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Figurita repetida

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IGNACIO ALCURI

Mi nombre es Ignacio, tengo 30 años recién cumplidos y estoy juntando un álbum de figuritas. Listo, ya lo dije. Es como si me hubiera sacado una pesada carga del pecho. Espero que eso mejore mi arritmia.

Ahora que lo confesé, les cuento acerca de esta obsesión. Para muchos nerds en potencia, juntar figuritas durante la infancia es el primer encuentro con el coleccionismo y el completismo. Eso que años más tarde terminará con una repisa llena de cómics embolsados de manera individual.

En mi niñez coleccioné muchos álbumes y los llené casi todos. Esto no era un mérito sino un problema: necesitaba llenarlos. ¿Qué sentido tenía un álbum al que le faltaban cromos? Por entonces mi abuela recorría los puestitos de 18 de Julio buscando aquellas últimas figuritas que me hicieran feliz hasta el comienzo de un nuevo ciclo.

Después maduré, o quise creerlo, y me deshice de todo aquello, además de historietas, juguetes y muchas cosas más. Si tuviera una máquina del tiempo volvería para abofetear a mi versión adolescente.

Cuando me convertí en adulto salí a comprar de nuevo todos aquellos álbumes, y por fortuna encontré unos cuantos en Tristán Narvaja, quizás de otros jóvenes tontos que algún día se dijeron: "ya no estoy para esas cosas", y comenzaron a salir los sábados de noche y conocer mujeres. ¡Giles!

A esa altura, no sé muy bien por qué, la "era" de los álbumes terminó y prácticamente desaparecieron, salvo por esos cuyos sobrecitos te los regalan con la compra de un número limitado de productos en alguna cadena de supermercados que no tiene sucursales cerca de mi casa. Inviable.

Lo único seguro -además de la muerte, los impuestos y las peleas forzadas entre participantes de "Bailando por un Sueño"- es que, al menos cada cuatro años, los quioscos tendrán un álbum de figuritas para satisfacer nuestro apetito.

Me refiero, claro está, a las "figus" del Mundial, que al ser de fútbol permiten que muchos adultos reincidan este pasatiempo sin sentir vergüenza, al menos interna. De ahí a admitir a los conocidos esta práctica hay un largo recorrido.

Yo pude hacerlo al comienzo de esta columna pero aún así hay detalles que me cuestan demasiado, como es el sencillo hecho de entrar al quiosco y comprar los sobres. Como sucede con la compra de preservativos (al menos eso me contaron) se cae en una disyuntiva. ¿Es mejor comprar figuritas en un comercio conocido o uno lejos del hogar?

No es el peor problema del adulto que junta un álbum, no señor. Porque por más buena suerte que tenga uno, la ley de las probabilidades indica que te van a tocar muchas figuritas repetidas. La pregunta del millón es, ¿con quién cambiarlas?

Bastante complicado está el mundo como para plantarse en la puerta de una escuela a ofrecer figuritas a los niños. Así que hay que conformarse con el par de críos de nuestra familia y los otros "adultontos" que están tan apasionados como nosotros.

Siempre está ese compañero de laburo que, al mencionar el tema, se le abren los ojos bien grandes, como si fuera imposible que alguien más estuviera en la misma situación. "¿Vos también lo juntás?" Al otro día, papelito con las faltantes en mano, se producirá el intercambio.

No alcanzará (nunca alcanza) y uno terminará con toda seguridad en un puestito de 18 de Julio, como hacía mi abuela, dictando números a un veterano. Ahí sí, álbum lleno y a esperar cuatro años más. Mientras tanto jugaré a ser un adulto que cumple horarios y paga facturas. Quizás hasta me divierta.

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