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Comunicación política

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El dirigente político que se dedica seriamente a su oficio lleva una vida sacrificada. Eso es así pero en el Uruguay nadie se lo cree y el personal político goza de una injusta pero extendida mala fama.

El dirigente político que se dedica seriamente a su oficio lleva una vida sacrificada. Eso es así pero en el Uruguay nadie se lo cree y el personal político goza de una injusta pero extendida mala fama.

La política, en su más alta expresión, se ejerce en el espacio y bajo el dominio de la palabra, se ejerce en el discurso que es convicción y esfuerzo de convencer. Aquí surge un problema práctico del que pocos políticos se han dado cuenta: las formas de comunicación han cambiado muchísimo y muy rápido. No soy especialista en el tema pero veo algunos cambios y señalo algunas consecuencias.

Años atrás la comunicación política tenía sus momentos fuertes en el Parlamento y, sobre todo, en los grandes mitines al aire libre donde el dirigente hablaba (gritaba) y se mostraba físicamente a las multitudes en los espacios comunes: las plazas, los parques y las esquinas de la ciudad. Los medios modernos de comunicación han forzado un cam- bio y los dirigentes políticos buscan ahora tener presencia en los medios masivos de comunicación. Pero me parece que se han quedado a medio camino.

Antes la opinión pública era lo publicado, ahora no lo es más. La comunicación significativa que circula por la sociedad hoy, la que lleva y trae datos y forma opiniones, no circula más por los medios masivos. Para los uruguayos de mi edad, todavía sí; para el resto, que ahora es mayoría, eso es prehistoria y para ellos la comunicación circula por los teléfonos celulares, tablets, computadoras y demás. Fue a través de las redes sociales que se armó la primavera árabe que derribó gobiernos y cambió sociedades: no fueron los informativos de la televisión ni los editoriales de los diarios.

El dirigente político uruguayo mantiene gran confianza en el contacto directo: no hay nada como mirarse cara a cara -dice- y hacerse presente en el mundo cotidiano de la gente. Pero hoy la gente no busca ni valora la presencia física sino que prefiere la comunicación con las personas que le importan o con cualquier otro a través de su celular (así se encuentren en el mismo cuarto). Recorrer los barrios, embarrarse los zapatos y otras estrategias de ese tipo que ponen tanta confianza en los miembros inferiores (las piernas) no rinden hoy en día lo que de ellas se espera.

El público político de antes era un oyente, ahora es un activo “hablante” que está intercambiando opiniones todo el tiempo y sobre absolutamente todo (aunque no entienda ni sepa nada). La opinión pública, gracias a la tecnología ha disuelto las autoridades en todos los niveles; es esa correntada quien indica qué cosas son más o menos importantes para la sociedad y, hasta cierto punto, qué es más o menos real. Wittgenstein afirmaba, hace ya bastante tiempo: “un hecho social es aquel que existe solo cuando hay disposición de percibirlo”. (Para el Pit-Cnt, el PC o la FEUU, en Venezuela hay democracia plena).

Escribe Durán Barba: “el gran desafío de una campaña electoral es instalar temas en el flujo de la conversación de la gente que contengan algo sobre lo que la gente tenga ganas de hablar”. Solo así se ingresa a la opinión pública y se puede instalar una comunicación política en el ámbito donde se crea opinión.

Las formas de comunicación han cambiado, desde el cortejo del varón para conquistar a la mujer deseada y amada hasta la comunicación política.

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Juan Martín Posadas

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