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¡So penca!

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IGNACIO ALCURI

Se viene el Mundial de Sudáfrica y esto significa dos cosas: la primera es que volverán a atomizarnos con publicidades de venta de televisores (en este caso plasmas, la última vez que fuimos al mundial eran en blanco y negro), y la segunda es que en todos lados se organizarán pencas.

Alcanza con juntar a dos o tres compañeros de trabajo que gusten del juego (me refiero a la penca y no al fútbol, el gusto por el deporte no es necesario) y se ponen manos a la obra. ¿Hoja blanca formato A4 o archivo realizado con el Excel 2007? Esa es la primera pregunta.

La misma define la característica del sorteo. Si el núcleo organizador elige la opción A (el papel) seguramente se trate de una penca sencilla, donde quizás gane el que acierte al campeón del mundo, o emboque la mayor cantidad de cuadros en semifinales. En tal caso convendrá tirar unas rayas con la ayuda de una regla, para compartimentar las respuestas de cada participante. A no quejarse después.

En el caso de la opción B (la planilla de datos) estamos frente a un concurso cuya complejidad podría espantar al más ducho. Es posible que, si deseás participar, te pidan que llenes un formulario con los 32 cuadros en el orden en que terminarán el Mundial.

Claro, para los cuatro primeros es facilísimo. Incluso podemos ordenar a los que quedaron eliminados en primera fase por los puntos obtenidos, y así armar la grilla de los últimos dieciséis. ¿Y el resto? Entonces el organizador, posiblemente ingeniero, te cuenta del coeficiente de puntos obtenidos que se combina con el índice del Fair Play, los kilómetros recorridos entre cada partido y lo papita que eran las eliminatorias en su confederación.

Después está el asunto del dinero. Si hay algo que no puede faltar en las pencas mundialistas es el billetote con el que asegurás tu participación en el torneo. Está comprobado que los creadores de cada una de las pencas creen que van a salir victoriosos de las mismas, y por eso intentan que el pozo sea lo más "hondo" posible.

Todo el mundo sabe que al final termina ganando la madre cincuentona que no sabe qué equipos clasificaron y que llenó los datos al azar en su hora libre (o peor, lo contestó con ayuda de su chiquillo de siete años).

Yo no voy a caer en la tentación de desperdiciar mi dinero en una de estas pencas, porque unos meses antes me sacaré las ganas con la propia. Es que, como todos los años, armo un concurso para acertar a los ganadores de los Premios de la Academia, más conocidos como los Oscar®.

El gancho es que cualquiera puede participar y no hay que poner un solo peso. Mi idea es juntar tanta gente que un día, por pura estadística, un tipo con muchísima suerte acierte las 24 categorías. Por ahora, ni cerca.

El segundo gancho es que ofrezco un premio secreto. No porque quiera engañar a los participantes y que crean que se trata de algo muy valioso, sino porque suelo comprarlo el día antes y a veces casi por descarte.

Y, como no puede ser de otra manera, de un tiempo a esta parte me armé un prolijo archivo de Excel, con mis rudimentarios conocimientos, y tan pronto como anuncian los ganadores yo ingreso los datos en una celda y voy viendo los resultados.

En una celda tendría que estar yo por no tener cosas más interesantes para hacer el día de los Oscar®, pero esa es una historia completamente distinta.

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