IGNACIO ALCURI
La semana pasada tuve una larga discusión con mi abogado acerca del test de ADN que la justicia ordena para impartir sentencia en los juicios por paternidad. Yo le expliqué al juez que bajo ningún concepto iba a dejar que me sacaran sangre, pero me dio un poco de vergüenza confesar las razones para negarme.
No es solamente por el tema de las jeringas, que me asustan desde pequeño y me desvanecen más rápido que el cloroformo. Lo que realmente me aterroriza es que alguien utilice mi carga genética para realizar un clon, un duplicado perfecto de mí (que lógicamente debería ser imperfecto) que pudiera ser moldeado por algún científico loco. De esa manera, podría sustituirme fácilmente por ese sosías, como parte de un plan de conquista global. Desconozco por qué un plan de conquista global necesitaría la ayuda de un columnista quincenal, pero no en vano es un científico loco y no un científico cuerdo. Si fuera cuerdo estaría buscando la vacuna contra la gripe A... para venderla a los laboratorios por una cifra millonaria.
Así que el juicio de paternidad pasó a cuarto intermedio, porque los cuartos de los extremos del juzgado estaban ocupados. Y yo me tomé un tiempo para contarle a mi consejero legal todo ese asunto de los usurpadores de identidad, razón por la cual quemo todas mis uñas luego de cortarlas y después de cada ducha remuevo uno por uno los pelitos que quedan atrapados en la esponja.
El problema fue que la mencionada conversación sucedió en la vereda frente a un coqueto cafetín de la Ciudad Vieja, con una sensación térmica de 72 grados bajo cero.
Al otro día me desperté con fiebre, dolores en las articulaciones, náuseas, dolor de cabeza, vómitos, calambres, pecas en las nalgas (no pregunten cómo me di cuenta), várices y la necesidad de mirar por encima de mi hombro izquierdo cada pocos segundos. Síntomas claros de una gripe tradicional.
Porque ahora hay gripes tradicionales y de las otras. Como pasó con la implementación del controvertido boleto de dos horas, que hizo que ahora tengas que decirle al guarda "un boleto común", cuando antes no era necesario decir nada. Y eso que existía el boleto transbordo. Y acá pasa lo mismo. Ahora no tenés gripe; tenés gripe B, de segunda categoría. Porque si llegás a tener gripe A, ¡ay, mamita! Te espera como tres o cuatro días de reposo, medicamentos, abrigo y nada de salir a la calle para trabajar. Una recuperación completamente distinta a la de la gripe común, que... Esperen un poco. ¡Es exactamente igual!
No debo ser el primero que lo descubre. Y seguro los otros "listillos" ya están durmiendo con los peces, como las cientos de mentes brillantes que descubrieron el motor que funciona con agua.
Porque no sé si ustedes saben que es muy fácil, para un ingeniero, fabricar un motor que funciona con agua y no contamina. Alcanza con tener ganas de hacerlo. Claro que, una vez que lo terminás, aparecen unos muchachotes con palos y piñas americanas, que te rompen todo el motor, te llevan a un almacén abandonado y te hacen confesar a cuántas personas les contaste lo del dichoso motor de agua.
En serio, está todo documentado. Parece que en Estados Unidos se está volviendo insostenible lo de evitar que estos conocimientos salgan a la luz, y por eso mismo General Motors dio quiebra. ¿Casualidad o causalidad? ¿Coincidencia o coindicencia? Mmmh... Esa última palabra ni siquiera existe.
Bueno, me voy, porque estoy escribiendo desde una zona wifi al aire libre y ya me están saliendo más pecas en las nalgas. Adiosito.