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Otro golpe a la cultura nacional

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El Senado votó ayer un polémico proyecto de ley para habilitar la fotocopia de libros. El mismo es un golpe letal a la ya sufrida industria editorial uruguaya, y un mazazo a la cultura nacional.

Pero, lo más grave, es la enésima muestra del nivel de demagogia, visión cortoplacista y falta de formación intelectual de buena parte de nuestros legisladores. De todos los partidos.

El proyecto se anunció con todas las bondades imaginables. Se trataba de una propuesta que venía a aclarar el panorama en relación a los libros de estudio, el cual había quedado marcado a fuego por el operativo judicial que terminó con la industria de la fotocopia ilegal en los alrededores de la Facultad de Derecho. El mismo no acabó de forma absoluta con el fenómeno de la reproducción ilegal de libros, pero significó una señal en el camino correcto, de que no se iba a permitir que a plena luz del día y en forma ostentosa, alguna gente lucrara con una actividad fuera de la ley.

De todas formas, y aprovechando un problema real como es la escasez de textos en las bibliotecas de las universidades públicas y el alto costo de los libros de texto, algunos políticos asociados a la FEUU lanzaron este proyecto nefasto. El mismo establece entre otras cosas que quedará habilitada la fotocopia de cualquier texto siempre que la misma se haga con fines de estudio.

Un texto amplio, ambiguo, y que se presta para interpretaciones de lo más disparatadas. Sin mencionar que hace que en los hechos si ya era difícil controlar la copia ilegal de textos, y que haya gente que lucre con esto (no vamos a creer que hay gente que va a invertir en máquinas fotocopiadoras, va a pagar salarios a quienes hacen esa tarea, y no van a ganar un peso), ahora, directamente será imposible.

Pero no nos concentremos tanto en los aspectos pequeños del asunto, y vayamos a lo macro.

Uruguay es un país chico, pero que con enormes dificultades debido a la magnitud de su mercado interno, a lo reducido de su masa crítica de gente interesada, y a la competencia muchas veces desleal de países con mercados más grandes y con los que se comparte la misma lengua, había logrado construir un mercado editorial interesante. El mismo no solo potenciaba a los autores y a la cultura nacional, sino que daba un trabajo digno a una cantidad importante de gente con un nivel de preparación elevado.

En los últimos años, la industria de la fotocopia y de la piratería han dado un golpe letal a esta industria. Basta leer la presentación hecha por el sindicato de la Fundación de Cultura Universitaria, la principal editorial de libros de texto, para comprobar el nivel desesperante al que ha llegado a ser sometida esta industria por culpa de esta competencia desleal. Pero además con un agravante, a medida que los compradores de libros de texto se reducen debido al crecimiento de la fotocopia, los textos legales son cada vez más caros, ya que a menor tiraje de las ediciones, es mayor el costo de impresión.

Es importante señalar además, que los ingresos legítimos por el producto del intelecto y la formación de los autores uruguayos, son la principal fuente de ingresos de una cantidad de personas que han dedicado su vida a estudiar los temas, que han invertido en formación y en aprendizaje, y que ahora ven que toda esa inversión ya no tiene retorno porque la gente en vez de comprar sus libros, los obtiene ilegalmente. Con esta ley, lo que se está haciendo es enviar a la sociedad el peor de los mensajes, se está diciendo que la capacidad intelectual, que la formación académica, que el pensamiento abstracto, no tiene valor alguno, y que por lo tanto no vale la pena hacer el esfuerzo por cultivarse y producir conocimiento.

Por supuesto que las justificaciones de los siempre amplios y preclaros dirigentes de la FEUU, esos que se alinean con todas las causas más funestas que anden por la vuelta, tienen explicaciones muy solidarias y comprensivas para esta ley que apoyan. Que los libros son caros, que los estudiantes no pueden pagarlos, que se acota el conocimiento a quien puede pagar. Todo mentira.

Durante generaciones el Uruguay fue un ejemplo en cuanto a integrar a sus sectores intelectuales a gente que venía de orígenes humildes y sin posibilidades. Esto gracias al esfuerzo personal y familiar, no a las dádivas miopes de gremialistas inescrupulosos y políticos demagogos. Si hay falta de textos en las bibliotecas, la solución es que las universidades públicas los adquieran, no violentar el derecho humano de los autores y de quienes han apostado a conocimiento para ganarse la vida.

EDITORIAL

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