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Cuidate, querete

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IGNACIO ALCURI

Y dale con la sensación de inseguridad. La culpa la tiene Tinelli, como siempre. Son tantas horas por semana dedicadas a sus gerundios por un sueño, que cada mínimo espacio televisivo sin su presencia soberana llama poderosamente la atención.

Entre esos contados espacios, están los policiales del informativo central. Allí pululan esos personajes de gabardina larga y acento chistoso, que recorren calles sin veredas presentando historias de amor, locura y muerte (siempre en ese orden).

A esa sensación térmica negativa, de hurtos y rapiñas, hay que agregar otra sensación, que cada día es mayor. Y es tanto o más problemática que la otra. Se trata de la sensación de seguridad.

Hagamos una prueba. Intente hacerse daño. Algo sencillo: llénese los pulmones de alquitrán, o haga reventar su hígado de cirrosis. ¿No pudo? ¿Ni bien comenzó fue interrumpido por un inspector? Exactamente de eso estoy hablando. El Estado se dio cuenta que por eficiente que sean las fuerzas del orden, los crímenes van a seguir existiendo. Así que apuntó todas sus baterías en defenderme de mi peor enemigo: yo.

Todo comenzó con el humo en los espacios cerrados. Confieso que aplaudí la medida. Me acuerdo porque estaba tomando un refresco y cuando empecé a aplaudir se me cayó el vaso al piso y volaron todos los cachos de vidrio y estuve un mes sin andar descalzo en el living, por las dudas.

Como seguía siendo demasiado fácil hacerse daño, se le agregaron requisitos a la definición de "espacio abierto", se agregaron imágenes terroríficas a las cajillas y se eliminó la publicidad de casi todos lados.

Ahora solamente pueden pautar en armerías, mazmorras de sadomasoquismo y en las alas de enfermos terminales de los hospitales.

Pero el uruguayo es un bicho mañero, que si no podía arruinarse con el cigarrillo lo iba a hacer con algo más. Aquel veterano que se juntaba en el bar a jugar al truco, mientras fumaba y se tomaba unas copillas, tenía que ser combatido. Como no pudieron encontrar un vericueto legal para abolir el truco, fueron por el alcohol.

Está bien, la idea de vender alcohol en las estaciones de servicio recuerda esa escena de ¿Y dónde está el piloto? 2, en la que el loquito compra una bomba en el quiosco del aeropuerto.

Hasta ahí podemos estar de acuerdo, pero fueron por más. Ahora, vender alcohol es más difícil que entrar a España sin un euro en el bolsillo y los clasificados de El País de Madrid abajo del brazo.

Con todo el tema de "Mens sana in corpore sano", además de impedirnos tontear con nuestros cuerpos, quieren impedirnos tontear con nuestras mentes. De ahí el famoso debate de la televisión chatarra, que por ahora está quietito. Suerte que hasta ahora ningún cristiano chocó por estar mirando televisión en el auto. Ese día se aprobará un proyecto restrictivo a velocidad ultrasónica.

Gracias Estado. Por cuidarme tanto la salud, y porque cuando mis papás me dijeron que ya era grande para tomar mis propias decisiones, yo me puse triste y me sentí muy solo. Eso sí, no me prohíbas acceder a Internet porque ahí se me complicaría la cosa. En lugar de mandar las columnas por mail, tendría que grabarlas en un cd y llevarlas personalmente.

Tampoco prohíbas los cd, porque en ese caso tendría que grabar las columnas en un diskette y eso es lo peor que hay. Los mirás fijo y se rompen.

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