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Sturla postula santo uruguayo

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Daniel Sturla  junto al Papa Francisco. Foto: @DanielSturla

EL PRIMER CAPÍTULO URUGUAYO DE UN DILEMA UNIVERSAL

Promueven a Salvador García Pintos, un médico que se opuso a despenalizar el aborto.

Daniel Sturla  junto al Papa Francisco. Foto: @DanielSturla
Daniel Sturla junto al Papa Francisco. Foto: @DanielSturla

Un médico y político de la Unión Cívica, que combatió la despenalización del aborto, fue presentado ante el Vaticano como candidato a santo por parte del cardenal Daniel Sturla y la Conferencia Episcopal. Se trata de Salvador García Pintos, histórico líder de la Unión Cívica y emblema del pensamiento social cristiano uruguayo.

Sturla confirmó a El País que la idea de promover esta causa surgió por iniciativa de un grupo de fieles que aportó su biografía completa. Confirmó que hay "una serie de testimonios de hechos extraordinarios ligados a la oración por la intercesión de Salvador García Pintos".

La Iglesia uruguaya, con el visto bueno de todos los integrantes de la Conferencia Episcopal, envió la documentación correspondiente al Vaticano. En términos formales, la presentación de la causa se realizó durante el mes de septiembre. Ahora las autoridades vaticanas deberán estudiar el caso, y si lo ven de manera positiva pondrán el sello de nihil obstat y la causa seguirá su curso. Se estima que el trámite dentro del Vaticano podría demorar entre tres y cuatro meses.

"Es el caso de un laico comprometido con la patria, la Iglesia y la causa de los que más necesitan. Fue un hombre de misa diaria en la parroquia de Tapes. De joven fue seminarista pero se dio cuenta que tenía vocación para formar una familia y dedicarse a la Medicina", indicó Sturla a El País.

Vocación.

Salvador García Pintos se casó con María Esther Baracco con quien tuvo siete hijos. Se dedicó durante toda su vida a la Medicina, siendo una figura fundamental del mutualismo asistencial en el Círculo Católico. Ocupó una banca de diputado durante cuatro períodos consecutivos.

Nació el 27 de agosto de 1891 y quedó huérfano siendo niño. Desde los 11 años de edad fue criado por el también médico católico Luis Pedro Lenguas y su señora, María Antonia Veiga Pareja.

De joven fue educado por los padres salesianos en el instituto Don Bosco. En el año 1906 es enviado a Europa a estudiar Filosofía y Teología.

Cuando todos suponían que tomaría los hábitos, anunció que dedicaría su vida a la Medicina y se inscribe en la Universidad de Lovaina en Bélgica. En el año 1914 los alemanes invadieron Bélgica dejando una estela de 100.000 muertos, la mayor parte de ellos civiles.

Fue así que García Pintos debió huir hacia Londres desde donde logró llegar a Montevideo en medio de serias dificultades económicas. No tenía documentos que probaran sus estudios y, merced a la intervención del presidente José Batlle y Ordóñez, logró ingresar a segundo año de Facultad de Medicina.

Salvador García Pintos. Foto: Familia García Pintos
Salvador García Pintos de joven.  Foto: Familia García Pintos

Código.

Durante el mes de diciembre del año 1933, el primero de la dictadura de Gabriel Terra, se promulga el llamado Código Penal de Irureta Goyena que entra en vigencia en el mes de octubre de 1934.

Se trata de un texto cuya esencia se mantiene hasta nuestros días pero que, en su versión original guardaba algunas peculiaridades, entre otras habilitaba a los médicos a practicar abortos en los hospitales pertenecientes al Estado.

La norma dejaba a Uruguay y la Unión Soviética como únicos países en el mundo que habilitaban la interrupción del embarazo en esa época.

"Mi padre era un médico común y corriente, trabajaba en el Círculo Católico, daba clases en Secundaria y en la cátedra de Cardiología. Vio que nadie reaccionaba ante un Código que se votó a fin de año y agarró distraído a un pueblo", recordó su hijo, Pablo García Pintos, autor del libro biográfico Doctor Salvador García Pintos (Papapo), editado en el año 2010.

En este sentido, García Pintos subrayó que su padre había sido alumno en Lovaina de José Mercier, el cardenal que generó el retorno a la doctrina de la Iglesia de la filosofía social de santo Tomás de Aquino.

A la hora del debate, García Pintos mostró sus conocimientos en Medicina pero también los principios filosóficos del Derecho por efecto de sus estudios en Filosofía y Teología.

"La campaña se produjo en todas partes. Tomó los micrófonos de las radios, las páginas de los diarios y realizó conferencias. Logró formar una corriente de opinión que convenció a los distraídos. Obtiene el apoyo de catedráticos de Medicina y de la cátedra de Derecho Penal y se enfrenta con los positivistas de la época", explicó.

Finalmente, en diciembre del año 1937 la interrupción del embarazo volvió a la clandestinidad tras la aprobación de una ley que modificó ese aspecto del Código Penal, un proyecto defendido por García Pintos.

Aquella fue una de las principales victorias políticas del mundo católico de la época.

La nueva norma indicaba que el médico o la persona que realizara un aborto sería pasible de una condena de entre seis y 24 meses de prisión. En tanto, la mujer podría recibir de tres a nueve meses de cárcel. La ley señalaba que el juez competente estaba en condiciones de reducir o suspender la condena de la mujer en circunstancias como su situación económica, el riesgo para su salud, violación o si estuviera en riesgo el honor familiar.

La ley rigió hasta el año 2012 cuando el Parlamento aprobó la llamada "Ley de Salud Sexual y Reproductiva" que habilita la realización de abortos en determinadas condiciones.

Salvador García Pintos. Foto: Familia García Pintos
Salvador García Pintos. Foto: Familia García Pintos

Reconocimientos.

El accionar de García Pintos tuvo repercusiones a escala planetaria. Su campaña llegó a oídos del papa Pío XI quien le colocó la distinción de San Gregorio Magno como defensor de los derechos del niño por nacer.

Ya entrada la década de los años de 1940 el médico García Pintos ingresó a la Cámara de Representantes como representante de la Unión Cívica. Permaneció en la banca durante cuatro períodos donde presentó más de 80 proyectos de ley que en su mayor parte trataban de asuntos sociales como el derecho a huelga, moralidad civil y religiosa, protección a la familia campesina, entre otros.

Falleció en el año 1956 pescando junto a un grupo de amigos en el balneario La Floresta. Estaban en una pequeña chalana a unos 60 metros de la costa. De manera inesperada, en determinado momento la embarcación se dio vuelta y el médico no logró volver a la costa.

Su sepelio provocó que una multitud fuera a despedirlo y comenzó a tejerse la leyenda sobre su vida. Aquel día algunos católicos comenzaron a hablar de su "fama de santidad", un requisito para que en el futuro pueda ser declarado santo.

Una vida singular en un país muy distinto.

La vida de Salvador García Pintos es una sucesión de singularidades. Fue uno de los pocos profesionales de su tiempo que estudió en Europa. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial debió volver al país y logró que el presidente Batlle y Ordóñez hiciera que la Facultad de Medicina le permitiera hacer la carrera. Fue uno de los pocos laicos uruguayos en ser reconocidos en vida por el papa Pío XI en la Santa Sede. Los ecos de aquella campaña contra la despenalización del aborto recorrieron el mundo, lo que le valió distintos reconocimientos de la Iglesia.

Católicos uruguayos esperan milagros.

En toda la historia del catolicismo uruguayo nunca surgió un santo. Sí hay tres beatas, distinción a la que se accede por un milagro probado o por haber muerto en ocasión de martirio.

Una de ellas es la fundadora de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto, Francisca Rubatto, nacida en Italia en 1844 y fallecida en 1904, que tuvo una importante actuación social en el populoso barrio Belvedere.

Por otro lado, se encuentra el caso de las hermanas Consuelo y Dolores Aguiar Mella que murieron como mártires en España durante el año 1936.

En tanto, el caso de monseñor Jacinto Vera sigue avanzando luego de haber sido declarado Siervo de Dios y más tarde Venerable por el papa Francisco. Todos los trámites formales están resueltos, ahora los fieles se encuentran a la espera de un milagro para que se pueda proceder a elevarlo a la categoría de beato.

Durante el mes de febrero pasado el Vaticano nombró como Siervo de Dios al Padre Cacho. Nacido en el año 1929 con el nombre de Rúben Isidro Alonso, se ordenó sacerdote salesiano en el año 1959.

Dedicó su vida a trabajar con los más pobres. Fue un activo protagonista en la tarea de mejorar la calidad de vida de las familias de distintos barrios, entre ellos el Casavalle donde vivió muchos años en un rancho de lata. Tuvo distintos destinos, entre ellos la ciudad de Rivera; en 1977 se mudó al barrio Plácido Ellauri conde comenzó su obra. Falleció en el año 1992.

Rosas.

El joven catequista Walter Chango fue declarado Siervo de Dios en el año 2001. Falleció en el año 1939 y en su velatorio ocurrió una situación sin explicación y con testigos. El relato de la página web de la Conferencia Episcopal indica que cuando el joven enfermó de tuberculosis le pidió a su madre que cuando muriera lo cubriera con las rosas que había en el jardín.

Cuando falleció, la mujer recordó el pedido y fue al jardín esperando encontrar al menos una rosa. No encontró ninguna. La gente que estaba presente comentó acerca de la agradable fragancia que se sentía.

De inmediato obervaron que los rosales estaban cubiertos de flores. Cortaron las rosas para colocarlas en el féretro y nuevamente volvieron a florecer. El caso se repitió tres veces hasta cubrir por completo el cuerpo de Walter. El hecho fue presenciado por el entonces obispo de Montevideo, Antonio María Barbieri.

DOS HISTORIAS QUE CONMOVIERON A SUS HIJOS Y NIETOS.

Los presuntos milagros de Salvador.

Todas las causas de santos requieren de un milagro. Una vez ocurrido, un representante de la Iglesia Católica se ocupa de indagar y confirmar si es o no un caso sobrenatural.

En el caso de Salvador García Pintos todavía no se ha evaluado ningún caso, pero en la familia hay varias historias que podrían servir como inicio de investigación para la causa.

Una de ellas indica que un día, durante la campaña electoral del año 1983, Pablo García Pintos recibió un extraño testimonio de fe. Estaba en un acto partidario cuando una mujer se le acercó y le dijo que su padre le había salvado la vida en una intervención quirúrgica. No era una mujer mayor, así que le llamó la atención el comentario.

"Usted me confunde, mi padre falleció en el año 1956", respondió García Pintos. "Lo sé, pero a mí me curó hace tres o cuatro años", dijo la mujer. El hombre escuchó y no siguió el diálogo, pero al otro día le pidió a una hermana que tratara de hablar con la mujer.

Ambas mujeres se juntaron a conversar. Con mucho pudor, la supuesta operada por Salvador García Pintos confesó que había tenido una enfermedad que requería una intervención quirúrgica y que cuando fue a su médico tratante el profesional encontró que la operación ya se había realizado y que sólo quedaban pequeñas cicatrices.

"Yo invoqué a su padre y le pedí que intercediera ante el padre Pío para poder curarme", explicó la mujer con toda naturalidad. La historia quedó en el anecdotario familiar y uno de los nietos del médico le encontró una risueña explicación: "cuando el padre Pío necesita operar, viene Salvador".

Tras vivir aquella situación, la familia comenzó a investigar sobre otros casos de milagros o casos extraños que habían llegado durante años. Fue así que supieron de una mujer que va a la vieja casona familiar de Agraciada y Tapes (actual Salvador García Pintos) cada vez que tiene problemas. "Dice que toca las paredes y sus problemas desaparecen", contó Pablo García Pintos a El País.

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