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Sociedades secretas

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IGNACIO ALCURI

El ser humano es mezquino. No intenten negarlo, porque las pruebas están sobre la mesa. Desde los últimos hechos de violencia en el fútbol uruguayo hasta el nuevo Operación Triunfo. Desde el fuego cruzado de los precandidatos preelectorales hasta las intercambiables tiras de Adrián Suar (Valientes, Cobardes, Constipados, Fruncidos y un largo etcétera de adjetivos en plural).

Somos jodidos por naturaleza, porque lo tenemos tatuado en los genes. Hay una combinación de proteínas que nos predispone a maltratar a la persona que se encuentre del otro lado del mostrador. No importa si nosotros somos vendedor o cliente; el tipo de enfrente es el enemigo.

Podemos luchar contra nuestra propia biología, pero tarde o temprano va a volver ShowMatch a nuestros televisores y nos va a picar la curiosidad. "Capaz que este año mejora un poquito", pensamos. Y después estamos ocho meses siguiendo un concurso de talentos con menos legitimidad que el mencionado fútbol uruguayo.

Sí, hablo en primera persona del plural. Cometo un gran porcentaje de estos crímenes. No creo estar encima de nadie. Es más, por lo general creo estar al costado de todos. Allá en el rinconcito.

¿Cómo llegué a esto? Rumiar sobre la mezquindad humana, en lugar de estar haciendo cosas más prácticas como respaldar el disco duro u ordenar las señales de la canalera digital.

Es un arma de doble filo. La canalera digital, digo. Porque al tener la posibilidad de ordenar los canales de acuerdo a nuestros gustos inmediatos, perdés esa sorpresa del zapping, cuando en medio de la vuelta pasabas por Utilísima Satelital y descubrías el programa de las manualidades eróticas o el de los góticos que enseñaban a romperse las medias de la forma más cool.

Hoy voy a luchar contra uno de mis demonios interiores y lo voy a derrotar. No haría esta promesa si no pudiera cumplirla. Es decir, lo haría, pero al terminar de escribir, volvería a este párrafo para borrar "y lo voy a derrotar". Nadie se enteraría de nada.

Mi demonio es no recomendar. Es algo bastante común. Uno tiene la suerte de encontrarse con un producto comunicacional interesante (¿haciendo zapping en la era pre-canalera digital?) y duda si contárselo a sus amigos o no.

Porque si no lo hacemos, nos sentimos parte de una sociedad secreta. Los poquitos que lo conocemos. Como esos seguidores de grupitos under, que cuando los pobres diablos venden su vigésimo disco los acusan de vendidos y dejan de querer acostarse con ellos.

Ser el único en el barrio que vio un determinado video de YouTube puede parecer genial, pero no tenés con quien comentarlo.

Así que voy a utilizar el resto de mis caracteres para hacer al menos una recomendación y sentirme mejor como persona (sí, capaz que lo conoce todo el mundo. Lo recomiendo igual).

Diría el facebook gallego: "me mola" Christopher Moore. Un yanqui que escribe películas de comedia, pero en libro. A veces sus historias pueden parecer demasiado largas, pero es un dialoguista del carajete, que adora mezclar a sus personajes comunes y corrientes en situaciones increíblemente fantasiosas.

Voy por el quinto libro de Moore, el tercero de los editados en español. Se llama "¡Chúpate esa!", pero no se asusten, es de vampiros.

Si tienen la oportunidad y el tiempo (yo hace meses que lucho por terminarlo, y eso que engancha), pídanlo prestado. A mí no. Nunca me los devuelven, pese a que en la página 1 suelo escribir cosas como "este libro no te pertenece, mugriento. Devolvelo". Y nada.

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