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"No pensé en vivir del fútbol hasta los 18"

| Fuera de la cancha, el capitán de la selección cambia su reciedumbre por modos amables y distendidos. Busca fundar un centro en su ciudad natal donde se pueda ayudar a familias carenciadas. Cree que Uruguay puede llegar a semifinales del Mundial. Dice no tener rencores por su fugaz paso por Nacional pero asegura que se retirará en Sao Paulo. Y, siempre, siente el cariño de los fans.

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"Voy a hacer algo por Canelones", dice al hablar de su proyecto de fundación. "El que más me ayudó en mi carrera fue Diego Aguirre", su técnico en Plaza Colonia.

LEONEL GARCÍA

Dos segundos alcanzan para provocar un pandemónium. "¡Qué modelo, Diego!", grita un flaco. "¡Vamo` arriba, monstruo!", le sigue otro. El aludido se da vuelta, saluda, y ya nada podrá detener el arremolinamiento en torno suyo. "¡Te amo, Diego!", "¡Sos mi ídolo!", "¡Tengo tu foto en el messenger!", "¡Te quieroooo!", y similares se repiten en voces de niñas, pre-adolescentes y adolescentes en el Club de Golf de Punta Carretas. "¡Macho!", grita una que difícilmente haya terminado primaria. "¡Firmame acá!" Todo sirve: papeles, remeras y gorros. "¡Foto, foto!" No queda celular con cámara sin usarse. Sin distinción de sexo ni edad, socios o funcionarios, todos quieren un recuerdo del capitán de la selección uruguaya de fútbol que volvió a los mundiales.

El rostro tenso y ultraconcentrado, la fiereza con la que enfrenta y desalienta delanteros rivales -y amenaza a su equipo con una tarjeta amarilla para cualquier momento- parece solo tener su espacio en las canchas. Diego Lugano (29) acepta cada pedido de foto y autógrafo distendido y sin quejarse. Está acostumbrado a cosas peores, a tener que elegir bien adónde ir, y en horas determinadas, para evitar el acoso. ¿Ir al cine? ¡Imposible! "Es lindo pero cansa, ¡y bastante! Ahora, ésto es cien veces más tranquilo que en Brasil o Turquía", países donde ha residido los últimos ocho años de su vida. Tras sus inicios sin estridencias en Nacional y Plaza Colonia, el futbolista emigró en 2003; desde entonces se volvió referente e ídolo en Sao Paulo primero y Fenerbahce hasta hoy.

Lejos del vértigo futbolístico, el lugar en el mundo donde está más tranquilo es Canelones, donde todo comenzó y al que le debe el acento inconfundible. Ahí Lugano es más "la Tota" que en cualquier otro punto del planeta. A su tierra le dedicó buena parte de sus vacaciones: fiestas en familia, el homenaje a un amigo, y cimentar el "Centro de Promoción Familiar La Tota". Esta fundación, bautizada con el apodo que heredó de su padre, Alfredo, aún está en pañales. No se explaya sobre el tema, pero no oculta su molestia por "complicaciones burocráticas" inesperadas.

- ¿Qué buscás con ese centro?

- Se busca darle apoyo familiar y psicológico a los niños de Las Canteras, un barrio carenciado de Canelones. No pasa por darles alimentación, que es importante pero no lo único. Se busca trabajar con las familias, darles acceso a psicomotricistas, psicólogos, educadores, gente que enseñe a plantar, todo eso.

-¿Cómo nació esa inquietud? Tu madre, Diana, trabaja en el INAU, ¿eso tuvo algo que ver?

- No, esto es otra cosa. Siempre tuve la inquietud de hacer algo por mi ciudad. Y hablando con gente conocida que sabe de estos temas, te enterás de qué es lo que hace falta. El Centro todavía no se fundó porque hay... unos inconvenientes con un terreno donde tendría que instalarse físicamente. Pensé que sería más fácil, pero me encontré con varias complicaciones burocráticas no esperadas.

- ¿Cuáles son?

- No vienen al caso. Pero de alguna manera u otra vamos a salir adelante. A mi ciudad le voy a dar algo, lo quiero hacer. Y sobre todo que sea algo organizado, para que pueda llegar a más gente. Eso es lo que le pasa a los futbolistas, que yo te puede asegurar que son, en su gran mayoría, muy solidarios. Pero nos falta actuar de forma más organizada para que las obras de solidaridad lleguen a más gente.

Pilares. El 2 de enero, Lugano fue homenajeado por el Plaza Colonia. En ese club, la Tota fue capitán y figura durante 2002, cuando fue cedido por Nacional. Ahí tuvo como técnico a Diego Aguirre. "Si tuviera que nombrar a alguien que me apuntaló como deportista, sería él. Él me dio el impulso en el momento justo para que me mentalizara sobre mi potencial". Antes, el 28 de diciembre, participó de otro homenaje en su primer club; pero en esa ocasión, él no fue el centro de la celebración.

Néstor Martino, el "Moto", tenía 40 años. Fue compañero de Lugano en el Libertad de Canelones y uno de sus amigos más cercanos. Murió en un accidente de tránsito en la madrugada del 19 de noviembre, apenas horas después de que Uruguay abrochara la clasificación ante Costa Rica en el Centenario. "Llegué a casa tarde porque habíamos ido a celebrar con los muchachos. A la media hora de acostarme me llega el primer mensaje: `Mirá que se mató el Moto`. Y otro, y otro, y otro. Él pertenecía a la barra de amigos que me siguió a casi todos lados en las eliminatorias. Ahí se me acabó el festejo, se me acabó todo. Todos sus compañeros le hicimos un homenaje bien alegre, como era él: picadito, asado y plaqueta".

Sus referencias a Canelones y a su familia son permanentes. Lugano ha pisado las canchas más importantes de América y Europa, pero si tiene que seleccionar a una sorprende y elige la del Libertad. "El día del homenaje al Moto, volví a jugar ahí después de diez años y me decía: ¡No puede ser que el piso siga siendo tan malo! ¡Es tan dura, tan mala, que le terminás tomando cariño!", ríe.

Si considera a Aguirre como el mayor puntal en su carrera, sus padres y su esposa Karina Roncio, con quien se ennovió a los 17 años y se casó a los 20, lo son en la vida. Su infancia no vivió las privaciones tan comunes en las biografías futboleras. "Nunca sufrí la pobreza. En casa siempre hubo educación y comida. ¿Juguetes? Capaz que no tuve el Game Boy, y la bicicleta demoraba un poco en llegar (risas), pero lo más importante nunca faltó". También nombra a sus dos hermanas: Rossana, abogada de 31 años, y Marianella, licenciada en comunicaciones de 23. Hoy, con la vida resuelta desde el punto de vista económico, logró que su padre dejara su cargo como funcionario de Coca Cola, pero con su madre no tuvo igual suerte.

- ¿Hasta dónde estudiaste?

- Yo terminé sexto de economía en el liceo Tomás Berreta. La escuela la hice en el María Auxiliadora y el liceo, hasta cuarto, en la Sagrada Familia, ambos privados. La educación que tuve fue un gran esfuerzo de mis viejos y de mi abuelo, aunque como era buen estudiante siempre había una beca que ayudaba. Hasta los 18 años nunca pensé que el fútbol iba a ser mi forma de vida. Iba perfilado para contador o algo relacionado.

- ¿Y cómo tomaron tus padres cambiar los números por la pelota?

-Al principio no estaban muy convencidos, no les gustó mucho. En el fútbol uruguayo, de cien capaz que cinco pueden hacer una diferencia económica que justifique una dedicación total. Además, es casi imposible compatibilizar los entrenamientos con los estudios, y es una profesión en que a los 33 años sos viejo cuando en la vida recién comenzás. Pero yo ya tenía 18 años, vivía con Karina y me decidí. Nacional se contactó conmigo y me agarré con uñas y dientes a la oportunidad de mi vida.

-¿No te gustaría que tu madre dejara de trabajar, como tu padre?

-Se lo dije varias veces, pero no quiere saber de nada. Ella es profesora de manualidades en el INAU. Lo hace por pasión y no pude cortar con esa rutina, le hace falta para su vida. ¡Pero mirá que me tuve que pelear cuatro años con mi viejo para que dejara de trabajar, y todavía no quedó muy convencido!

Periplo. El primogénito, Nicolás, hoy tiene nueve años y maneja nueve idiomas -español, portugués, turco, inglés e italiano- fruto del periplo vital del padre y de la babilonia que es la International School de Estambul. Luego le siguieron Thiago (3) y Bianca (1), los primeros Lugano turcos. Nico llegó temprano: antes del casamiento con Karina y de la explosión futbolística de la Tota. Eran tiempos de Nacional. Faltaba mucho para la idolatría absoluta en Sao Paulo. Lugano tiene mucha fe para el Mundial de Sudáfrica y, más allá que ser parte de una nueva generación de deportistas, website incluido, hay cosas que no cambian. Él es muy polite en sus declaraciones, lo que en el planeta fútbol equivale a decir: está aferrado a "los códigos".

-Nacional no te dio espacio, ¿te quedaste con bronca?

-Bronca no... pero fue en el único club en el que pasé donde no hice historia. Estoy agradecido con la oportunidad que me dieron de entrar al mundo profesional. Aparte, en aquel momento había muchos jugadores consolidados en mi puesto. Siempre se dijo que Nacional se portó mal conmigo pero fue todo lo contrario. Tuvieron la gentileza de venderme a Brasil en 2003 en una propuesta que no era nada atractiva desde el punto de vista económico, para que yo pudiera seguir mi camino. Eso no es normal en el fútbol: muchos dirigentes, ante el peligro de que explotes en otro lado, no te dejan ir.

-¿Tampoco te queda bronca contra Hugo de León y Daniel Carreño, tus técnicos en Nacional?

-Tampoco. De León fue el técnico que dio la aprobación para que llegara desde el Interior y me subió a entrenar con al plantel principal. Y con Carreño, él fue muy frontal conmigo y me dijo que me fuera a jugar a un equipo chico para que tuviera continuidad. Eso se agradece.

- ¿Volverías a Nacional?

- ¿Y por qué no?

- ¿Jugarías en Peñarol?

- ¿Y por qué no? Uno es profesional, no tengo nada contra nadie. Pero primero, yo pienso que no debería volver a jugar en Uruguay. Hoy me retiraría en Sao Paulo, equipo del que soy hincha. ¡Va a ser así!

-¿Por qué?

-Porque me dio todo, por la hinchada, por el club que es espectacular por donde se lo mire. Me sentí respetado y admirado. Yo me fui a Turquía en 2006 y aún me siguen llamando del departamento médico del club para ver cómo ando, cómo está algún "dolorcito" viejo. Son detalles que te llegan. Hacés un gol, ya sea con el Fenerbahce o la selección y te llaman para felicitarte. ¡Te puedo asegurar que todos los hinchas de Sao Paulo están con Uruguay! Cuando jugamos por las eliminatorias en Morumbí (el 21 de noviembre de 2007, triunfo de Brasil 2 a 1), que es la cancha de Sao Paulo, medio estadio gritaba mi nombre. Ese fue el partido más emocionante de mi vida. Te hace pensar que esa es tu casa.

-Ese fue un momento emocionante, ¿y un momento de gloria?

-Dos: cuando salimos campeones del mundo con Sao Paulo (2005), y la clasificación a Sudáfrica.

-Sin cassette, ¿para qué está Uruguay en el Mundial?

-Uruguay tiene una generación, de jugadores muy dinámicos, modernos y técnicos, recontraidentificados con la selección. Y no hemos rendido todo lo que podemos. Y el Mundial es una oportunidad. Podemos dar la sorpresa y llegar muy lejos. Aunque no sé si "sorpresa" es la palabra, porque Uruguay es un grande.

-¿Qué es muy lejos?

-Lejos, lejísimos. Semifinales, tal vez. Hay potencial. Lo más complicado será pasar la serie.

-Vos integraste los planteles de las últimas dos eliminatorias. Se habló mucho de la gran diferencia a nivel humano entre ambos, que había mucha arrogancia y soberbia en el equipo que quedó eliminado para Alemania 2006...

-No estoy de acuerdo. La única diferencia fue que entonces quedamos afuera por un penal errado. Y como en el fútbol todo es resultados, cambia la perspectiva de la gente. En todo caso, eso lo podrán decir quienes tenían contacto con la selección. Desde adentro, yo percibí el mismo respecto a la camiseta y a la gente. Esos eran códigos inviolables, de los cuales la honestidad y la lealtad son los principales.

-¿No es otro código inviolable lavar la ropa sucia adentro?

-También. Pero hace siete años que estoy en la selección y siempre encontré grupos identificados con la causa, por más que la gente te puteara y te dijera que sos un vendepatria porque perdiste un partido.

-Si pudieras volver atrás, ¿cambiarías algo de tu carrera?

- No... Tal vez el partido con Australia, en la vuelta del repechaje de 2005. Metería el cabezazo que erré en el primer tiempo. Si hubiera sido gol, seguramente clasificábamos al Mundial de Alemania. Hasta el último partido con Costa Rica soñé con esa jugada. Recién ahí pude enterrar ese muerto, definitivamente.

Un website oficial y un grupo de facebook en que piden que se saque la camiseta para jugar

Durante sus vacaciones, Diego Lugano participó, a pedido de Tenfield, en un institucional de Pilsen -sponsor de la selección- con miras al Mundial; también aparecerá en un spot del Banco Santander, junto a otras estrellas del deporte en Sudamérica como Juan Sebastián Verón, Gary Medel y Luiz Fabiano.

Su buena imagen ayuda. Lugano tiene un website oficial (www.diegolugano.org), aún en formación, desarrollado del Global Business Group (GBG) -multinacional que también trabaja con la imagen de deportistas-, con biografía, noticias y un enlace de contacto. El jugador, con la camiseta de la selección y haciendo jueguito, da la bienvenida a esa página. En dos meses ya recibió 5.000 mensajes; la gran mayoría, desde Brasil y Turquía.

Internet también depara otras sorpresas. En facebook, hay 39 páginas y 249 grupos dedicados a Diego Lugano. No todo gira en torno a la pelota. Uno de ellos, titulado Q Lugano juegue todo el partido sin camiseta!!!!!, tiene 7.564 miembros, casi todos mujeres, y ahí el tema fútbol es absoluta y completamente secundario.

A Lugano, 1,87 metros, 88 kilos, rubio, ojos marrón claro y con abdominales marcados, admiradoras no le faltan. Y no siempre son preadolescentes, como en el Club de Golf. "Claro que hay tentaciones, propuestas de todo tipo... el deportista por lo general es jóven, tiene fama, dinero, estado atlético... es hasta normal que se te quiera acercar mucha gente. Yo eso lo manejo con mucha tranquilidad, me resulta fácil porque... con mi esposa hemos crecido juntos. ¿Si es celosa? Lo normal; si se acerca un grupo de chicas y empiezan a gritar algo más que por una foto, ya dice `¡vamos!` Está acostumbrada, ¡no te olvides que tuvimos la vacuna de vivir cuatro años en Brasil! ¡O te acostumbrás y te manejás bien, o...! Y en Turquía hay mucho fanatismo, hay 20 diarios deportivos. Yo sé diferenciar bien. Además, tenés que tener claro que cuando se te apague la camarita, a tus 33 ó 34 años, y todavía sos joven, pasás a ser un total anónimo".

Jamás te metas con un héroe turco

El hogar de los Lugano en Estambul está en el cosmopolita distrito de Kadiköy, al este del estrecho de Bósforo, en el lado asiático de la ciudad, sobre las costas del mar de Marmara. La Tota tendrá sus raíces en Canelones, su corazón deportivo en Sao Paulo, pero califica de "espectacular" a su hogar desde 2006. Y eso que de turco... casi nada. "Buenos días", "Buen provecho", y poco más. Por suerte para él, tiene varios compañeros brasileños; y televisión por cable.

"De Estambul conozco todo. Lo que más te sorprende es la multiculturalidad. Vos en la calle ves gente de todas las clases sociales, razas, religiones; ves caminando una mujer de 20 años tapada con una burka y al lado a una turca con minifalda y pechos operados; un judío en una tienda al lado de un turco, un árabe, un cristiano, ¡y sin problemas!"

Las diferencias culturales requirieron una adaptación. "Turquía es un país ultranacionalista, con 1.500 años de guerras, de conquistas y de ser conquistados. Tienen la patria y la guerra en la sangre. En mi primer año en Fenerbahce, durante una fiesta nacional, entramos a la cancha con una pancarta en homenaje a su héroe (el primer presidente turco Mustafá Kemal) Atatürk. ¡No sé ni qué decía la pancarta! La mostramos a las tribunas, y en un momento la solté y se cayó al piso. ¡Para qué! Mis compañeros se pusieron malísimos, vino la policía y me apuntaba con el dedo... Luego me explicaron que eso no se podía hacer. El sentimiento nacionalista que tienen es incomparable, ¡la patria está antes que nada!"

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