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Un año enriquecido

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IGNACIO ALCURI

Si a nuestro querido planeta Tierra le tomara 600 días en dar un giro completo alrededor del sol, tendría sus cosas buenas y sus cosas malas.

Aquí en Uruguay, por ejemplo, tendríamos 300 días de agobiante calor y 300 días de esos fríos que te calan los huesos. Porque antes teníamos cuatro estaciones bien diferenciadas, pero con esto de la globalización, nos dejaron solamente dos.

"¿En qué estación las hojas caducas se ponen naranjas?", preguntan las maestras orientales del Siglo XXI. "Yo la sé, señorita, yo la sé. En los últimos días del verano", contesta Jorgito, agitando su brazo con frenesí. "Correcto. ¿Y en qué estación caen las hojas secas?". Otro muchachito grita: "durante los primeros días del invierno, señorita". Y la maestra va y les pone una carita linda a cada uno en el cuaderno. Me perdí.

La cuestión es que con un "año" más largo, pasaría más tiempo entre aguinaldos y entre licencias. Además, a la hora de jubilarse ya estaríamos hechos paté, porque 65 o 70 años serían muchos más días. Sacando cuentas, creo que nadie llegaría a jubilarse. Así que cerraría el BPS, con las consiguientes pérdidas de puestos laborales, etc.

Imaginen a las quinceañeras entrando a su fiesta mucho más veteranas, y los "jóvenes" esperando un porcentaje mucho mayor de sus vidas para tener 18 años y comenzar a tomar alcohol. O por lo menos poder hacerlo con impunidad.

Con este cambio todos tendríamos menos cumpleaños. Algo que a primera vista parece malo, porque habría menos oportunidades de recibir a nuestros amigos en casa, cargando regalos como si fueran Reyes Magos (oh, menos 6 de enero).

Pero no hay que perder de vista que son muchas más las veces que nosotros somos el amigo que cae con el regalo, que el homenajeado que pone la casa.

Hacemos regalos mucho más de lo que los recibimos. Regalos que no se eligen solos.

Quizás alguno de ustedes pertenezca a ese porcentaje pequeño de la población que siempre sabe qué regalar. Que se pasa 45 minutos en el shopping no porque le cueste encontrar un presente, sino porque le gusta caminar por un ambiente climatizado. Pues bien, yo no soy uno de ellos.

Yo sufro como un condenado cada vez que se acerca el onomástico de un familiar o amigo.

Mi razonamiento es muy sencillo: si mi amigo quiere realmente un producto pequeño y accesible, como un libro o una prenda de ropa, podría comprarla. Así que no tendría sentido regalarle algo que ya tiene (ya se lo compró).

Por el contrario, si mi amigo quiere un producto no tan accesible y no puede comprarlo, yo tampoco.

Una opción sería comprarle algo que SÉ que le interesa, pero que haya salido hace poco tiempo, confiando en que todavía no tuvo tiempo de comprarlo. Pero hay una idea mucho más sencilla: comprar regalos en grupo.

El slogan sería "Ponga 100 pesos y olvídese de todo", porque es importante que dentro del grupo esté uno de esos que siempre sabe qué regalar.

Asegúrense de que pida la boleta, ya que tener facilidad para el presentismo (elegir presentes) no impide que el tipo quiera hacerse unos pesitos con lo que sobró del regalo.

Por lo tanto, podemos concluir sin temor a equivocarnos (pasé a primera persona del plural para darle un tono más serio) que sería mejor contar con años de más días, para ahorrar el tedio de tener que pensar en colmar las necesidades de alguien diferente a uno.

Eso es demasiado difícil para mí.

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