DANIELA BLUTH
Son más de cuatro mil hectáreas situadas a unos 45 kilómetros de la ciudad de Treinta y Tres. Es lo que los especialistas definen como "un accidente geográfico" con forma de garganta que en algunos puntos supera los cien metros de profundidad. Un paisaje que combina regiones onduladas con vegetación exuberante y zonas de amplia pradera. Un rincón oculto que debe su nombre a un paso muy estrecho del arroyo Yerbal Chico y a unos guardianes tan emblemáticos como particulares: los cuervos de cabeza roja o buitres.
De todo eso se hace cargo desde julio pasado Patricia Duarte (36), agrónoma de profesión y "psicóloga rural" de vocación. Oriunda de Tacuarembó, su profesión la llevó hace algunos años a Treinta y Tres, donde trabajó para la intendencia local y ahora dirige la Quebrada de los Cuervos, la primera área protegida del país y una de las más populares a nivel de ecoturismo. Allí hay corrientes de agua, senderos para caminatas, bicicletas o trekking, y puntos de avistamiento de aves. En el predio municipal funciona un Centro de Visitantes, servicio de guardaparques permanentes además de una zona de picnic, camping y cabañas. Y en los predios particulares que integran el área, se cuentan varios establecimientos turísticos. Cada año, la Quebrada recibe aproximadamente 14 mil visitantes; un tercio lo hace en Semana de Turismo.
"Estos desafíos me encantan. Hay momentos en que decís, `pah, ¿en qué me metí?`; porque te quita mucho tiempo de tu vida y de tus cosas, pero al mismo tiempo me digo: `Esto tengo que probarlo y me tiene que salir`, dice Duarte durante una charla en las oficinas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) en Montevideo.
El fuerte de Duarte no son sólo los aspectos biológicos o técnicos, sino el componente social y psicológico detrás del medio rural. Se crió en el campo de sus abuelos y hasta que entró a la Facultad de Agronomía estaba convencida de que su pasión estaba allí. Sin embargo, esa visión utópica y romántica se diluyó en pocas clases, al punto que llegó a cuestionarse qué hacía ahí. "Los primeros años me costó pila, pero por suerte sobre el final de la carrera encontré la parte de extensión, donde se trabaja el lado más social del agro", recuerda.
Para su tesis, en lugar de elegir un tema de investigación, prefirió uno social y consistió en analizar el grado de conformidad de los familiares con el Proyecto Ganadero. En el campo laboral, transitó por el Instituto de Colonización, en Uruguay Rural, y en un proyecto de la FAO con pequeños productores.
Ellos avasallan. Desde que decidió a qué quería dedicar su vida, Patricia estuvo dentro de una minoría. En su generación de Facultad, eran 25 mujeres y 60 varones. En esa etapa ellos lograban imponerse sobre ellas con bastante facilidad, pero la discriminación llegó sobre todo cuando ingresó al mercado laboral. "Siempre tratan de avasallar, pero se nota más cuando estás trabajando. Y es aún peor si llegás a desempeñarte mejor que ellos, a hacer una mejor propuesta, o si te dan una oficina más linda. Entre mujeres también se da, pero me parece que con los hombres es más duro", dice con tono de resignación.
Hoy, salvo el personal de limpieza y mantenimiento, todo el equipo que tiene a su cargo es masculino. Y aunque Patricia es la directora del área, todavía tiene que "pedir permiso" para tomar algunas decisiones. Al comienzo, recuerda, cuando ella hablaba o daba órdenes había quienes miraban para abajo y se reían. Pero con el correr de los meses eso fue mejorando y ya no le sucede tan seguido. "Lo importante es demostrarles que vos sabés de lo que estás hablando y que estás ahí porque sos el que mejor puede hacer el trabajo".
Después de casi cinco meses en el cargo, comprende mejor porqué durante la entrevista de selección hicieron tanto énfasis en la importancia de saber conducir un equipo humano y resolver conflictos interpersonales. "En eso insistieron e insistieron", dice entre risas.
En la Junta Ejecutiva que gestiona la Quebrada de los Cuervos son todos hombres, pero Patricia trabaja sola en una oficina que le cede la Dirección Nacional de Aguas (Dinagua), también dependiente del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial. En busca de ayuda para las tareas administrativas pidió el pase de una funcionaria que actualmente trabaja en la Intendencia, pero todavía no fue aceptado. "A veces te sentís muy sola, tengo el apoyo de la gente en Montevideo, pero del SNAP en Treinta y Tres soy sólo yo", explica.
Otra de las gestiones que está en curso es tener el apoyo de un psicólogo del programa para fortalecer tanto su rol en la jefatura como el del resto del equipo.
Patricia es consciente de que ser mujer "tiene parte del peso" en esto del liderazgo y que ella es "muy perfil bajo". Por eso mismo, está intentando cambiar. "Me voy como a mí me gusta, si me quieren mirar que me miren. A trabajar en el campo no voy con una ropa muy…. Pero a una reunión de trabajo voy como tengo ganas", asegura.
No niega que la han piropeado más de una vez. "Pero no es porque sea yo", opina y enseguida insiste: "Te prueban mucho más en el aspecto profesional; ahí sí miden fortalezas y debilidades".
De cabras y jabalíes. De las 4.413 hectáreas del área, más de dos mil pertenecen al Ministerio de Defensa, unas mil a un productor privado, 400 a una empresa forestal y 365 a la Intendencia de Treinta y Tres.
Si bien la actividad turística es muy importante para la zona, el "plan de manejo" que elaboró esta nueva dirección contempla aspectos todavía más amplios. Se están dando los primeros pasos en varios programas: pastizales, incendios, control de flora exótica (los eucaliptos y pinos se quieren sustituir por árboles nativos), control de fauna exótica (hay cabras y jabalíes, considerados plaga nacional), educación ambiental y turismo. En este último aspecto, armar senderos que comuniquen los predios que integran el área es prioritario.
Una de las propuestas más interesantes, explica Patricia, es la de capacitar a jóvenes de la zona, que por lo general no terminaron el liceo y ya están realizando tareas de campo, para que puedan tener un ingreso extra trabajando por y para el área. Para la novel directora, mejorar la infraestructura y capacitar al personal es fundamental, pues se trata de un área "en la que todo el mundo hace foco", desde proyectos de investigación de la Facultad de Agronomía hasta las productoras audiovisuales que buscan locaciones para sus películas.
Según Patricia, las expectativas de la gente son grandes. Que el SNAP actúe, que les enseñe, que los asesore. Mira el almanaque y no puede disimular los nervios. Es mucho trabajo y pocos meses por delante, pues su contrato se extiende hasta diciembre de 2012.
Tesoros de una zona privilegiada
El Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), creado a través de la ley N° 17.234, es el conjunto de áreas naturales del territorio nacional -continentales, insulares o marinas- que por sus valores ambientales, históricos, culturales o paisajísticos singulares, merecen ser preservados como patrimonio de la nación. En 2011, el SNAP cuenta con ocho áreas protegidas.
La Quebrada es una zona rica en fauna y flora. La pradera natural cubre 50% del área protegida, lo que le da un alto grato de naturalidad. Respecto a la fauna, reúne 68 especies cuya conservación es una prioridad para el SNAP. Y alrededor de 138 especies de aves, 29 de mamíferos, 30 de reptiles y 21 de anfibios fueron registrados en la zona.
Junto a los cuervos de cabeza roja que custodian el área, están los de cabeza negra -en grave retroceso numérico- y los de cabeza amarilla. También es refugio de otras aves como la seriema y el dragón -una especie fuertemente amenazada-, de varios mamíferos como el oso hormiguero chico, gato margay y del tatú de rabo molle. En 2005 se descubrió una ranita trepadora nueva para Uruguay: Scinax Aromotheylla.