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La creación del fin del mundo

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En la Tierra del Fuego como fin del mundo pasaron demasiadas cosas, algunas tremendas. Darwin, maravillado, pasó allí tres años. Lo cuenta en entrevista el investigador Guillermo Giucci.

UN VACÍO pero con vida humana. Un lugar incomunicado, inclemente, pero donde vive gente, aunque no se sabe bien por qué. Esa es la idea actual de "fin del mundo", y es una idea que ha tenido cambios, sobre todo en los últimos cinco siglos, desde que Cristóbal Colón halló un continente que luego se llamaría América. Esta idea es explorada por el investigador uruguayo Guillermo Giucci a partir de un lugar bien concreto: la Tierra del Fuego. Su libro, Tierra del Fuego, La creación del fin del mundo (Fondo de Cultura Económica, 2014) va, con fluidez, de lo concreto a lo simbólico, de la muerte, el hambre y el frío de los primeros intentos por "civilizar" la zona, a la forma cómo se presentaba esa idea en la imaginación de los lejanos habitantes de Europa, el norte "civilizado". Desde los habitantes salvajes cubiertos con grasa animal que Darwin vio con cierto asco, hasta los turistas que hoy sacan fotos a un falso faro del fin del mundo en el canal de Beagle.

UNA MARCA.

—El Fin del Mundo hoy es una marca, una grifa para vender destinos turísticos, como ocurre con Tierra del Fuego.

—Sí, y llevan turistas por millares a sacarle fotos a un faro que no es el original. El primero es de 1882, estaba en la isla de San Juan de Salvamento y pertenecía a la armada argentina. Estaban tratando de civilizar el sur, a los fueguinos, que no se consideraban para nada habitantes del fin del mundo. Según los cronistas ellos se consideraban como el centro del mundo. En realidad carecían de noción de "mundo". Vivían en un espacio muy limitado.

—Es, entonces, el primer faro del fin del mundo.

—Ese faro no tiene ninguna asociación simbólica con la idea, porque la idea aún no estaba instalada, aunque literariamente a Julio Verne le permitió pensar que ahí sí estaba el fin del mundo. Se desmantela poco después —sólo se usa 20 años— y se construye otro en el canal de Beagle, muy cerca de Ushuaia en los islotes Les Éclaireurs, pero no tiene nada que ver con aquel faro.

—Un faro que carece de todo romanticismo, ni siquiera tiene farero, es automático.

—Pero llevan a la gente y le sacan fotos. Es marca turística. Pero es una idea discutida. Siguen peleándose por la idea de fin del mundo. Ahora Chile tiene un pequeño asentamiento militar que queda más al sur de Ushuaia, Puerto Williams, que quieren transformar en ciudad. Y en Ushuaia están un poco desesperados, porque si les cambian eso se les termina... Ahora están tratando de vender Ushuaia como trampolín para la Antártida. De esa forma siguen siendo el "fin", y al nuevo destino turístico le llaman "más allá del fin del mundo". Hay mucha gente interesada.

—Son cambios que se deciden con una instantaneidad que no existía en la época de los primeros exploradores que llegaron allí, sin mapas, sin referencias, sin comunicación, y en aguas muy peligrosas.

—Sí, un lugar horrible, con una cantidad de naufragios espantosos. Al leer las crónicas de época uno toma contacto con esas situaciones límite.

—¿Algún texto en particular que te haya impresionado más?

—Uno de los textos que más me impresionó relata el intento de los españoles por fundar dos fuertes militares, uno en cada lado de la primera angostura del Estrecho de Magallanes. El problema era que el pirata Francis Drake había atravesado el estrecho, y había saqueado las riquezas de Perú. La expedición partió de España en 1581, pero todo muy desorganizado. Habían elaborado planos complicadísimos de los fuertes sin tener la menor idea del lugar. En la misma partida de Sanlúcar de Barrameda estaba instalada la idea de que iban al matadero. Luego de una tormenta retornan y parten esta vez del puerto de Cádiz. Eran 16 naves y 2.500 personas.Llevaban albañiles, carpinteros, herreros, colonizadores, familias con mujeres e hijos.Había una obsesión por el detalle que encubría un caos general.Nadie, ni el más pesimista, imaginaba lo que les esperaba. El desconocimiento era brutal. Nadie podía imaginarse realmente lo que significaba la Tierra del Fuego.

—La aridez total, el frío.

—Es terrible el frío de allí, la nieve, y los vientos todo el año. Y sin la menor comunicación. Pasaba cualquier cosa y había que ir hasta Montevideo.

—¿Qué les pasó?

—Sólo uno sobrevive, que es quien cuenta la historia. Llegan 400 colonos luego de motines y deserciones que se dan en el camino. Desembarcan, un capitán se vuelve a España con los barcos de los alimentos y la ropa y los abandona a su suerte. Entonces sin ropa, sin comida, tienen que sobrevivir con raíces, con lo que encuentran. Se describen actos de canibalismo, incluso cuando los ingleses llegan luego encuentran cabezas decapitadas en postes. Así controlaba las sublevaciones el capitán al mando, Sarmiento de Gamboa. También mujeres y niños muertos tirados.

—Dantesco.

—Sí, dantesco es la palabra justa. Están los relatos de cómo van muriendo de hambre, comen raíces que les hacen mal, están sin calzado, sin ropa. Sarmiento espera una ayuda que nunca llega... al final va a España a donde arriba en 1590 luego de un viaje que es toda una peripecia en sí. Llega todo desdentado para pedir ayuda para los sobrevivientes que a esa altura ya estaban todos muertos. De hecho Sarmiento muere dos años después sin tener noticias del destino de los colonos. Esa falta de comunicación, esa imposibilidad de contacto, hoy nos parece poco creíble.

   

   

HISTORIA METAFÓRICA.

—¿Los colonos de Sarmiento de Gamboa no manejaban la idea de estar en el fin del mundo?

—Esa idea recién aparece en el siglo XX, no existía en el siglo XIV. Cuando se bautiza al archipiélago Tierra del Fuego en 1520 la imagen del mundo es muy incompleta. Aparecen territorios imaginados, inexplorados, que ni siquiera saben si son islas o tierra firme. Recién se tiene una imagen completa del globo en el siglo XIX. Y al final, cuando tenemos en el siglo XX la visión completa del planeta Tierra, es cuando podemos ubicar el sur allá abajo, y definir la idea de Fin del Mundo.

—Pero sin tener noción de la globalidad, todas las épocas manejaron la existencia de territorios desconocidos, desde la lejana antigüedad.

—En el libro hago una distinción que me parece relevante entre "finibusterre" (último extremo) y fin del mundo. Cada época, cada cultura tiene su propia finibusterre. En la Edad Media estaban las columnas de Hércules en España. Era donde se terminaba la tierra. El Océano Atlántico que conocemos para ellos era desconocido. Pero eso no era un legítimo Fin del Mundo, era una finibusterre como tantas, como cuando Homero habla de donde se termina el mundo.

—¿Cuándo comienza entonces a cristalizar la idea de fin del mundo?

—Es un proceso que va de 1520 a la actualidad. Es una historia metafórica de creación. ¿Cuál es la diferencia entre revelación y creación? Yo considero que hay un proceso de revelación del mundo en el sentido geográfico. Las expediciones ultramarinas, el llamado expansionismo en su primera etapa, sobre todo, comienza a mapear el mundo. Es lo que hacen Magallanes y Elcano: el mundo es mayor de lo que imaginábamos. Se va revelando, pero no se lo crea: se lo denomina, se lo mapea, se lo ocupa, se lo transforma, pero no se lo crea porque ya existe. Se hace patente en los mapas. Ahora, allí no hay un lugar llamado "fin del mundo". Ese fin del mundo, entonces, es creado, es inventado. Hay un libro clásico del mexicano Edmundo OGorman, La invención de América, donde recorre la trayectoria de esa invención de 1492 a 1507, cuando al final se la denomina América. A Colón se le reveló un territorio concreto en 1492; luego, más tarde, se inventó América. Decir que América fue descubierta en 1492 es historiográficamente un absurdo.

—¿Cuando se crea el fin del mundo fueguino? Usted afirma en el libro que es un capítulo singular y tardío en la más amplia revelación del planeta.

—Porque una vez que el mundo entero se reveló en su totalidad, es posible que alguien en el norte diga: "Sí, allá abajo, en el pie, en lo inclemente, en lo incomunicado, donde sobreviven pequeños grupos humanos que están desapareciendo, eso es el fin del mundo". Una vez revelado todo el planeta, podemos ubicar ese fin del mundo, que es metafórico. Es un aspecto específico de una creación geopolítica tardía.

—Como los sitios que se borran del Google Earth por cuestiones de seguridad.

—Sí, por razones políticas. Pero no son necesariamente lejanos. Cuáles son esos sitios lejanos hoy es una discusión. Lugares lejanos son, por ejemplo, aquellos donde las compañías de seguros no cubren, no aseguran.

NOVELA, POESÍA Y CINE.

—¿Qué papel jugaron las artes en la creación de este fin del mundo? La literatura, por ejemplo.

—A mí me gusta mucho una novela que escribió el escritor chileno Patricio Manns sobre la vida del visionario rumano Julio Popper, El corazón a contraluz. Él imagina la existencia de una aborigen de Tierra del Fuego que es como su esclava y también amante. Popper es la expresión de una persona desarraigada, cosmopolita en el sentido más actual. Es un capitalista que piensa que en cualquier lugar se puede hacer algo. Alguien que no tiene patria. La aborigen, que es obligada a viajar a Europa, por oposición aparece como una persona que tiene una ligazón con el lugar, con lo local. A ella todo lo que le importa es su lugar en el mundo, y su lugar en el mundo es Tierra del Fuego. Popper no, tiene el mundo como lugar pero no tiene lugar en el mundo. La aborigen tiene un lugar en el mundo, pero no tiene el mundo como lugar.

—¿Y Maluco de Napoleón Baccino?

—Casi no menciona a la Tierra del Fuego. Menciona al indio gigante... Es un libro notable, pero tiene muy poca información. Entra dentro de la literatura de la conquista o de la llamada anti conquista. Hay una novela que para mí es una de las mejores novelas latinoamericanas, El entenado de Juan José Saer, que recrea el viaje de Solís. Es un viaje absolutamente imaginario en el sentido filosófico, sobre qué significa la condición humana.

—¿Que aportó la poesía?

—Hay poemas que no tienen nada que ver con Tierra del Fuego pero que los podemos pensar de algún modo. Mientras yo escribía el libro tenía en mente el poema "El viaje" de Baudelaire. Plantea la discusión sobre qué significa ver el mundo, el ser humano transportándose a si mismo, sacado de allá, pero que es la misma persona. Siempre volvía sobre el poema porque me permitía entender la historia de la movilidad en relación con Tierra del Fuego. Me permitía pensar de un modo amplio.

—¿Algún otro poema de Baudelaire?

—Sí, "Albatros", que hace una referencia directa, es un texto que él retoma de una historia del extremo sur. Pero "El viaje" es el que más me interesó. Allí hay varias referencias específicas a la historia de la movilidad. Dice: "¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!" para volar con la imaginación. O cuando se queja de este mundo que se revela completamente y pregunta dónde está la imaginación.

—¿Alguna película?

Felices juntos, de Wong Kar-wai, que menciono en el epílogo del libro. Es sobre dos asiáticos que se van a vivir a Buenos Aires. Son pareja homosexual, conocen a un lavaplatos en un restaurant, van sobreviviendo, y este personaje les dice: "Dicen que si estás en el faro del fin del mundo podés pedir que se te terminen las penas en este mundo". Van, y en la película aparece el faro falso. La imaginación los lleva al lugar donde se terminan las penas, donde históricamente fue todo lo contrario: el espacio de las penas, de lo dantesco.

UN LIBRO REVOLUCIONARIO.

—¿Qué explorador destacaría?

—El joven Charles Darwin. Pasa mucho tiempo allí, casi tres años. El almirantazgo inglés quería mapear toda esa zona poco conocida. Tenían una de las bases en Montevideo. Viajan en condiciones muy precarias. Es un joven de 21 años que acompaña a Fitz Roy, el comandante del HMS Beagle, que tenía 23, 24 años.

—¿Qué impresionó más a Darwin?

—Los indios yámana, que estaban ahí en el archipiélago. Vivían prácticamente desnudos, nómades, las casitas eran hojas que ponían y se juntaban todos a dormir. Darwin las considera las personas más primitivas del mundo, y se pregunta para qué viven. Es el Darwin joven que todavía tiene elementos religiosos, se está formando como investigador. Se hace una pregunta muy interesante: "¿Qué posible felicidad pueden tener estos seres humanos?" y Agrega: "algo deben tener porque se reproducen", o sea, no se dejan morir, siguen viviendo, sobreviven. Algún tipo de alegría deben tener, pero Darwin no entiende cuál. Los yámana le parecen lo peor que hay en el mundo, dice "¿para qué existen?"

—Qué historia insólita la del vínculo Darwin-Fitz Roy.

—Fitz Roy ahí comienza a convertirse en un fanático católico fundamentalista y Darwin, por el contrario, que al principio quería ser misionero, se va orientando hacia la teoría de la evolución de las especies, y termina publicando en 1859 un libro revolucionario, El origen de las especies.

—Anticlerical.

—Absoluto. Entonces Fitz Roy se culpa de haber posibilitado que Darwin hiciera ese proceso, y se suicida. Además Fitz Roy nunca le perdona a Darwin el éxito que tiene su libro. Del Beagle salen cuatro libros distintos, pero el único que tuvo éxito fue el de Darwin. Es que fue un gran observador, y ya entonces va en otra dirección.

—A diferencia de los personajes de Wong Kar-wai, para Fitz Roy ese fin del mundo no fue un lugar de redención sino de martirio.

—Exacto. Esa pareja de asiáticos nos muestra que ahora, en la imaginación, es más un lugar de reconciliación, de redención.

Faro en los islotes Les Éclaireurs en el canal Beagle, frente a la bahía de Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina.
Faro en los islotes Les Éclaireurs en el canal Beagle, frente a la bahía de Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina.
El H.M.S. Beagle en Tierra del Fuego, acuarela de Conrad Martens.
El H.M.S. Beagle en Tierra del Fuego, acuarela de Conrad Martens.
Faro de San Juan de Salvamento reconstruido (réplica).
Faro de San Juan de Salvamento reconstruido (réplica).
Portada de El Faro del Fin del Mundo, de Julio Verne.
Portada de El Faro del Fin del Mundo, de Julio Verne.
Fotograma de Felices juntos, de Wong Kar-wai.
Fotograma de Felices juntos, de Wong Kar-wai.

Tierra del Fuego en la imaginaciónLászló Erdélyi

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