IGNACIO ALCURI
Se acuerdan de El Planeta de los Simios? Aquella película que contaba las aventuras de un astronauta estadounidense que creía haber llegado a un mundo extraterrestre poblado por monos inteligentes y humanos mudos, y al final descubre que era la Tierra en un futuro lejano.
Esperen. Les acabo de arruinar la película a los que todavía no la vieron. Bah, tiene más de 40 años (se estrenó en febrero de 1968), además en varias de sus secuelas se narraba cómo los monitos evolucionaban y tomaban el control de éste, nuestro planeta, así que con dos dedos de frente se darían cuenta de qué iba la primera.
Ojo, no estoy diciendo que quienes no se dieron cuenta carezcan de dígitos en la frente (por así decirlo), y además si no la vieron, no tendrían por qué saber de qué se trata, así que no sé, me perdí.
No suelo irme por las ramas, excepto cuando escribo columnas quincenales. El tema que me sumergió en el mundo de los macacos es muy importante. Quería relacionar nuestro presente con aquel futuro con el bicho peludo amante de la violencia. No, Charlton Heston no, el otro. El mono.
Nosotros estamos siendo atacados por una especie que no para de evolucionar, y que si sigue por ese camino terminará por esclavizarnos, convirtiéndonos en góndolas de supermercado caminantes.
Me refiero, claro está, a los mosquitos. Esos bichitos macabros que me esperan cada vez que abro la puerta de mi casa por la mañana, me siguen mientras abro la reja del medio y permanecen a mi lado cuando abro el portón que da a la vereda. Y cada segundo que permanezco luchando con el manojo de llaves, ellos se posan sobre mi anatomía y se alimentan de mí con placer y bastante arrojo.
Porque antes los mosquitos se asustaban. Uno los espantaba y los bichivoladores huían con terror en sus miradas compuestas por ojos compuestos. Pero evolucionaron, se dieron cuenta de que uno es bastante más torpe y que no puede matarlos con un manojo de llaves, así que sólo esquivan el manotazo y continúan obsesionados con la extracción del precioso líquido, como si fueran el personaje de Daniel Day Lewis en Petróleo sangriento.
Estoy seguro de que éste es solamente el comienzo. Seguro en este momento están en sus diminutos laboratorios, desarrollando una sustancia que neutralice todos esos venenos que compraríamos en los supermercados si no se agotaran ante la primera nube de insectillos.
Después llegaría la inteligencia analítica, la capacidad de hablar y la habilidad para ganarnos jugando al fútbol. Que uno dice "ta, pero nos gana cualquiera", y en realidad hay que tener en cuenta que los mosquitos son chiquititos y los balones les resultan enormes. Igual se conformarían con un empate.
Por último desarrollarán la industria de las armas, con pequeñísimas metralletas que usarán para mantenernos a raya, minimisiles de largo alcance y hasta manipularán la energía atómica, con mayor facilidad que nosotros porque los átomos son pequeñitos y ellos también. Debe ser casi como mover muebles dentro de un living.
Este paso terminará causando la perdición de los mosquitos, que seguirán buscando animales contra los cuales pelear, para que los fabricantes de armamentos no dejen de producir, y al final se matarán los unos a los otros, los Culex a los Aedes, hasta que quede la Estatua de la Libertad Mosquitense destruida en la playa Malvín (digno vicecampeón).
Lo hicieron, malditos, finalmente lo hicieron.