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Empleo ideal para mecánico uruguayo en una isla solitaria

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Tristan Da Cunha. La paradisíaca isla del Atlántico necesita un experto automotriz. Foto: Google.

El sueldo es de US$ 3.400 por mes; en la isla se puede disfrutar del golf, la pesca y una vida tranquila.

Atentos a este anuncio los mecánicos de autos de nuestro país: se ofrece una remuneración de 25.000 libras esterlinas al año (unos 3.400 dólares mensuales) por ejercer apenas unas pocas horas al mes su trabajo especializado. El contrato es por dos años con posibilidad de extensión. Claro que la contrapartida tiene sus bemoles.

El manejo imprescindible de la lengua inglesa es acaso lo de menos. Más complicado es soportar la relativa soledad en una isla perdida en el Océano Atlántico en la que apenas conviven 275 personas y saber que de allí no se puede salir durante 10 meses al año.

El aviso lo acaba de publicar el diario The Sun londinense por cuenta y orden de la autoridad provincial de la isla Tristan da Cunha, una colonia británica que en el pasado (de ahí su nombre) supo ser portuguesa. El título decía: "Se busca: mecánico que le guste el golf, pescar y una vida muy tranquila".

El autor de esta nota, que estaba casualmente en Londres, lo leyó en el periódico de marras y pensó que debía hacerlo conocer enseguida a los mecánicos compatriotas, ya que el espíritu de buen inmigrante de los orientales, combinado con la manida garra charrúa, pueden operar perfectamente para que un uruguayo sea el primero en alistarse.

Vida social.

Veamos los detalles, como para ir meditando sobre lo que el mecánico aspirante uruguayo va a encontrar:

¿Dónde queda Tristan da Cunha? En medio del Océano Atlántico, a la altura del mismo meridiano que Uruguay, barrido por los vientos de la Antártida, a 2.816 kilómetros de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y a 3.360 de la costa uruguaya, el punto más cercano de Sudamérica, precisamente.

¿Cómo se llega hasta allí? Aeropuerto no tiene, así que no es fácil: un barco sale muy de vez en cuando desde Ciudad del Cabo y demora siete días en llegar. Pero ése acaso no es el mayor inconveniente, porque al menos llega; el problema mayor es que se trata de una isla tan ventosa, tan sometida a los oleajes oceánicos, que su rada portuaria apenas permite el ingreso del barco durante unos 60 días al año, en los meses de enero y febrero. El resto del año queda completamente aislada, sin que nadie allí vea caras diferentes, salvo por la ocasional visita de algún navegante solitario en su velero que normalmente es más lo que pide que lo que puede dar. Por eso, mucho no los quieren.

¿Cómo se desarrolla la vida allí? ¿Qué estructura social va a encontrar el mecánico uruguayo? Debe saber que los 275 habitantes pertenecen a 80 familias que se distribuyen en 7 apellidos: los Glass, los Green, los Hagan, los Lavarello, los Repetto, los Rogers y los Swain. No hay otros apellidos. La consanguineidad es la más alta del mundo, lo que no impide que, pese al desarrollo del asma y el glaucoma, el residente mayor sea una dama que cumplió 97 años de edad, llamada Ellen Rogers. El más pequeño es también de la familia Rogers y nació en septiembre pasado.

El idioma que hablan es el inglés, lo que se festeja anualmente es el Día del cumpleaños de la Reina Isabel II, la moneda circulante es la libra esterlina y la televisión que ven es la BBC satelital. Pero insólitamente tienen una cancha de golf, una discoteca que se abre los sábados de noche, un único pub llamado Albatross donde la cerveza corre sin pausa ni prisa y un club de pesca donde la competencia por el mayor pez la practican casi todos sus habitantes.

Esas son las diversiones principales, aunque también debe saber el mecánico aspirante que las siete familias son muy atentas, que seguramente lo van a invitar a sus casas a tomar un té inglés o una pinta de cerveza negra. Y seguramente le extiendan la invitación a cenar siempre que sepan caer simpáticos y hablen bien de la Corona británica.

En cuanto a su trabajo, debe preocuparse de que los 125 automóviles que hoy existen en la isla estén en perfectas condiciones para transitar las estrechas callejuelas del pueblo y sobre todo por la ruta semi-pavimentada que bordea la isla, la M1, que va desde la capital, Settlement (ellos la llaman "la Edimburgo de los siete mares") y bordea toda la isla, ya que el centro de la misma es un volcán, hoy extinguido, que impide todo paso.

En suma, no es un trabajo difícil, aunque sí lo puede ser la vida en Tristán da Cunha, la isla habitada más remota del mundo civilizado. Pero al menos puede estar seguro que ahorrará más de la mitad de su salario (no hay mucho donde gastarlo), que muy pronto conocerá a todos sus habitantes, que dormirá con la puerta sin cerrojo porque no existe el delito, que no sabrá lo que es el stress ni la polución de las ciudades y que aun cuando su tema laboral sean los autos, puede llegar caminando a todas partes.

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Tristan Da Cunha. La paradisíaca isla del Atlántico necesita un experto automotriz. Foto: Google.

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