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Bebés tienen sentido moral

| Según científicos estadounidenses, distinguir entre el bien y el mal es innato. Los sentimientos y la compasión aparecen temprano en el desarrollo humano.

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THE NEW YORK TIMES | PAUL BLOOM

Desde Sigmund Freud hasta Jean Piaget y Lawrence Kohlberg, durante mucho tiempo los psicólogos argumentaron que los hombres empiezan su vida como animales amorales. Y una de las tareas más importantes de la sociedad, y de los padres en particular, es convertir a los bebés en seres civilizados.

Sin embargo, cada vez existe más evidencia que sugiere que los humanos tienen un sentido moral rudimentario ya desde el comienzo de sus días. Se pueden ver destellos de pensamientos, juicios y sentimientos morales, incluso en el primer año de vida.

Estudiar las habilidades cognitivas de cualquier criatura que no posea el lenguaje es un desafío, pero los bebés humanos presentan una dificultad adicional, porque incluso comparados con ratones o pájaros están limitados: no pueden correr por laberintos o accionar manivelas.

En la década del 80, los psicólogos empezaron a explorar el conocimiento de los bebés a través de uno de los pocos comportamientos que pueden controlar: el movimiento de sus ojos. Al igual que los adultos, cuando los bebés ven algo que encuentran interesante o sorprendente tienden a mirarlo durante más tiempo que a algo aburrido o esperado. Se puede usar el "tiempo de mirada" como un indicio rudimentario pero fidedigno de lo que captura su atención.

A través de los años existieron experimentos que probaron que los bebés poseen conocimientos ingenuos acerca de la física, la matemática y la psicología. Por ejemplo, los psicólogos saben desde hace tiempo que incluso los más jóvenes sujetos tratan a las personas de manera diferente que a las cosas inanimadas; esperan respuesta: si un objeto móvil se detiene, ellos pierden el interés; si el rostro de una persona se inmoviliza, se afligen.

Entonces, ¿por qué parecen tan ignorantes e indefensos? ¿Por qué no utilizan sus conocimientos? Una respuesta es que estas capacidades son los equivalentes psicológicos de rasgos físicos como los testículos o los ovarios, que se forman en la infancia y después quedan inutilizados durante años. Otra posibilidad es que los bebés usen sus conocimientos a partir del primer momento no para actuar, sino para aprender. La ciencia cognitiva sabe que una cabeza vacía no aprende nada: un sistema que es capaz de absorber rápidamente información necesita tener algún tipo de comprensión anterior para saber a qué prestar atención.

Mientras las leyes y verdades de la física y la psicología son universales, la existencia de que existe un código moral universal es una afirmación controvertida. Hay una amplia variación entre las diferentes sociedades. Sin embargo, todos -y en todo lugar- tienen sentido de lo que está bien y lo que está mal. Estos conceptos universales tienen sentido evolutivo. Ya que la selección natural funciona, al menos en parte, a nivel genético: es lógico ser instintivamente buenos con los congéneres, ya que el hecho de que sobrevivan ayuda a promover los propios genes. Además, a veces es necesario trabajar en grupo con otros humanos, lo que significa que la capacidad de juzgar la bondad o la maldad de otros individuos tendría que ser un rasgo adaptativo. Todas éstas son razones para considerar algunos conceptos morales básicos como innatos.

Origen evolutivo. Además, los científicos saben que ciertos sentimientos e impulsos de compasión aparecen temprano en el desarrollo humano. Parece haber algo evolutivamente antiguo en las muestras de empatía, que serán las bases de los sistemas morales.

Kiley Hamlin, del Laboratorio de Cognición Infantil de la Universidad de Yale, estudió qué pensaban los bebés de dos acciones en particular: ayudar e impedir. En uno de los primeros estudios de evaluación moral se usaron objetos geométricos reales con caras de personas, manipulados como títeres, que ayudaban o entorpecían: un cuadrado amarillo ayudaría a un círculo a subir un monte; un triángulo rojo lo empujaría por la ladera. Después de ver la escena, el investigador disponía a ambos personajes en una bandeja y se los mostraba al niño. Encontró que bebés de 6 y 10 meses preferían al que ayudaba.

Para evitar las preferencias personales -¿y si a algunos bebés les gusta el color rojo o prefieren los cuadrados?- se varió el uso de colores y formas con respecto al papel que jugaban en la historia. Además, para evitar que los adultos predispusieran a los pequeños, un ayudante que sostenía la bandeja no sabía cuál era el personaje bueno y cuál el malo, y se les pidió a los padres que cerraran sus ojos en el momento de la elección.

¿Esto significa que los bebés actuaban de esa manera porque los atraía el individuo que ayudaba o porque les repelía el que no ayudaba, o era por ambas razones? Para estudiar este punto se introdujo un personaje neutral, y se encontró que, dada la opción, los niños preferían al "bueno" por sobre el neutral, y a éste por sobre el "malo".

Niños fruncen el ceño ante lo cruel

El resultado del estudio de Kiley Hamlin, del Laboratorio de Cognición Infantil de la Universidad de Yale, que demuestra que los niños prefieren ayudar a impedir, no significa necesariamente que los bebés conceptualizaran al personaje que ayuda al protagonista como bueno y al otro como malo, pero sus preferencias respondieron a los comportamientos que los adultos describirían como bueno o decente y malo o cruel.

Se realizaron una serie de estudios manteniendo el formato básico del test, pero cambiando las acciones, con resultados similares. Esto sugiere que los bebés estudiados tenían una apreciación general de comportamientos buenos y malos, y ésta estaba presente en una variedad de acciones. En uno de los estudios sobre el premio y el castigo, a pesar de preferir en general a los personajes buenos, los bebés tendían a elegir a los malos cuando éstos castigaban malos comportamientos.

Probablemente los bebés no tengan acceso consciente a nociones morales, no tengan idea de cuándo ciertos actos son buenos o malos. Responden de manera visceral. De hecho, no actúan como jueces imparciales: tienden a sonreír y batir sus palmas durante buenos eventos, y a fruncir el ceño y sacudir sus cabezas durante los momentos malos.

Un bien producto de lo cultural y biológico

Hay muchas investigaciones que muestran que los bebés tienen tres grupos de preferencia: los de tres meses eligen las caras de la raza que les es más familiar; los de 11 meses a individuos que comparten su gusto acerca de los alimentos y esperan que sean mejores; los de 12 meses prefieren aprender de alguien que hable su propio lenguaje. E incluso hay experimentos que muestran que una vez que se los segrega en grupos diferentes -por ejemplo, al utilizar remeras coloreadas- ellos favorecen a individuos de su propio grupo.

La idea básica de cualquier moral adulta es la imparcialidad. Si se le pide a una persona que justifique sus acciones y uno explica que actuó de tal manera "porque quería hacerlo", esto será sólo expresión de deseo egoísta. Pero explicaciones como "era mi turno" son potencialmente morales.

El aspecto de la moral es producto de la cultura, no de la biología. La moral con la que se nace es primitiva, no sólo en el sentido obvio de que es incompleta, sino en el más profundo de que cuando los individuos y las sociedades aspiran a una moral sólida lo hacen sobre la base que los chicos traen desde el comienzo.

La moral es, entonces, una síntesis de lo biológico y lo cultural, de lo innato, lo descubierto y lo inventado. De modo que todo indica que los bebés poseen fundamentos morales: la capacidad y voluntad de juzgar acciones de otros, sentido de la justicia y respuestas viscerales frente al altruismo y la maldad.

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