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La trampa pirata

| En la única tienda de discos originales de Florida se vendieron tan solo ocho unidades de Laberinto, el disco más codiciado de la ciudad.

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Emilio Martínez Muracciole, corresponsal en Florida

LA SEMANA PREVIA al 27 de mayo fue un alboroto general en Florida. Si tener a La Trampa en casa ya era excitante para miles de jóvenes, el plus que le aportó la avalancha de premios Graffiti que recibió la banda apenas dos días antes del recital, tornó a la instancia en "el toque del año" en la ciudad.

Entre pintadas de banderas y la previa de las radios agitando el ambiente por las noches, el ritual de entre semana terminó como sucede siempre en estos casos: hacer lo posible y lo imposible por conseguir la entrada.

Desde su programa de radio Quemando la Noche (92.3 FM Libertador), Juan Pablo Silva aparecía como el salvador para al menos dos personas. Tenía un par de pases libres para regalar, un tesoro por el que muchos se desvivían cuando quedaban unas horas para la fiesta.

Camila, de 14 años, accedió a una de esas entradas. Para ella fue sencillo. Silva no había terminado de preguntar qué día debutó la banda, cuando levantó el tubo para llamar y contestar. "El 3 de mayo de 1991", respondió sin más trámites. Incluso no titubeó cuando el conductor le agregó una segunda e imprevista pregunta. "¿Con quiénes compartieron el escenario ese día?". "Con Cadáveres Ilustres", dijo de inmediato.

La otra entrada estaba en juego desde el comienzo del programa, pero la prenda era muy diferente. Apenas arrancó con su espacio, Silva anunció que le daría el boleto a quien le acercara a los estudios de la radio dos discos originales del grupo. Llevar algo a la radio a cambio de una entrada a un pub u otro premio es moneda corriente en las ciudades del interior. El éxito, entonces, se daba por descontado.

Pero no. Pasaron los minutos y no apareció nadie. Silva decidió hacer la pregunta para regalar la otra entrada (que terminó en manos de Camila), hizo tiempo como pudo, dejó correr algunas canciones, pero no aparecía nadie. No aguantó más. "¡No puedo creer que no haya nadie que tenga dos discos originales de La Trampa en Florida!", exclamó el locutor.

Tampoco tanto como eso. Tal vez haya cuatro o cinco personas que los tienen. El único lugar que vende discos originales en la ciudad de Florida colocó sólo ocho unidades de Laberinto, el último trabajo de la banda, considerado Mejor álbum del año en la entrega de los Graffiti. Ocho copias pueden llegar a vender, en un solo sábado, cada uno de los puesteros que se dedican a vender productos pirateados en la feria de Plaza Asamblea en Florida, según reconocieron ellos mismos.

La historia de la radio, finalmente, no tuvo un desenlace tan amargo como el que Silva temía. Según narró, cuando cerraba el programa "un flaco de unos 20 años apareció en la radio no con dos, sino con cuatro" discos auténticos de La Trampa, autografiados por todos los integrantes de la banda.

Te escucho

Camila, que seguramente sabe hasta la hora a la que debutó La Trampa, es una fanática tipo, con características similares a muchos de los 1.500 seguidores del grupo que ese sábado llenaron el boliche Bald Patch`s. Se encuentra en sitios web con otros fanáticos, tiene camisetas de la banda, hizo una bandera especial para ir al recital y en su casa no hay otra alternativa que escuchar La Trampa en el desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena, según comentó su madre. Tiene la discografía completa de la banda, pero en el disco duro de su computadora y en discos copiados.

Por algún motivo, Camila es apenas un átomo de la masa de un fenómeno que mueve a miles de personas pero que factura acorde a ello sólo en los recitales. La piratería y los sitios web que cuelgan discos completos abofetean a discográficas, productoras, comerciantes y artistas ante la mirada indiferente del Estado, que se queda con el 23% de las ventas por concepto de IVA. Ahí parece estar el tumor.

Además, el problema radica en una pregunta básica: ¿qué delito piensa que está cometiendo quien compra discos piratas o el que baja los temas de una web?

Como las leyes del mercado musical se manejan dentro de las reglas del capitalismo, el razonamiento del consumidor no parece variar para este género: comprar lo más barato posible, "algo igual a lo mismo, o muy parecido", tal como escribió el periodista Mario Yannoulas de Página/12 de Argentina como preámbulo de la confesión que Manu Chau hizo en una conferencia de prensa en el país vecino: "si tuviera 17 años y 20 euros en el bolsillo no compraría un disco, me lo bajaría y con esa plata invitaría a mi novia al cine".

Garo Arakelian, líder de La Trampa, intentó sacudir un poco la modorra cuando recibió su Graffiti como mejor compositor, pidiéndole a los medios que informen "por qué los discos tienen el precio que tienen". Una pregunta cuya respuesta también puede contestar a otras como ¿por qué sólo se han vendido ocho discos originales de Laberinto en Florida cuando ese trabajo logró el disco platino (4.000 copias)? o ¿por qué en la misma ciudad, de todos los trabajos discográficos de La Trampa, se han vendido sólo unas 20 copias auténticas?

"Me siento robado"

Alfredo Savio, de 30 años, se hace la misma pregunta que Arakelian cada vez que se acerca a un comercio discográfico. Es un comprador frecuente de discos copiados, argumentando su condición en "componentes económicos y racionales. A veces priman unos, a veces otros".

En tiempos no muy lejanos tuvo la costumbre de adquirir dos o tres discos originales por mes y ahora, pese a estar lejos de tener urgencias económicas (es soltero, no tiene hijos pero sí un buen ingreso), compra la misma cantidad pero de copiados y por fin de semana.

Si bien "es un tema mayormente económico" el que lo conduce a comprar los discos copiados, dice sentirse "robado" cuando tiene que pagar 300 pesos por cualquier disco. "Por la misma plata me compro diez. Además sé que a los autores les pagan aproximadamente un dólar por disco vendido. Por eso es que me siento robado", explicó Savio.

Este razonamiento en el consumo, señala, lo aplica en general. "Confío en mi sentido común para comprarme cosas sin sentirme robado. Es cierto que lo único que compro trucho son discos, pero tampoco tengo championes Nike porque me siento robado cuando me dicen su precio. No me compro ropa cara ni otros similares por lo mismo. También me siento robado cuando voy al supermercado", comentó.

Le quita el estigma a la piratería porque, a su entender, "el precio bajo de los discos truchos ha tenido un papel fundamental en el desarrollo de la música uruguaya de los últimos años. La cantidad de gente que puede acceder a la música, en cualquier género, es mucho mayor. Eso retroalimenta al sistema. Las bandas no venden discos originales, pero llenan estadios como nunca antes. El poder de penetración que tiene la música a precios ridículos es impresionante", opinó.

"Me compro toda la discografía de un autor por el precio de un solo disco original. Es una razón muy fuerte. Sé que para la propiedad intelectual es muy malo, pero es muy bueno tener cultura a precios bajísimos", reflexionó Savio.

Arakelian, IVA y Cofis

De todos modos, que en Florida se hayan vendido sólo ocho discos originales de Laberinto le pareció "una barbaridad" tanto a Savio como a la madre de Camila, a los feriantes y a Silva, el conductor radial.

El que menos impactado se mostró ante la cifra fue Garo Arakelian, quien asegura que está más que preparado para recibir noticias como esa. "Esto ya lo tengo procesado. Esto es a nivel intelectual y no a nivel emocional. Si a mí me interesara el dinero que estoy perdiendo, no me hubiera dedicado a esto desde hace 14 años", dijo.

Si él mismo hubiera tenido que contestar a la pregunta que lanzó en la entrega de los Graffiti sobre el por qué de los elevados costos de los discos, la respuesta hubiese sido: "principalmente por la carga impositiva enorme que tienen". Por eso mismo no le parece justo que el debate se centre en la piratería, "atacando a las pequeñas o grandes familias que viven de eso. Centrarse en la piratería es lo que le interesa a mucha gente. Por supuesto que es un tema importante, pero no es el origen del problema", señaló.

El músico sostuvo que "no es sólo una estrategia de las discográficas, sino de todas las partes vinculadas, menos de los músicos, que no tienen una estrategia común. Pero sí las otras partes involucradas, que incluyen al gabinete del Poder Ejecutivo, sobre todo los ministerios de Interior y de Educación y Cultura, que tiene una ausencia absoluta con respecto a este tema".

Entre "otros de los involucrados", citó a Agadu, la Cámara del Disco y al Poder Legislativo, "que tiene dormida en la cuna del gato cualquier forma de poder revertir esto o bien analizarlo, para no ponerlo en el debate público".

Para Arakelian la pasividad del Ejecutivo ante el tema genera la sensación de que el Estado le da libertad a la población para acceder a la piratería. "Me gustaría pedirle al gobierno una lista de todas las cosas en las que hay piedra libre, así los músicos podemos entrar en el mismo juego", comentó.

Los dardos de Arakelian impactaron también en la Comisión Tripartita de Lucha Contra la Piratería, que "está pintada", e incluso en Agadu, "que hace diez años que no hace una campaña de opinión pública". A su juicio la campaña lanzada hace ya un lustro fue "una porquería", en la cual músicos de diferentes géneros hacían saber su menú preferido y remataban los spots con la consigna: "los artistas también comemos".

"Todo eso es una porquería. Son campañas anodinas que no sirven para nada. La campaña tiene que hacerse con la verdad, y no con la necesidad de ponernos a nosotros como víctimas como nos han pedido".

Las salidas

Las soluciones, según el músico, deben comenzar a gestarse en desgravar de impuestos a los discos. "No puede ser que una revista de chimentos de afuera no pague impuestos porque es cultura, pero sí tiene que pagar el que edita un disco, porque al parecer en este país la música no es cultura".

De ahí la insistencia de reeditar la leyenda "el disco es cultura" en los trabajos de La Trampa, tal como aparecía en las etiquetas de los discos de vinilo. "Es una intención de incidir en la opinión pública. Por su puesto que no alcanza, pero es mucho más lo que hacemos nosotros con eso que lo que hacen todos los medios y todos los actores políticos vinculados a este tema", dijo Arakelian.

La opinión pública es, según se desprende de las palabras del músico, otro de los grandes pilares. "A la gente le falta un análisis más completo del mundo en el que vive". En algunos compradores existe un criterio de "me roban con los discos caros" pero no con otras cosas "como la leche, el pescado y la carne".

El artista plástico Oscar Larroca, encargado del arte en las carátulas de los discos de Tabaré Rivero (lo que queda sin difundirse cuando el disco es copiado), entiende que "hay intereses individualistas en obtener el producto, y nada más", lo que lleva a que el comprador de discos copiados no se sienta culpable de nada.

"Muchas veces" el razonamiento del comprador "es muy pragmático" y opta por CDs copiados con el argumento de que "comprar el original es darle dinero a las multinacionales y los productores que están en el medio. Como hay otros, posiblemente la mayoría, a los que no les interesa para nada si perjudican o no al artista", agregó.

"Personalmente he asumido que a la gente no le interesa tanto el objeto. Me parece que con la desaparición del vinilo se fue perdiendo el interés por el objeto", dijo el artista.

En cambio, Savio, el asiduo consumidor de discos copiados, reconoce que cuando compra un original lo hace por el objeto en sí. "Me los sigo comprando pero de autores puntuales. Más que nada por el plus de información que tienen. Cuando el disco realmente me importa me lo compro original porque sé que va a tener las canciones completas, las letras, el arte y no voy a tener problemas de sonido. Veo el concepto general".

Preguntas en el aire

Pero cambiar la cabeza del consumidor, insiste Arakelian, es un proceso muy complejo y prolongado, en el cual debe ponerse a trabajar el Poder Ejecutivo. Primero, claro está, los ministerios de Cultura y Economía deberán asimilar que el disco es cultura y sacarle los impuestos. "Me gustaría saber qué opinan y sienten ellos cuando saben que cualquier porquería importada para leer no paga impuestos porque se considera que la literatura es cultura, pero sí tiene que pagarlos un disco y su precio entonces asciende. Hay que ver quién es el que termina ganando después de todo ese monto".

Una semana después de que se le enviara un cuestionario, el director de Cultura, Luis Mardones, se excusó de responder a ese tipo de interrogantes por falta de tiempo. Estaba ocupado con otras tareas vinculadas a la cultura, en la cual -como dijo Arakelian- no se incluye a los discos.

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