Publicidad

Araki, el provocador

Compartir esta noticia
 20130221 729x600

EN EL RELATO "¡Mokusei!" de Cees Nooteboom un fotógrafo holandés viaja a Japón en buscar la foto perfecta que refleje la esencia de este país. Sin embargo, ese lugar de espiritualidad y geishas construido en el imaginario occidental ya no parece existir. Al mismo propósito parece haber dedicado su vida Araki, el fotógrafo japonés más controvertido y famoso a nivel mundial.

Tras más de cuarenta años dedicado a la imagen fija, el fotógrafo es conocido, sobre todo, por sus japonesas atadas y desnudas o con los vestidos tradicionales, y por las escenas de sexo explícito de las que él participa. Para algunos movimientos feministas, Araki no es más que un pornógrafo misógino. En el otro extremo están aquellos que lo idolatran con un fanatismo que él mismo alimenta con su continua autodeclaración de genialidad. Sin embargo, al profundizar en su carrera, se descubre que Araki no es solo genitales y Shibari -bondage japonés-, sino también es fotografía callejera, cielos, alimentos, renacimiento, flores, melancolía por el Japón perdido y una profunda reflexión sobre el yo-fotógrafo. La fotografía como diario y él como protagonista de su vida novelada, siempre jugando el mismo rol, siempre con sus opacos lentes redondos y su pequeño bigote.

FOTOGRAFÍA COMO COLABORACIÓN.

Nacido en 1940 en Tokio, Nobuyoshi Araki comenzó a tomar instantáneas en la adolescencia. Estudió Fotografía y Cine en la universidad de Chiba, pero los experimentos químicos que tenían gran peso en esos estudios no le interesaban. En lugar de ir a clase se empapó del neorrealismo italiano y del realismo fotográfico de los 50. Como señala Akiko Miki en el libro Araki. Yo, Vida, Muerte, estas influencias finalmente dieron resultado y le llevaron a desarrollar uno de los puntos teóricos esenciales de su obra, la importancia del dramatismo en lo cotidiano.

Posteriormente trabajó como fotógrafo de publicidad en la agencia Dentsu, donde conoció a Yoko, su futura esposa. Se casaron en 1971 y de la intimidad compartida durante su luna de miel surge el reportaje Viaje sentimental. Si bien Araki ha retratado a muchas mujeres a lo largo de su carrera y considera que la fotografía es cuestión de colaboración -"como un ménage atrois"-, su esposa fue su mejor modelo, con la que la comprensión fotógrafo-sujeto es más que notable.

En Araki. Yo, Vida, Muerte se pueden encontrar a todas esas amantes y mujeres que pasaron por su vida; imágenes de su primer reportaje exitoso titulado Satchin, o fotografías de paisajes, entre otros, ya que este libro de gran formato hace un repaso a toda su carrera. Además, cuenta con un amplio análisis curatorial de Akiko Miki y numerosos textos reflexivos del propio Araki, que permiten profundizar en su obra desde un punto de vista más humano.

Pero Araki. Yo, Vida, Muerte no es más que "uno más", ya que el fotógrafo nipón ya lleva publicados alrededor de trescientos libros. Más allá de su necesidad compulsiva de tomar imágenes, destaca del autor su gran capacidad de adaptación, ya que no tiene reparo en trabajar con todo tipo de formatos o disciplinas -collage, audiovisual, cine…-. Araki compara su interés por las novedades con conocer a una mujer: "Me gusta flirtear con una mujer que acabo de conocer y, del mismo modo, lo intento con todo lo que me encuentro por primera vez".

SENSUALIDAD TRANSMUTADA.

Al igual que Robert Mapplethorpe, Araki se interesó por las flores. Aunque sus estilos sean dispares, la sexualidad y la sensualidad cruzan diagonalmente la obra de cada uno. En Mapplethorpe, el gusto por lo clásico, en cuanto a belleza, poses y cuerpos, también se refleja en sus imágenes de las flores. Mientras que en Araki, aunque sus flores no estén atadas, los planos tan cerrados y la iluminación frontal generan una sensación extraña y morbosa, similar a la que producen algunas de sus imágenes eróticas. Las flores parecen húmedas, abiertas, casi excitadas.

También en sus instantáneas de alimentos, Araki redefine el concepto de comida afrodisíaca, separándolo del sentido del gusto y atribuyendo ese poder erótico a las asociaciones mentales. Como en las flores, los planos cerrados, realizados con macro, y el uso del flash de anillo provoca violentos reflejos en el agua o el aceite que rodea a los alimentos. Al poner estas imágenes en su contexto, al buscar porqué Araki fotografió la comida, se descubre que no es sólo un ejercicio estético, sino una suerte de diario de despedida titulado El banquete. Es la comida que el japonés y su esposa compartieron cuando ya sabían que a ella sólo le quedaba un mes de vida. Era 1990 y ella tenía un cáncer de ovario. El fuerte golpe que para Araki supuso su pérdida tomó forma también en el reportaje Viaje de Invierno, que recoge desde los últimos días de Yoko hasta el inicio del duelo propio de Araki y de su gato, de la nueva vida que los dos tienen que comenzar en la casa que se les vuelve extraña.

Araki es controvertido y provocador, uno de esos personajes de extremos, su cámara parece un péndulo que oscila constantemente entre polos opuestos: vida-muerte, interno-externo, arte-obscenidad, tradición-innovación… Dentro del mismo cuadro, inserta elementos anacrónicos que generan un extrañamiento constante y una oscilación también en el espectador. Y es que el fotógrafo puede colocar, junto a una japonesa clásica con el kimono abierto, el control remoto de la televisión o un dinosaurio de plástico -este último se repite constantemente desde la muerte de su esposa- sin necesitar de un argumento teórico que lo justifique.

Es quizás en esa dualidad, en esa extrañeza, donde está parte de la esencia que buscaba el fotógrafo de Nooteboom, una convivencia que Occidente jamás podrá comprender. "En Europa esperan que expliques la lógica precisa que subyace detrás de todo. Dices que es una buena idea porque es una buena idea, pero ellos se empeñan en que lo expliques. No me gusta París. ¡No están preparados para aceptar las cosas como vienen!", explicaba el propio fotógrafo en relación a una entrevista realizada por la radio francesa en 2000.

ARAKI. YO, VIDA, MUERTE, de Nobuyoshi Araki. Phaidon, 2011. Corea del Sur, 195 págs. Distribuye Océano.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad