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En la hora

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IGNACIO ALCURI

En este espacio se debatieron de manera concienzuda algunos de los debates más actuales de la sociedad uruguaya, como la legalización del consumo de embarazos, la prohibición de la publicidad de marihuana y la despenalización de la interrupción programada de los cigarrillos.

También hubo lugar para temas universales, como el arte de la Antigua Grecia, los animales en peligro de extinción y la violencia en el deporte y en el fútbol.

Pero lo que nunca existió en este pequeño espacio fueron textos de reserva. Cosas escritas con anterioridad, que uno guarda en un cajón y decide enviar cuando apremia, o la inspiración no aparece. Situación que en mi caso se repite, religiosamente, cada quince días desde hace cuestión de un año.

Yo no comulgo con esa filosofía de escribir para acumular. Sobre todo porque no sé cómo comulgar. No me sale. Por más que lo intente y me queme las pestañas, no puedo hacerlo. ¡Ya quisiera! No debe haber cosas más linda que adelantar trabajo y después contar con tiempo libre para hacer... algo.

Sólo funciono bajo la presión de una fecha límite, aprovechando hasta el último minuto.

Bueno, en realidad aprovechando sólo el último minuto y los inmediatamente anteriores. Corriendo contra reloj, sudando por todos los poros de mi cuerpo y pensando todo el tiempo que no voy a llegar a tiempo.

Esta imposibilidad física es lo único que explica que hace unas horas yo estuviera vestido de bata, gorrito, pantaloncillos y zapatones, esperando para entrar a una sala de operaciones, y mientras tanto pensara en la columna que tenía que escribir esa misma noche.

Fue una intervención sencilla. Siempre y cuando el pequeño bultito de grasa que me extirparon de la pierna no termine siendo el embrión de una criatura extraterrestre que me eligió como madre sustituta en sus planes de dominación mundial. O una de esas proliferaciones crecientes de células pervertidas, eso recién lo sabré la semana que viene.

Todo ocurrió según lo previsto por los médicos, excepto mi desmayo, que ocurrió según lo previsto por mí. Suelo perder el conocimiento ante situaciones impresionables, como cuando me sacan sangre o me arranco uno de esos pellejitos que quedan al costado de la uña. Esos que quedan muy abajo y al sacarlos duele mucho, y queda doliendo todo el día.

Quiero aclarar que la tarea de los médicos fue perfecta, y no sólo lo digo ante la posibilidad de regresar al block quirúrgico.

Supieron devolverme al estado de vigilia mucho antes de la luz blanca y mis parientes muertos contemplándome. Tuve tiempo para conversar con un pulpo naranja, pero fue sólo un delirio.

Desperté un minuto después, o cinco, o dos semanas después, no podría asegurarlo. Quizás me salteé una columna y nadie se animó a decírmelo.

En ese caso, hicieron un buen trabajo alterando los calendarios y las fechas en todas partes del mundo. Así que aquí me encuentro, entre el sopor de la anestesia local y el dolor de que ya se está terminando la anestesia local, luchando contra el tiempo para encontrar un interesante tema de discusión y construir la columna en torno a él.

Todavía no apareció nada, pero conforme pasa el tiempo estoy seguro de que algo se me va a ocurrir. Quedan pocos minutos para el cierre. Tengo que pensar en algo. Pero, ¿qué puede ser? Si por lo menos me hubiera pasado algo interesante en el día de hoy...

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