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Sin decir "agua va"

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IGNACIO ALCURI

La culpa es mía por intentar escribir esta columna mirando el partido entre Defensor Sporting e Independiente de Medellín, que terminó con la clasificación de los violetas. Cambié tantas veces la palabra "clasificación" por "eliminación" y viceversa, que el procesador de texto casi me revienta el sistema operativo.

Mamita querida, qué partido. La versión futbolística de un electro de esfuerzo: una serie de pruebas extremas diseñadas para determinar si uno tiene problemas cardíacos (no los tengo). El encuentro fue un ida y vuelta de goles con un final impensado. Juro que la última vez que escribí "eliminación" podría haber apostado mi casa a que era el resultado final. Por suerte me equivoqué, aunque me hubiera molestado perder la casa (que ni siquiera es mía).

Pero esto no es una columna deportiva sino un espacio de conciencia social, donde se debaten los temas que importan al uruguayo de a pie, porque no hay nada más jodido que leer el diario mientras uno va manejando. No sé exactamente la multa, pero los inspectores no perdonan.

Es por eso que hoy debo pararme (otra referencia a estar "de pie", debe ser el inconsciente) para aplaudir el esfuerzo realizado por el gobierno en la semana que pasó, demostrando que algunos fines justifican ciertos medios.

Todos recordarán que gran parte de Montevideo estuvo un día entero sin agua, lo que hizo que miles de personas carecieran del vital elemento, trastocando necesidades tan básicas como la hidratación y la higiene personal.

Sin embargo, todo se trató de una jugada maestra de nuestras autoridades, que saben que el partido más importante en este momento (ya pasó el de Defensor) es contra un insecto. El mosquito transmisor del dengue.

La rotura del caño fue presentada como accidental, porque cualquier otro accionar hubiera necesitado permisos parlamentarios o un debate público. La situación era urgente, así que como hubiera hecho Jack Bauer en 24, se tomó al toro por las astas y luego se le dio una buena golpiza.

A raíz de la falta de agua, cada movimiento intestinal realizado por un montevideano quedó atrapado en su respectivo baño (técnicamente esto sucedió a partir del segundo movimiento, ya que el primero se fue con la última carga de agua de la cisterna). Así que los ciudadanos se vieron obligados a utilizar el agua que tuvieran a mano.

¿Esa agua estancada en un neumático? Sirvió para llevarse la cena del abuelo. ¿Aquel balde que estaba en el jardín y nadie vaciaba? Se llevó las consecuencias de una intoxicación con mariscos.

Con el agua estancada se fueron miles, si no millones de larvas del temible Aedes aegypti, en una verdadera limpieza étnica fomentada por los héroes anónimos de la OSE, a quienes agradezco.

Lo dice un tipo que tuvo que lavarse las manos con dos cubitos de hielo, porque no había una gota de agua en la heladera ni ningún otro rincón de mi vivienda. Y que insulté a viva voz cuando a las ocho de la mañana, en el traje con que vine al mundo, abrí la ducha y no salió absolutamente nada.

Allí estuvo el único error del masterplan: debieron ponerlo en funcionamiento un domingo. Si un domingo no me baño, no me siento sucio (vamos, confiésenlo, bohemios del fin de semana). Pero un martes es diferente, porque mi cerebro estaba enviando muchas señales de suciedad, necesarias para juntar fuerzas y meterme a la ducha a las ocho de la mañana.

Nadie es perfecto, señores que coordinaron la acción represiva contra el mosquito. Lo importante es que lo lograron.

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