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Lirismo y erudición

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Matsuo Bashô

Los viajes de la última década de la vida de este gran poeta japonés.

MATSUO Bashô (Japón 1644 -1694) fue un gran poeta japonés, cultor y renovador del haiku (forma poética breve, con tres versos de cinco, siete y cinco sílabas, que capta un instante del paisaje). Vivió al comienzo del Shogunato del Clan Tokugawa (1600-1868), que marca el período premoderno del Japón, y no su Edad Media, como suele afirmarse. De origen campesino, llegó a ser un célebre poeta y erudito con numerosos discípulos sin perder su sencillez, como lo muestra el buen humor con que afrontó las precarias condiciones en sus viajes, a pie durante su última década de vida (Piojos, pulgas./ Y un caballo que orina/ junto a mi almohada). O la decisión de no comentar nada más tras apuntar, acerca de un paraje, unos versos de otro poeta, porque hubiera sido "añadirle otro dedo a una mano". Su poesía está influida por el Zen, el Taoísmo y la tradición literaria china y japonesa. Se convirtió en "laico consagrado" Zen y esa condición intermedia entre hombre común y monje lo llevó a decir de sí mismo que era como un murciélago, mezcla de cuervo y ratón.

Viajaba para contemplar la naturaleza. El destino de la peregrinación era, por ejemplo, contemplar la luna llena desde cierta montaña o ante tal o cual bahía. Ya desde ahí debe entender el lector occidental que el concepto de la naturaleza y su contemplación es, para este poeta y su cultura, muy peculiar. El paisaje dispara un proceso múltiple, que cuaja en poemas breves y a menudo enigmáticos, que reflejan a la vez el pintoresquismo del paisaje, la trascendencia esencial de la naturaleza —como dice Bashô, "el ingenio del Creador"—, la afectividad del poeta —lo que toca también el sentir del lector que sepa entrar en el juego—, la tradición literaria e histórica y, por último pero no menos importante, las ricas relaciones sonoras y conceptuales que la lengua japonesa permite.

Asombra el lirismo y la erudición de estos diarios de viaje, condensado de pronto en poemas tan breves como magistrales: Se va la primavera,/ lamentos de pájaros lágrimas,/ en los ojos de los peces. O este otro: Sol en invierno/ mi sombra se congela/ sobre el caballo.

Bashô es sencillo y generoso como maestro y compañero de viaje. Tal es su amabilidad que no sólo consigna los poemas que las alternativas del viaje le provocan, sino también los que escriben sus compañeros. Esto, y las constantes referencias a mil años de poesía china y japonesa, pueden ser una buena guía para que el lector de Occidente comience a recorrer la literatura del otro extremo del mundo. Las referencias a la mitología, así como también a la narrativa del Japón medieval, muestran una constante asociación entre heroísmo y sensibilidad afectiva, moral, religiosa y estética, que sin embargo no logran detener la violencia y la crueldad, vividas como destino. Esto tal vez ayude a comprender —que no a justificar ni a tolerar— algunos crímenes japoneses de la Segunda Guerra Mundial.

La traducción, el prólogo y sobre todo las notas de Alberto Silva y Masateru Ito son un prodigio de cuidado y paciencia docente para guiar al lector por entre la densa red de citas y alusiones que cruza estos relatos de viajes, así como también para explicar todas las peculiaridades etimológicas del japonés —tan rico en sugerencias poéticas en la estructura de los topónimos y nombres propios— que se pudieran perder en la traducción.

DIARIOS DE VIAJE, de Matsuo Bashô. Fondo de Cultura Económica, 2015. Buenos Aires, 196 págs. Distribuye Gussi.

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