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Juan Martín Posadas
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El presidente Vázquez está empeñado en sacar adelante la nueva planta de UPM y, a la vez, está empeñado en retener la información sobre los términos del acuerdo que el gobierno está tramitado con la empresa. Es perfectamente entendible el empeño de Vázquez en conseguir la construcción de esa planta de celulosa: se trata de una inversión externa muy grande —aunque de dudoso beneficio para el país— pero, sobre todo, se trata de la única realización significativa de su segundo gobierno (que camina vacilante hacia el cero). En cambio resulta directamente incomprensible su resistencia a hacer públicas las concesiones que el gobierno va a dar.

En el Frente Amplio, en todos los niveles, se ha dado un estilo de secretismo y una aversión a la trasparencia; se opuso a todas las comisiones investigadoras en el Parlamento, es decir, se opuso a dar a conocer espontáneamente o dejar investigar para que se supiese. Resulta asombroso que en el seno del Frente Amplio nadie se haya dado cuenta hasta ahora del perjuicio que esta práctica les ha producido. No debe haber medio más eficaz para despertar sospechas que cubrirse con el secreto. Al resistirse Vázquez a dar a conocer los términos de su negociación con UPM despierta inmediatamente la sospecha popular de que ya tiene los lienzos a la altura de los tobillos, aunque, a lo mejor, no sea así.

La vieja y honorable tradición parlamentaria del Uruguay señalaba que los primeros en votar una Comisión Investigadora eran los miembros del Partido cuyas acciones se proponía investigar. El presupuesto no formulado era: investiguen todo lo que quieran y no van a encontrar nada irregular. Ponerse en la tesitura inversa —aquí nadie investiga nada— es abrir de par en par las puertas a la sospecha; más aún, es abonar las sospechas: si no hubiese nada que ocultar no estarían tan empeñados en evitar la investigación.

Gran parte del prolongado descrédito que viene sufriendo el Frente Amplio es autoinfligido por esa decisión de no mostrar y no dejar ver. El primer jalón memorable de ese comportamiento fue la negativa a la creación de una Comisión Investigadora sobe el cierre de Pluna, con la consecuencia de que el asunto derivó a la Justicia, fue aceptado allí, se está tramitando y lo que se quería evitar que fuese conocido terminó en el procesamiento de un ministro de Economía y del presidente del Directorio del BROU.

El argumento que se maneja desde el Frente Amplio es un propósito de evitar la generación de lo que llaman un circo mediático. También este razonamiento es contraproducente, es decir, lleva directo donde no se quiere ir. El supuesto circo no se evita sino que se multiplica —en las redes, en los medios— y se extiende por toda la sociedad, justamente porque se le negó lugar en el ámbito donde corresponde. En vez de reducir las vibraciones del mal llamado circo mediático confinándolo al ámbito parlamentario, se lo empuja hacia la plaza pública donde queda en manos de todos.

Hay diversos estilos de ejercer el oficio de la política: unos más populares, otros más eruditos; unos más bullangueros, otros más circunspectos, pero la marca de un político de ley es que lo suyo está todo a la vista: no hay engaños ni pases de mosqueta, nada que haya que sustraer a la mirada de la nación, es decir, de la vista de aquellos por los que el político llegó a estar donde está y en cuyo beneficio se comprometió a trabajar y cumplir.

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