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La virtud no es tener ideas sino concretarlas

| Empresario, Presidente de Nacional

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POR GASTÓN PÉRGOLA - [email protected]

La gente lo conoce por ser el presidente de Nacional, cargo que desempeña desde hace tres años y que lo tiene en el candelero de la opinión pública. Pero amén de esto, Ricardo Alarcón es un empresario de fuste. Con 28 años y US$ 4.000 fundó Credisol, la empresa de créditos que 20 años después vendió al banco Santander por una cifra millonaria. Hoy tiene más de un emprendimiento que comparte con amigos e hijos. Innovador, hábil negociante y amante de la naturaleza; tiene cuatro hijos y es divorciado.

Con 16 años Alarcón ya daba clases de matemática en una academia privada, a pesar de que se reconoció como un "estudiante promedio, aunque muy cuestionador". Llegó hasta primer año de facultad de Ciencias Económicas pero abandonó, producto de su fuerte militancia estudiantil, entre otras cosas, que lo llevó a caer preso en una de las tantas manifestaciones de las que participó contra la dictadura militar.

Trabajó también como vendedor de productos farmacéuticos, fue auxiliar bancario -donde desarrolló una fuerte militancia sindical- y director de una compañía de créditos, hasta que fundó la suya propia, Credisol, que tras 20 años de éxito vendió al grupo Santander y le permitió "estar tranquilo" por algún tiempo.

Destaca la experiencia de haber estado en ambos lados del mostrador, como empleado dependiente y patrón. "Cuando pasé a ser patrón me di cuenta de que las cosas no eran tan fáciles como las veía en la adolescencia. Fue una experiencia fantástica porque empecé a conocer lo que era el esfuerzo de vivir buscando el peso y no esperando a recibir mi sueldo todos los meses, sin importarme nada", remata Alarcón.

La venta de Credisol cuando rozaba los 50 años lo sumergió en una depresión que le costó varias horas de terapia, el pelo largo, la barba y hasta problemas afectivos. "Me invadió una bohemia total", recuerda. Después del duelo volvió a retomar la senda emprendedora y se asoció con un grupo de amigos para instalar un parque de diversiones de juegos inflables en Montevideo, y luego expandirse con el mismo negocio hasta Santiago de Chile.

A nivel político se desempeñó como presidente de Pluna entre 1998 y 2000, durante la segunda presidencia de Julio María Sanguinetti. Hoy asegura que no tiene ningún tipo de vinculación política partidaria y que al presidente electo José Mujica lo conoce sólo de la televisión.

Actualmente, además de dirigir al club de sus amores, tiene varios emprendimientos, como una financiera en el interior del país (Finanzia), varios negocios inmobiliarios -tanto de arrendamientos como de construcción de propiedades para vender-, y su proyecto preferido, La Ciudad de los Chicos, un espacio de entretenimientos para niños ubicado en el Montevideo Shopping, que tiene a tres de sus cuatro hijos en la gestión, y a él oficiando como "un frontón de ideas".

Con sus 62 años este empresario de canas largas y revueltas dice darse algunos lujos en la vida, como juntarse sólo con la gente que quiere y descartar a los que le traen mala onda. No tiene oficinas ni escritorio, prefiere "andar en la calle", único lugar que garantiza el éxito de todo empresario. "Hay que bajar a la línea de fuego, escuchar a la gente y responderles", aconseja. Lo que sigue es un resumen del diálogo que Alarcón mantuvo con El Empresario.

Prácticamente trabaja desde la calle, ¿no tiene escritorio?

No. Siempre fui contrario a los escritorios y a la rutina. Hoy, a la edad que tengo, me puedo dar el lujo de ser un empresario sin escritorio y sin rutina. Puedo planear sin estar apretado entre cuatro paredes, porque si así fuera perdería la frescura. La clave de un empresario es estar al lado de la gente. Por supuesto que también hay que hacer investigaciones de mercado, pero la virtud mayor que deben tener los empresarios es una nariz grande, un buen olfato. Y ese olfato te lo da el contacto con los clientes. Entonces, para mí, la mejor manera de administrar el club y mis emprendimientos es estando en la calle. Ir al supermercado, caminar por la rambla, por 18 de Julio, por 8 de octubre y escuchar, mirar y observar.

Pero desde que preside Nacional ya no le resulta sencillo andar por la calle...

Es verdad. La gente me reconoce y me frena, quiere hablar conmigo, me pregunta cosas. Al principio fue complicado. Hoy ya estoy acostumbrado, pero me trastocó la vida. Tuve que aprender a convivir con esta realidad. A tal punto que tuve que cortar con las salidas a caminar por la rambla, y hasta me terminé comprando un caminador, que dicho sea de paso hoy es parte del mobiliario de mi casa. No recomiendo comprar un caminador, hoy me levanto y lo saludo, todos los días. Igual hoy ansío estar en un lugar y pasar desapercibido. Por ejemplo, me cuido mucho más cuando ando en la calle porque me doy cuenta de que hay gente que me mira mucho. Pero trato de tener una vida interior mucho más rica. Igual se siente mucho el afecto de la gente con pequeños gestos. Hay bares que no me cobran el cortado y la medialuna, hay gente que cuando me siento a comer se sienta conmigo y me quiere pagar el almuerzo y aprovecha para comentarme alguna cosa.

¿Cómo fue que logró dar el salto de empleado a empresario?

Entré a trabajar en el banco Del Plata cuando tenía 19 años, como auxiliar bancario. Pero cuando me casé y tuve a mis dos primeras hijas me vi en la necesidad de buscar un empleo complementario o directamente buscar otra cosa mejor. Así fue que mi suegro me contactó con unos amigos de él que iban a abrir una empresa de créditos, llamada Credi Teléfono (CT). Empecé a trabajar como el funcionario de más alta jerarquía, porque era personal de confianza. No sabía un pito a la vela y de golpe y porrazo tuve que hacer una selección de 20 personas y pasé a ser jefe de ese personal.

Fue una experiencia fantástica porque empecé a conocer lo que era el esfuerzo de vivir buscando el peso. Hasta ese momento trabajaba como empleado bancario, que era como ser empleado público, con el respeto que le tengo a estos oficios. Es decir, sabía que todos los meses cobraba y nos importaba un rábano si el banco iba bien o mal. Pero ser el responsable de una empresa con personas a cargo, y a su vez salir a la calle a buscar a los clientes, fue un cambio muy fuerte que me marcó mucho. Sentí lo que fue estar del otro lado, dejar de ser empleado para estar a cargo de una compañía y darme cuenta de lo difícil que es planificar. Tuve que aprender muchas cosas dentro de mis roles, entre otros, a despedir gente que no servía, lo cual al principio fue feo.

¿Ese cambio de roles le modificó, entonces, el concepto de su adolescencia militante, en el que quizás sentía que el empresario no defendía sus intereses?

En realidad, me di cuenta de que la cosa no era tan fácil como creía y como dice el refrán "todo es según el color del cristal con que se mire". Fui entendiendo estas cosas con el tiempo. Mis vivencias como empleado me sirvieron a la hora de estar al frente de una empresa. Trato ahora como empresario de establecer condiciones como las que yo quería cuando era empleado, sabiendo que no es fácil, pero haciendo lo posible por conseguirlas. En el trabajo tenés que generar un buen clima, y esa generación se logra cuando el empresario sabe escuchar, cuando felicita más de lo que reprende. Y te lo digo con fundamento. Cuando era empleado quería que mis patrones fueran justos, escucharan mis iniciativas, que hicieran una buena evaluación y que felicitaran la buena labor. Eso que sufrí en carne propia como trabajador y empleado, cuando pasé a ser patrón lo tuve en cuenta, porque noté que era sustancial para el buen funcionamiento de una empresa.

Una de sus empresas exitosas fue Credisol ¿Cómo surgió ese negocio?

Lo de Credisol fue una locura. No parábamos de crear e innovar. La idea surgió a raíz de mi experiencia en la empresa de créditos en la que trabajaba antes. Estando allí me di cuenta que no tenía futuro esa empresa, pero a su vez estaba convencido de la viabilidad del negocio, pero gestionado a mi manera. Fue así que le dije a unos amigos si no querían acompañarme en el proyecto. Pero no teníamos un mango ninguno de los tres. Pusimos apenas US$ 1.500 cada uno y nos animamos a arrendar un localcito muy pequeño, en un entrepiso de la Galería de las Américas, en 18 y Yí. Estuvimos varias noches en el comedor de casa con mis socios, mi señora dándole la mamadera a mis hijas, planeando cómo arrancar. Así empezó Credisol. Trabajaba también mi señora y las novias de mis socios. Era una empresa familiar. Y con el tiempo llegamos a tener 600 funcionarios y 15 sucursales. Fue una compañía muy linda porque allí pude desarrollar toda la creatividad y la innovación. Tengo el recuerdo muy grato de haber sido los primeros en muchas cosas. Impusimos el crédito a empresas que tradicionalmente no vendían a crédito, a compañías grandes como Relámpago, Yaffé y la Onda. Además creamos una cantidad de negocios conexos a Credisol, como Abogar, que era un estudio jurídico que brindaba a nuestros clientes, por una módica cuota mensual, cobertura y asesoramiento jurídico. Creamos Credisol Círculos, una empresa de ahorro previo, porque detectamos que había determinados bienes que las empresas no podían comprar con el crédito. Una agencia de viajes, una empresa de televisión por cable en el interior del país; hicimos de todo.

Y el grupo Santander decide comprarla ¿Por cuánto fue la transacción?

Prefiero no decirlo, porque tengo miedo de que alguno pase por la calle y me pida plata (se ríe). Es una cifra importante. Tampoco te pienses que fue una cosa soñada. No te olvides que estamos en Uruguay. Es una cifra inimaginable si se compara con la inversión que hicimos, que prácticamente fue inexistente. Te lo voy a graficar así; empezamos siendo cinco personas y llegamos a ser 600 trabajadores. Antes habíamos tenido ofertas muy buenas, concretamente del Citibank, del Banco Comercial y de un banco cooperativo argentino. Yo al principio me negaba a vender pero todo ese cúmulo de ofertas fue un factor determinante en nuestra decisión final. Era el momento para venderla porque nos dimos cuenta que si no lo hacíamos íbamos a sufrir el embate de los grandes bancos y no podíamos resistir frente a las multinacionales. Al final ellos (Santander) compraron también Plata Card, la posicionaron en el mercado, que tenía una avidez por préstamos en efectivo, y Credisol fue absorbida por Plata Card, hasta que al final la discontinuaron y dejó de existir. Sufrí mucho cuando nos deshicimos de la empresa.

¿A pesar de cerrar un negocio redondo?

Es que para mí fue como la pérdida de un familiar querido. Después que vendí estuve profundamente angustiado. Fue tan fuerte el duelo que no podía ir a los shopping porque ahí tenía locales, no podía pasar por 18 de julio, entre Yí y Yaguarón, porque ahí estaba la casa central. Iba con el auto y doblaba antes. Fue como si de golpe y porrazo me cortaran las manos y me bloquearan parte del cerebro y la vitalidad. Fueron dos años de bajón en los que estuve en el limbo. Me dejé el pelo largo, no me afeitaba, me puse a pintar, todo eso a raíz del bajón de Credisol. Me dediqué a tener contacto con la naturaleza, me sentaba frente al mar, caminaba, divagaba, pintaba mucho, me levantaba tarde; fue una época de absoluta bohemia. Yo te diría que una de las cosas que más me ha ayudado a salir de lo de Credisol, ahora que ya pasaron 12 años, fue Nacional. Con Nacional me siento muy vivo.

Hoy, además de presidir Nacional, tiene varios proyectos ¿Cuál es la clave?

Todos tenemos ideas innovadoras y creativas. Pero la diferencia entre los seres humanos no está en las ideas sino en la capacidad de llevarlas a cabo. Y yo te diría que tuve la virtud de poder ejecutar ideas. La Ciudad de los Chicos es un ejemplo de eso, estuve más de seis años intentando encontrar gente que me acompañara en este emprendimiento; como no encontré lo terminé desarrollando yo con mis hijos.

¿Cree que se castiga el éxito en este país?

No se si en este país. Eso es propio de la naturaleza humana. Acá se potencia porque somos poquitos. "¿Cómo, fulanito hizo tal cosa?, si vivía a la vuelta de casa, si jugábamos al fútbol juntos, no puede ser, pensar que era un tronco en la escuela, yo lo conocí". Eso es propio de la esencia del ser humano. Porque cuando vos tenés que reconocer a un triunfador, lo que estás sufriendo es la frustración de no ser tú, y entonces tenés necesariamente que menospreciar al vecino que triunfó, o al amigo o el familiar.

¿Qué consejos daría a los empresarios?

Sería un atrevimiento dar consejos, pero algo que intento de inculcar es no tener miedo al fracaso. Por aquello que dice que el que no hace nada no se equivoca. Hay que hacer cosas. Y si fracasás y caés, tenés que desempolvarte la tierra de encima y volver de nuevo. Yo me di muchos porrazos.

Ganas de playa, viajes y lectura

¿Le interesa un desafío a nivel político partidario?

No me lo planteé. Porque hoy por hoy tengo ganas de leer, de pintar, de sentarme en una playa, de ver el agua golpear contra una roca. También tengo ganas y siempre las tuve es de seguir viajando. Y lo he hecho. He viajado mucho y hay muchos lugares que todavía no conozco y quiero conocer. Tengo ganas de otras cosas, no casualmente de trabajar en política.

¿Tiene amigos políticos?

No. Porque es un ambiente que yo no frecuento.

Las frases

Una de las cosas que no he podido hacer más, desde que soy presidente de Nacional, es pintar. Para poder pintar hay que abstraerse del mundo y la realidad.

A esta altura de mi vida soy un amante de la libertad, no quiero tener condicionantes de ninguna naturaleza. Trato de disfrutar mucho el día y juntarme con mis amigos.

Soy el típico emprendedor. Tengo una obsesión por la innovación y por emprender. Y creo que en alguna medida son los hechos los que no me dejan mentir.

No tengo nuevos emprendimientos en mente. No sé si voy a tener tanto tiempo para hacer otras cosas. Por eso digo que mi último lugar de militancia social es mientras esté al frente de Nacional.

Se le infla el pecho si le gana a Casal

¿Qué relación tiene con Paco Casal?

Me llevo muy bien. No soy amigo de él ni tampoco enemigo. Me he reído con él recordando momentos en los que nos hemos puteado y con el paso del tiempo los recordamos con cierta nostalgia.

¿Cómo lo definiría?

Como un innovador nato. Un empresario emprendedor, de los que me gustan a mí. Con Casal tuvimos peleas al principio porque hablábamos idiomas distintos. Pero cuando logramos hablar el mismo idioma ha sido una persona a quien respeto y valoro mucho, y creo que él también tiene un buen concepto mío. Yo he aprendido mucho, porque cuando vos tenés enfrente a un hábil negociador como Casal, perder no es denigrante y, si te mandás una baza, pucha que la festejás. Y yo a Casal le agradezco eso: no sentirme tan frustrado cuando he perdido y salir con el pecho inflado cuando he ganado alguna.

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