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Señor Invierno

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IGNACIO ALCURI

Si bien le dimos la bienvenida al señor Invierno hace pocas horas, el viejo podrido venía haciendo de las suyas desde hace semanas, contagiando el virus de la gripe a mansalva y terminando el supergás de nuestras estufas en un suspiro.

De cualquier manera, nuestra privilegiada ubicación geográfica no solamente nos evita terremotos y tsunamis; también hace que la estación más fría del año sea más tolerable que en otras latitudes. Y si no, repasemos cómo en otras localidades del mundo luchan sin cuartel contra las bajas temperaturas.

En Reykjavik, capital de Islandia, el invierno o "estación de los vientos que congelan la sangre" -según el dialecto local- dura diez meses y medio al año. Durante todo ese tiempo los lugareños deben permanecer encerrados en sus casas, y calefaccionándose para no perecer debido a las bajas temperaturas. Allí es muy común el teletrabajo y la jardinería es considerada un deporte de alto riesgo.

Cuando comienza a soplar la primera brisa, los javikenses (o javikeños) concurren en masa a los centros comerciales, como si se tratara de la víspera de Navidad. Compran abrigos, alimentos, revistas de autodefinidos y otros artículos de primera necesidad. Todo debe alcanzar para sobrevivir los diez meses en los que los osos polares se adueñan de las calles de la ciudad, organizados en barritas que graffitean paredes y escuchan música hasta altas horas de la noche.

La impunidad de quienes saben que no corren peligro.

Cuando comienzan las dos semanas de primavera, todo el pueblo sale desesperadamente a las calles, a deshacerse de las toneladas de basura que fueron acumulándose dentro de los hogares durante todo el invierno. La segunda tarea que realizan es cazar a los osos polares rezagados que permanezcan en los alrededores.

Mientras tanto, en el puerto ruso de Múrsmank enfrentan al frío con sangre fría. O más caliente, no me queda claro.

Porque si bien sangre fría es sinónimo de serenidad, estos tipos parece que tuvieran la sangre a cincuenta grados, para soportar lo que soportan.

Los pobladores son principalmente agricultores. El problema es que la zona en la que habitan tiene un promedio anual de temperatura de 5 grados. De 5 grados Kelvin. Es imposible que a esas temperaturas crezca cualquier tipo de planta, pero no hay quien convenza de ello a los tozudos mursmankenses (o mursmankeños).

Cada mañana salen de sus cabañas a labrar la tierra, sembrar con las mejores semillas y esperar los frutos. Los que nunca llegan, ya que no hay un solo yuyo que viva más de un día con la helada asesina que cubre los campos durante las noches.

Expertos de todo el mundo llegan periódicamente a Múrsmank para tratar de convencer a sus habitantes de que abandonen la agricultura -actividad que los tiene al borde de la bancarrota- para embarcarse en alguna empresa más redituable, como la exportación de hielo. Pero no hay nada más terco que un ruso al que se lo quiere hacer entrar en razón.

El último que llegó con ánimos reformistas fue perseguido con tridentes y antorchas.

Podría pasar horas y horas relatando las penurias de gente que lo pasa mucho peor que nosotros.

Y me encantaría hacerlo, ya que el conformismo por comparación es una actividad típica de nuestro pueblo.

Pero por una simple cuestión de espacio quedará para otra oportunidad. Gracias y si van a salir, abríguense bastante.

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