bridges solo con Jim Keltner, Klaus Voorman y Nicky Hopkins, un entorno mucho más saludable… Y en diciembre de ese año volvieron a vivir juntos con Yoko. Volví a verlo en marzo y estaba limpio y saludable; se veía impecable. Hicimos unas fotos muy lindas también. Entonces fue que contó que Yoko estaba embarazada.

Cuando Sean nació, en octubre, John era un hombre nuevo. No sólo porque había dejado el alcohol por completo y no tomaba drogas, sino porque había cambiado hasta su alimentación. Un día se enfermó, tuvo una fiebre de dos días, con vómitos y demás. Por cuarenta días sólo tomó jugo de frutas y vegetales. Fui a visitarlo en medio de esa dieta extrema y era como verlo volar en ácido: estaba tan limpio, con una lucidez increíble. Lo disfrutaba. John era un tipo muy inteligente. En todos esos días que no comió nada sólido, lo único que hacía era pensar en la comida. Canalizó ese deseo atiborrándose de libros de cocina y nutrición. Tenía fantasías sobre cuál sería el almuerzo más fantástico que podría ingerir. En ese lapso aprendió todo sobre la comida macrobiótica. La macrobiótica es un mal nombre para una dieta fantástica. Suena a un experimento de ciencia ficción pero no lo es. John tenía una caja de libros de macrobiótica y se los regalaba a todos sus amigos. Yo tengo uno. No le presté atención hasta algunos años después de su muerte y me ha sido muy útil para balancear mi alimentación.

LO IRREPARABLE.

-¿Cómo prosiguió la relación entre 1975 y el momento en que lo mataron?

-Cada vez estaba mejor de ánimo, pasaba mucho tiempo en su casa cuidando a Sean. Eso es algo que tomó muy en serio, disfutando de cada minuto con su hijo. Un día me contó que había organizado un viaje en yate a las Bermudas y que sobrevino una tormenta. Decía que el barco se movía para todos lados y que la tripulación comenzó a sentirse realmente mal mientras que él, que seguía con su dieta de vegetales y arroz, permanecía sano. Nadie estaba en condiciones de manejar esa embarcación excepto John, que era el que los había contratado. Le dieron un piloto amarillo y le indicaron como tenía que hacerlo. Me decía que pensaba cantar canciones de marinos para mantener alta la moral pero sólo sabía las suyas. La sola idea de verlo en el timón cantando "Yellow Submarine" o "I Want to Hold Your Hand"… Fantástico.

Hacia 1980, si lee detenidamente las entrevistas que le hicieron entonces, verá que son las mejores que dio en su vida. En Playboy, en NBC… Era franco, con mucho sentido común y agradecía la oportunidad de haber podido aprender la alegría de vivir con una familia.

-¿Cuál fue la última foto que le sacó?

-Fue en el cruce peatonal de la calle 44. John y Yoko… Dos días antes de que lo mataran.

-¡Dos días!

-Sí, el 6 de diciembre.

-¿Cómo recuerda el momento en que supo que lo habían matado?

-Muy mal. Estaba revelando las fotos que le había sacado dos días antes. Se suponía que tenía que llevárselas al estudio ese mismo día. Estaba todavía en el cuarto oscuro, en el proceso de revelado, cuando el portero llamó para decirme que había escuchado en la radio que John Lennon había muerto.

(Gruen baja considerablemente la cadencia y el volumen de la voz).

Escuché que le habían disparado y, quizás negando la posibilidad, me conformé pensando que estaría herido y saldría adelante. Pero a los pocos minutos otro amigo llamó para decirme que John había muerto y no había vuelta atrás. Fueron las palabras más irreparables que escuché en mi vida. Todo lo que hacía era dar vueltas por el laboratorio pensando: "¿Cómo se arregla esto?" Por supuesto, no había nada que hacer. Era para siempre, muy duro…

-¿Mantiene contacto con Yoko?

-Sí, es una de las personas más sofisticadas que he conocido en mi vida. Cuando la gente me pregunta cómo es Yoko, les digo: es la clase de mujer que John eligió para casarse.

DOS GRANDES ARTISTAS.

-Usted dijo que los Rolling Stones eran la representación exacta del rock&roll. ¿Por qué?

-Porque prácticamente la inventaron. Si usted quiere tener un aire de rock&roll tiene que parecerse a los Stones. Está todo en sus caras, el corte de pelo, la actitud… Sobre todo la actitud. Tomemos a Keith Richards. Es imposible hacer una foto mala con él. Cuando está bien, sale realmente bien en las fotos. Y cuando no se siente bien, queda la actitud. Es cool, siempre perfecto, nunca lo vemos mal en una foto.

-Usted hizo una foto donde Lennon, Jagger y Yoko están sentados al piano. ¿Qué pasó ese día?

-Esa noche estábamos en el estudio Record Plant con John y Yoko, creo que en 1972. Volví a casa a eso de las tres de la mañana y el road manager me llamó y me dijo: "Tenés que volver al estudio, Mick Jagger está en camino". Así que subí el equipo al auto y volví al estudio. Llegué cinco minutos antes que Mick. Fue muy hermoso verlos juntos. Obviamente se encontraron como dos viejos amigos, contentos de verse una vez más. Estuvieron un rato hablando y luego John se sentó al piano con su guitarrista Wayne Gabriel, y Mick se les sumó luego para tocar en el piano una canción de Yoko. Se puede ver en la tira de contactos que la estaban pasando bien y que eran buenos amigos.

-¿Hablaba Lennon sobre los Beatles con usted?

-Nunca fue un tema entre nosotros, creo que recién se despachó sobre toda esa época en la nota de Playboy. Una vez me dijo que estaba orgulloso de ser el líder del mejor grupo del mundo. La última noche que lo vi estaba grabando una canción con Yoko, "Walking in the Ice"… John estaba muy contento con las críticas positivas para Yoko en el álbum Double Fantasy. Era curioso porque decían que Yoko era avant-garde y que la música de Lennon se había vuelto MOR (Middle of the Road, Mitad del Camino). No le molestaba eso. Era la primera vez que Yoko no era destrozada por la crítica y John lo celebraba. Fuimos al estudio a grabar otra canción de Yoko y cuando nos tomamos un descanso durante la mezcla, recuerdo a John diciéndome algo que podría sorprender al mundo pero no a mí, que lo conocía muy bien. Me dijo que como productor estaba orgulloso de haber trabajado con dos de los más grandes artistas que había conocido: Paul McCartney y Yoko Ono.

-Es interesante que haya hecho ese rescate de Paul. Todos crecimos pensando que se odiaban.

-No, los que peleaban eran los abogados. Él estaba muy orgulloso de lo que habían hecho juntos. Nunca vi a los Beatles como grupo pero los conocí por separado, a través del tiempo.

POR DENTRO DEL PUNK.

-La revista Les Inrockuptibles de Francia publicó un ensayo donde sostenían que The Clash fue la banda más fotogénica de la historia. Usted trabajó mucho con ellos, ¿diría lo mismo?

-Paul Simonon es el tipo con mejor imagen en el rock&roll por siempre. Simonon representa la perfección del estilo del rock&roll. Como Keith Richards pero aún mejor. Nunca puede salir mal en una foto. Puede haber dormido una hora, en un día lluvioso, y sin embargo sus fotos serán siempre perfectas. Mick (Jones) y Joe (Strummer), además, realmente sabían cómo producir una buena fotografía. Los tres eran gente muy visual, muy conscientes de la imagen que habían creado, de que el escenario tuviera un buen fondo. Hacían que todo se viera estupendo. The Clash ha sido una de las bandas con mejor imagen en el rock&roll.

-Usted también trabajó con los Sex Pistols. Una de las mejores fotos que les hizo muestra a Johnny Rotten y Sid Vicious asomados en un avión y una fila adelante se llega a ver a una niña que se mete en la foto. ¿Cómo surgió esa toma?

-Sí, claro. La niña tiene un gesto como diciendo: "¡Dios, qué es esto!". No tengo idea de quién es; ahora debe tener como cuarenta años. Por un tiempo pensé que alguien me llamaría. En el momento me pareció que incorporarla a la foto mostraría perfecto la clase de mundo en el que vivimos. La diferencia que podía haber en 1977 entre una niña "normal" y estos punks desorbitados. Ella simplemente se asoma a la foto y no tiene idea del peligro que la acecha.

-Las relaciones entre los Sex Pistols y la prensa eran pésimas. ¿Cómo se ganó la confianza de ellos para que lo llevasen como el fotógrafo de la gira?

-Yo había conocido a Malcolm McLaren algunos años antes, cuando vino a New York a venderles ropa a los New York Dolls. Decía que era su manager pero no era cierto. Los Dolls eran inmanejables. A lo sumo podían tener un dealer pero nunca un manager. Malcolm vino a tratar de vestirlos pero era muy tarde porque el grupo estaba roto. Él logró que se juntaran sólo para que se pusieran su ropa, sus overoles rojos con el signo comunista. Buscaba la controversia de que los americanos odiaran el comunismo pero, en el fondo, todos sabían que se trataba de un show de rock&roll. Luego volví a verlo en Inglaterra cuando viajé en 1976. El único teléfono que tenía entonces era el de Malcolm McLaren. Lo llamé para ver qué pasaba y él me consiguió un lugar donde dormir. Una de las primeras cosas que hizo fue llevarme al club Louise, que era el lugar donde los primeros punks paraban en ese momento.

-¿Se sorprendió con lo que vio allí?

-No demasiado. Después de haber trabajado con Alice Cooper, Kiss y los New York Dolls es difícil que algo te produzca estupor. De todos modos, algunos punks eran bastante amenazantes. Suzie Catwoman, por ejemplo, tenía ese corte de pelo salvaje, dos colores que cambiaba regularmente, un maquillaje fabuloso. Pero era sólo un corte de pelo. No había armas. Siouxsie and The Banshees también eran muy impresionantes. Hubo una fiesta luego del debut de Aerosmith en Londres; Malcolm llegó con Siouxsie y otros punks. Siouxsie tenía puesto un vestido de cuero negro y sus pechos estaban prácticamente expuestos. Era muy difícil mantener una conversación con ella; uno se sentía avergonzado porque no podía apartar la vista de sus pechos. ¡Eso sí que no lo había visto en New York!

Malcolm me animó a visitar el club todos los días para hacer fotos y así conocí a los Sex Pistols. Y fuimos al estudio de grabación en Denmark Street. Recuerdo que cuando llegué para verlos, no sé si fue Glen (Matlock) o Paul (Cook), pero lo primero que hicieron fue ofrecerme una taza de té. Eso me hizo pensar que serían bizarros para la TV inglesa pero en la intimidad eran muy normales. Creo que fueron tres las razones para que yo me ganara la confianza del grupo. Es obvio que llegué de la mano de Malcolm. Lo segundo es que yo hacía fotos para las revistas Creem y Rock Scene, que no estaban tan atadas a las compañías de discos. Tenían mucha información underground y muchísimo humor. Si hubiera ido con una tarjeta de Rolling Stone, nunca hubiera siquiera entrado al estudio. La última razón es que yo había trabajado con John Lennon. Respetaban eso.

ENTRE ZOMBIES.

-¿De veras?

-Sí. Era toda una sorpresa para mí. Recuerdo que fui con Lester Bangs a Leeds para ver a The Clash. En un punto del concierto Joe Strummer gritaba: "¡No más Reina Isabel!", y todos aplaudían. "¡No más Beatles!", y todos aplaudían. "¡No más Rolling Stones!", "¡No más Led Zeppelin!". Y luego: "Pero Johnn Lennon manda" y todos le siguieron la corriente. La razón era que veían a Lennon como un rebelde, alguien que era muy honesto con sus principios. De algún modo Lennon fue el primer punk. O Bob Dylan, quizás…

-Usted acompañó a los Sex Pistols en su única gira por Estados Unidos. Fue una gira complicada…

-Fue un caos, pero también me divertí mucho con ellos. En el micro iban fumando marihuana y escuchando reggae; no eran tan problemáticos. Se veían malditos y arrogantes en cada conferencia de prensa. Sabían hacerlo muy bien.

-¿Diría, como mucha otra gente, incluidos los mismos Sex Pistols, que McLaren era un manipulador perverso?

-A Malcolm le gustaba el caos y la confusión. Quería que la gente se sintiera desafiada a pensar en otras cosas. Que se sintiera fascinada y sorprendida. No quería de ningún modo más de lo mismo. No quería aburrirse. Decía que tener una banda nueva y llenar el CBGB de periodistas invitados era viejo. Y es lo que hacían todos. En cambio, él les armó una gira por el sur de Estados Unidos con fechas en night clubs donde nunca tocaban las bandas de rock. Y la prensa tuvo que moverse hasta allí y pagar su ticket. No quería invitarlos, tenían que seguirlos. Tenían que convertirse en una noticia real.

Malcolm montó una muestra de arte cuando no tenía ni un peso y era apenas un estudiante. Revolvió la basura buscando cajas de cartón. Y de algún modo armó una especie de túnel. Lo único que tenías que hacer era entrar y salir; eso era todo. No tenía sentido: hacía que la gente se preguntara qué estaba haciendo. Y ésa era su definición de arte: crear intriga. Con presupuesto cero ya había conseguido confundir a la gente.

-¿El público fue realmente violento contra ellos en esos shows?

-Sí, la mayoría de las veces les tiraban cosas y la banda las devolvía. En uno de los clubes había una malla tejida frente al escenario. Pero no era por los Pistols. Aunque les gustara quien subiera al escenario, su manera de mostrar agrado era arrojando botellas de cerveza al escenario. Era algo común en ese lugar. Eran más violentos que los Pistols, por cierto.

-¿Cómo recuerda a los Sex Pistols en esa gira? ¿Estaban exhaustos?

-No, no estaban cansados en absoluto. Eran chicos muy jóvenes que estaban muy interesados de estar visitando la América profunda. Tenían siempre los ojos bien abiertos. Querían todos sus camperas de cuero y sus botas de motociclista. Sid era casi un niño, apenas había cumplido 19 años. Era un tipo muy básico, sencillo. De hecho, por momentos parecía muy despierto. Recuerdo que un día quise hacerle una foto muy casual mientras comía un hot dog. Me dijo que esperase un minuto y tomó la botella de ketchup. Una vez que se llenó la boca y la cara de ketchup me dio la orden para disparar. Y era lógico porque tenía puesto un pin que decía "I`m a mess" (Soy un desastre). Pero fue su idea, no la mía. Y una idea muy buena para la foto.

Lo que sucedió después es que la heroína lo volvió estúpido, pero la heroína ha vuelto estúpidos a demasiados. Fue muy triste lo que pasó con Sid. Porque en la gira no hubo nada de heroína; simplemente fumaban y bebían cerveza. Él me habló de Nancy, estaba muy enamorado. Yo la conocía de antes, por lo tanto tenía mucha confianza conmigo para hablar de ella. En el verano de 1978 ellos volvieron a Nueva York y ya estaban enganchados con la heroína. Sid ni siquiera podía decir "hola", era un zombie con el que no se podía tener una conversación. Nancy dio un show en el Max`s Kansas City pero ni siquiera pudo completar una canción. Mantenían el cuerpo vivo pero sus cerebros ya estaban muertos. Fue muy raro verlo en un concierto de Blondie, luego de la muerte de Nancy, cuando le permitieron a Sid una salida bajo fianza. Sid era un muchacho de nuevo. Estaba feliz, conversaba… La gente estaba nerviosa porque no sabía si estaba o no junto a un asesino. Yo le pregunté a Sid si lo había hecho él y me respondió que no recordaba nada, que había estado mezclando pastillas y no tenía la menor idea de lo que había ocurrido esa noche.

LA CUESTIÓN DEL MAQUILLAJE.

-¿Qué puede decirme de esa increíble foto en la que se ve a Alice Cooper junto a Salvador Dalí?

-Eso sí fue divertido. Cooper me llamó la noche anterior, algo típico en él, para decirme que a la mañana siguiente iría a encontrarse con Dalí y que necesitaban un fotógrafo. Dalí estaba en Nueva York filmando la primera película en holograma. La idea era que en esa secuencia Alice cantara con un cerebro flotante por detrás. En la foto Dalí sostiene el cerebro que, decía, representaba al cerebro de una estrella pop. Tenía chocolate y hormigas surcándolo. Dalí estaba encantado con la experiencia surreal de ver a Alice Cooper en vivo, con sus tácticas teatrales.

-Habrá sido un desafío tener en frente a dos personalidades tan rotundas…

-A Cooper ya lo conocía y ayudaba mucho el hecho de que se admirasen mutuamente. De Dalí recuerdo que me empezó a gritar cosas en distintos idiomas para desconcentrarme. Realmente Dalí estaba más loco que todos nosotros.

-¿Dónde fue la foto?

-En un loft, en el centro de New York. Hay un aspecto muy curioso de esta foto. Cuando enfoqué había un destello muy fuerte que venía del collar y la tiara que se había puesto Alice. Esos diamantes valían 2,5 millones de dólares de 1975 -hoy serían al menos 10 millones de dólares-. La compañía que les había alquilado los diamantes estaba presente con un hombrecito que llevaba un portafolios y estaba acompañado por una bella modelo y una especie de gangster con una metralleta bajo el brazo. Ese tipo estuvo parado en la puerta del ascensor del loft durante toda la sesión de fotos.

-Esta pregunta debiera habérsela hecho treinta años atrás. Cuando trabajó con Kiss, ¿pudo verlos sin el maquillaje?

-Por supuesto. Eran tipos normales, menos que eso. Kiss eran superhéroes, no músicos. Cuando hice la foto que salió en la tapa del álbum Dressed to Kill, en realidad estábamos haciendo una fotonovela para la revista Creem. En esa foto ellos están vestidos de traje. Dos de los trajes son míos: el de Gene (Simmons) y el de Ace (Frehley). Y los zapatos de Gene eran de mi mujer. Se cambiaron en mi casa. Yo estaba acostumbrado a hacer fotos de los grupos antes y después de los shows. La primera vez que fui a un show de Kiss no me dejaron pasar al backstage. Me dieron plata para comprarme un trago y me dijeron que el trabajo ya estaba listo. Así eran las cosas con ellos. Era muy delirante todo ese juego con la identidad.

Cuando fuimos a Japón por primera vez recuerdo al manager muy preocupado porque tenían que tomar trenes y subterráneos para tocar, y en Japón, aún en esos días, todos sacaban fotos, estaba lleno de paparazzi. Entonces la solución fue que todos los que habíamos ido a Japón -asistentes, prensa, la gente que operaba el sonido-, que éramos unos treinta, viajáramos siempre juntos. Así nadie podría reconocernos, ninguno de los fotógrafos sabría cómo era Kiss sin maquillaje. Yo podría haber sido uno de ellos. Y les salió bien: nadie consiguió una foto de Kiss sin maquillaje hasta que ellos lo decidieron.

Bob Gruen / www.bobgruen.com

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad