Publicidad

A las raíces

| El actor reestrena faceta de cantante con nuevo disco y prepara otra telenovela. Y habla de todo.

Compartir esta noticia
 20090522 440x600

Por: Miguel Bardesio

Hoy, Osvaldo Laport se presenta en Mendoza (Argentina). Pero no será Catriel, Fierro, Guevara o cualquier otro de sus personajes. Será él mismo, micrófono en mano y nueve músicos en escena, el que se plante en el escenario a ponerle voz a un show de música folclórica.

Alejado hace dos años de la pantalla, el actor de 52 años ha aprovechado el tiempo para explorar -y animarse- a una de sus primeras pasiones: el canto. Laport sacó un primer disco melódico (Ojalá) y ahora va por un segundo trabajo, aún sin título, pero con impronta folclórica. "En el primer disco, sentía que debía transitar por un andarivel no muy distinto a lo que la gente está acostumbrada a ver de mí, que son los galanes. Debía caminar por las baladas, lo romántico", asegura en entrevista para Sábado Show.

Sin embargo, en este segundo trabajo, que podría llamarse Caminos de mi tierra, Laport ha querido "volver" a sus raíces. Se crió en el campo, en Juan Lacaze y pese a que lleva 33 años de vida y éxito citadino en Buenos Aires, le tentó un regreso a las imágenes camperas. Quienes quieran escuchar, en El País Digital (www.elpais.com.uy) están colgados los temas En la luna y Mi pasajera.

Una cosa no quita la otra y Laport volverá pronto a la telenovela diaria. Ya tiene los primeros libretos y empezará a grabar en los próximos meses Café, café, una tira de Pol-Ka que irá una vez que termine Valientes en horario central. El actor tiene un contrato de exclusividad con la productora de Adrián Suar y de esta nueva tira no adelanta demasiado: se sabe que interpretará a un vendedor callejero de café y que la protagonista femenina sería Andrea del Boca.

Antes de eso, en Uruguay se lo verá en televisión en algún spot publicitario de la campaña de Danilo Astori, precandidato al que ha resuelto apoyar. "Yo me blanquee. Por muchos años, no quise comprometerme políticamente, pero ahora estoy más grande y digo que sí: que un personaje público puede hacer visible un compromiso social, el trabajo de cierta gente", asegura.

De música, de televisión, de política y hasta de farándula, Osvaldo Laport desglosa pregunta a pregunta cada tema. Llegó a Uruguay la semana pasada para un trámite bancario y, como cualquiera, enfrentó la burocracia de pasarse cuatro horas de espera. Anduvo por las calles montevideanas igual que en Buenos Aires: con gorro y lentes negros, pero pronto notó la diferencia. Acá la gente lo reconoce menos y si lo hacen, no hay tanta impulsividad para la foto o el autógrafo.

Pero antes de todo eso, un almuerzo con el actor y cantante en el restaurante Lindolfo, de Ciudad Vieja, donde optó por un plato de abadejo. "Me encanta el pescado", comenta el lacacino.

-¿Por qué has tomado el camino del canto?

-Hace muchos años que estudio canto y yo creo en una concepción del artista completo. En estos pocos viajes que hago a Uruguay, he tenido la casualidad de encontrarme con Sebastián Almada y hemos conversado mucho sobre esto. Los artistas deben tener apertura: el padre de Sebastián (Enrique Almada), es un ejemplo, con su grupo Hiperhumor. Ellos cantaban, actuaban, eran completos. Y yo tengo esos mismos genes, la misma idiosincrasia. El problema es que vivimos en una plaza tan prejuiciosa, tan encasillada en donde si sos actor, sos actor. Y más de televisión, porque ya de teatro es otra cosa. Y si sos actor de cine, sos intelectual.

-El primer disco fue melódico y ahora vas por el folclore. ¿Por qué el cambio?

-Ese primer trabajo me ayudó mucho a romper esos prejuicios, a romperlos uno mismo y también los demás. No sólo el público, sino un sector importante de mis pares, que veían (o ven) con recelo estas cosas. Pero bueno. Ese primer disco (Ojalá) fue hecho con toda la entrega, el respeto al público y el amor, que son los condimentos que siempre están a la hora de construir mis personajes. Y en este segundo, del folclore, surgió del compromiso social. Además de ser embajador de Acnur, he acompañado a mucha gente de merenderos o comedores y entre ellos, hay un niño llamado Thiago, que tiene octogénesis imperfecta, huesos de cristal, una enfermedad sin cura y muy costosa. El año pasado le organizamos un festival a beneficio del niño y allí me encontré con productores del campo que me dieron todo lo relacionado con la tradición, las raíces. Después, fui a pedirle el permiso y el aval a figuras del género, como Horacio Guarany, que me dio material para cantar, al Chaqueño Palavecino, a Luciano Pereyra, que es un amigo. Ahí, descubrí que uno a veces está distraído en la vida y lo estaba, mis raíces son el campo, toda mi infancia. En este rubro, el folclore, me siento mucho más cómodo porque soy yo arriba del escenario. No hay ningún personaje.

-Para ti, un actor con popularidad, ¿te fue más fácil entrar en otro rubro?

-No, es igual de difícil o hasta peor. Además, mi personalidad no me permite especular con eso. Mi primer show musical, por ejemplo, fue hace unos dos años en el interior de Argentina. Pero sentí que no era lo que yo quería con la música, como que estaban utilizando el nombre de Osvaldo Laport y nada más.

-En la grabación de Son de Fierro tuviste un pico de stress. ¿Necesitabas este parate?

-Las novelas diarias son muy desgastantes y ahora, hace dos años que no hago nada. Tengo un contrato de exclusividad con Pol-Ka y es una caricia al alma, la verdad, esa ligazón para que no vaya a otro canal. Los otros días me encontré con Adrián (Suar) y me dice: "Osvaldito, mirá que ya tengo los primeros libros de Café, café" y yo le respondo: "No, no quiero". Pero bueno, tengo muchas ganas de volver y empezaremos en octubre o noviembre. Después de Fierro, Adrián me propuso hacer un unitario, que se llamaba Compulsiones. Yo estaba feliz, pero luego, por la crisis, se reestructuró toda la programación, y ese proyecto quedó. Y esta, Café, café iba a salir ahora en mayo. Pero se pasó para el prime time después de Valientes.

-¿Cómo te definirías como actor?

-Yo he hecho de galán, pero de uno muy terrenal. Trato siempre de transgredir, de sorprender con mis personajes. Y claro, estoy siempre expuesto al cachetazo y pongo la cara sin problemas. Guevara (de Campeones) fue por ejemplo un personaje muy criticado pero después terminaron aceptándolo porque descubren que es un tipo de carne y hueso, que se encuentra a la vuelta de cualquier esquina.

-¿Con cuál personaje te quedarías si fueras a repetirlo?

-Catriel, Guevara, Fierro... fueron tantos. Cada uno muy distinto entre sí y también muy distinto de mí. Pero creo que me quedo con Guevara, me encantaría que volviera. Fierro fue también un personaje de un realismo poco común. Era la primera vez que se tocaba un tema tan oculto en una sociedad machista como la infidelidad femenina. Encima, le tocó a un carnicero, pobrecito, cómo lloraba el tarado (risas). Yo tengo anécdotas increíbles de subirme a un taxi y el chofer que me mira: "¿Cómo le va Laport? Sabe que a mí me pasa lo mismo que a usted, ¿no?". Eso al mismo tiempo me da la posibilidad de sensibilizarme con un público que me enorgullece, que es el masculino. Yo tengo mucho público entre los hombres.

-También entre las mujeres...

-Sí, obvio. Si no lo tuviera, estaría alarmado. Pero eso es el común denominador, lo que uno espera.

-¿Es pesada la carga de galán, de sex symbol?

-Bueno, yo he tenido propuestas que decís: `te agradezco, pero no`. Es curioso, porque si fuera un galán más acartonado, más estructurado, tal vez el público dice: ese tipo es inalcanzable. Pero conmigo, al verme en personajes más terrenales, se tiran más al agua. Además, con el flagelo de la inseguridad que vivimos, he tenido experiencias feas. Una vez iba en el auto y en un semáforo, una chica se me acerca con un ramo de flores. Es muy común allá que los vendedores no sean vendedores, entonces, yo le cierro el vidrio. Pero ella gritaba, con el ramo en la mano: "Son para vos, te las regalo". Y yo: "no quiero, no quiero". Y me sentí tan mal. ¿Por qué tenemos que vivir así? Porque tal vez le corté a esa chica una actitud bella, de una mujer que te admira y ofrece unas flores y yo le cierro la ventana.

-¿Dónde dirías que es tu casa? ¿Juan Lacaze o Buenos Aires?

-Me siento muy feliz en mi pueblo, en la casa de mis padres. Pero también lo soy en mi casa de Buenos Aires, que es un rancho. Hace 20 años que estoy ahí, en una zona (Benavídez) alejada del Centro y donde he acumulado todas mis vivencias. Además, he dispuesto de muchas cosas como para no salir: tengo mi estudio de grabación, un gimnasio. Pero eso me hizo un poco hermitaño y ahora estoy saliendo más.

-En este período alejado de la TV, ¿la mirás igualmente?

-Miro cuando sé que hay algo que me vaya a sorprender o a divertir. Hay un unitario allá, con Cecilia Roth y Julio Chávez, que se llama Tratame bien que es excelente. Después, cuando puedo, chusmeo Valientes porque son todos amigos y ellos dicen que discípulos míos. Está Marianito (Martínez) y Luciano (Castro). A mí me da mucha emoción, a veces, cuando voy a Pol-Ka y me agarran y me dicen: "Ova, esto que estoy haciendo lo aprendí de vos". También veo algo de Tinelli porque es un grande la televisión, aunque cuando entra en la chabacanería, apago. Cuando se ponen en pelotas y hacen alguna cámara, me parece terrible. Terrible de verdad e innecesario.

-¿Intrusos o Los profesionales?

-No, eso está prohibido en casa. En cierto sector de la prensa se rompió como la capa de ozono. No hay límites. Te pongo un ejemplo: cuando la Acnur me nombra embajador de buena voluntad, se hizo un cocktail en un hotel de allá con invitados de la Cancillería y embajadores de los países de América Latina. Yo estaba en una suite y bajo porque ya comenzaba el evento. Estaba toda la prensa, pero toda. Me agarra uno de los jerarcas de la Acnur y me dice: "Lo felicito, Laport, ¡Qué poder de convocatoria!". Y yo le digo: "No, no vienen por mí o por la Acnur, vienen porque saben que me separé". Y fue así; de la Acnur pusieron una línea cuando mucho.

-Ahora estás de nuevo con tu compañera, Viviana Saez.

-Sí, fue una crisis. Hace 30 años que estamos juntos, si habremos tenido crisis. Esa, que fue hace unos dos años, fue dura y dijeron cada cosa... como para provocar, que uno saliera a responder.

-¿Te gustaría trabajar en Uruguay? ¿En alguna ficción?

-Me encantaría. Hice algo, una tira que quedó en un solo capítulo que se llamó Subterráneo que fue una gran experiencia en mi carrera, pese a que no se pudo seguir. Después, hace poco, el Canal 10 me convocó para conducir un programa, pero yo estoy ligado contractualmente a Pol-Ka y no se pudo. Pero tengo muchas ganas y hoy, creo que el Uruguay está marcando su sello artísticamente, su cine a la cabeza. Y me han dicho que este año todos los canales están preparando una ficción, lo que me parece fantástico, que no esté el país tan pendiente de la programación argentina.

-El género de telenovela tiene muchos años. ¿No se te hace reiterativo?

-Me ha pasado y lo he hablado con Adrián. Ahora, por ejemplo, que tengo tiempo para ver ficciones y miro y me digo: "esto ya lo hice", "esto ya fue". No hablo de actuación, sino de guiones. Veo escenas en las que me yo sé que se va a abrir la puerta, que alguien va a estar detrás escuchando. Y yo, hoy, quiero sorprenderme. Me han ofrecido, por ejemplo, hacer papeles en teatro en este tiempo y no, no me causa sorpresa los guiones que me alcanzan.

-Pero con Lalola y otras tiras, hubo como un vuelco en el género. ¿Cómo lo ves?

-Lalola fue importante y yo celebro la intención del cambio. Pero no veo que sea un estilo que vaya a generar fidelidad en el público por mucho tiempo. El costumbrismo es el que el público más apoya, porque la gente tiene más chances de identificarse con los personajes. Ahora con este nuevo producto (Los exitosos Pells), tú lo ves y es muy similar a la estética de Lalola, los mismos colores. Y esa cotidianidad de oficinas como que no permite generar climas familiares, donde tanto el actor como el público se identifiquen y sorprendan.

-Hablando de sorpresas, el final de Son de Fierro fue algo atípico.

-Claro, no fue feliz. Incluso hubo una muerte, más allá de que el actor (Mariano Martínez) se tenía que ir. Pero no solo eso fue sorpresivo. Yo, a esta altura, me permito ciertas licencias y "apreto" en el buen sentido para cambiar algunas cosas del libreto. He parado escenas muchas veces cuando sentía que lo que estaba diciendo no se ajustaba a la verdad del personaje. En Fierro, cuando el tipo confirma la infidelidad de su mujer, había una escena en que se encerraba en el baño y lloraba. Y yo dije: no, me quiero duchar. Y salí desnudo, en cuclillas en la ducha, llorando desconsoladamente. No había cosa más fuerte que un cuerpo desnudo, sin erotismo alguno; era la orfandad del individuo. Esas son las cosas que yo siempre quiero transgredir, no quedarme con el papelito de galán.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad