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Mamá, papá, ¿adivinen qué?

| Homosexualidad en Uruguay | "Decir o no decir tiene que ver con algo estructural de la identidad. Contarlo a los padres es lo que permite que la persona se acepte a sí misma", dice el psicólogo.

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2008-04-20 00:00:00 300x300

GABRIELA VAZ

Jacqueline preside la asociación de lesbianas y, sin embargo, nunca le contó a su madre que es gay. Es que revelar la homosexualidad en la familia suele generar conflictos, aunque muchas lo asimilan bien. "Canela", Petru y Juan Sebastián, entre otros, cuentan sus historias.

Un día, mi esposo levantó el tubo del teléfono y escuchó sin querer una conversación entre mi hija, que por entonces tenía 15 años, con otra chica. Era una conversación de pareja... Yo no me había dado cuenta. Después, con el tiempo, empezás a mirar para atrás y entender cosas. Pero fue ahí cuando decidimos sentarnos a hablar con su padre para ver cómo íbamos a encarar el tema". Liliana inicia el relato haciendo un esfuerzo por recordar detalles. Es que ya pasaron 20 años desde ese momento que marcó parte de su vida: cuando supo que su hija era gay.

Por casualidad, por una confesión abierta, por una indirecta, porque la condición es demostrativa y resulta fácil descifrarlo: las maneras de descubrir la homosexualidad de un hijo son tantas como casos se cuenten. Pero todas, con sus matices, llevan a dos caminos posibles: la aceptación o el rechazo.

En el mundo se estima que uno de cada 10 habitantes es gay, (aunque la cifra es polémica y algunos la vean exagerada). Sin embargo, son muchos menos los que logran mantener una relación fluida con su familia cuando lo confiesan, y otros tantos los que ni siquiera se atreven a contarlo a sus padres. Y es que entre las reacciones posibles, se puede encontrar de todo. "Lo más común es una aceptación tibia y luego diferentes negociaciones", explican los psicólogos Bruno Ferreira y Ruben Campero, coordinadores del Centro de Estudios de Género y Diversidad Sexual, donde atienden múltiples consultas por este tema.

El proceso de "salir del armario" ("come out of the closet", expresión acuñada por los estadounidenses que significa declarar públicamente la homosexualidad) lleva su tiempo. "El temor principal, tanto del gay como de la familia, es que al decirlo va a mostrar la diferencia, se va a convertir explícitamente en un extraño. A nivel de fantasía, es como si se cortara la familiaridad. Si me dice que es gay, ¿cómo vuelvo a generar la red filiatoria con ese hijo que ya no es aquel que yo había pensado que era? Y si el hijo, por el contrario, lo niega, ¿cómo hace para ser un espía en un ambiente de intimidad? ¿Cómo se hace para no ser quien sos frente a papá, mamá y los hermanos?", pregunta Campero.

MIEDOS. Juan Sebastián Rodríguez nunca tuvo una charla con sus padres acerca de su homosexualidad. Su madre falleció cuando él era muy chico y su padre se dio cuenta "por lógica", cuenta el actor, a quien se pudo ver el año pasado como panelista en Mundo Cruel y hoy integra el staff de Puglia y cía. "Él trabajaba en la construcción y aunque era un tipo muy inteligente tuvo problemas de alcohol que a veces lo ponían agresivo. Una vez, cuando yo tendría 14 años, un amigo suyo le dijo: `Tu hijo es puto, ¿no?` y mi padre le pegó un piñazo. Ahí me di cuenta que dentro de su brutalidad salió en mi defensa y que el tema le dolía. Como padre lo tenía asumido, pero le rompía las pelotas el entorno. Era muy especial. `Vos sos puto porque tu abuela te crió como una mariconcita`, me decía. Nunca me lo preguntó, ni nos sentamos a charlar. Simplemente manejaba el tema así", recuerda Juanse sobre su padre, que falleció un año atrás.

¿Qué es lo que más cuesta aceptar frente a la homosexualidad de un hijo? Según los psicólogos, hay tres factores principales. Por un lado está el miedo a perder el estatus social. "Como ser gay o lesbiana tiene un rango inferior dentro de la escala de valores, la familia siente que se `homosexualiza`, es decir, pesa sobre ella un estigma que afectará su estatus", explica Campero. Por otro lado, aparece el duelo por el proyecto de hijo que tenían los padres. "La paternidad y maternidad modernas están construidas en términos bastante egoístas: el hijo tiene que ser una continuidad mía, un subproducto". En este sentido no son raros los lamentos de los padres del tipo ¡no voy a tener nietos! "¿En quién están pensando cuando dicen eso? Es una herida narcisista: `pobre de mí que tengo un hijo gay`", ejemplifica el terapeuta. Y finalmente, también juega el cómo esos padres elaboraron y viven su propia sexualidad. "¿Qué mensajes recibieron de chicos? ¿Es algo que debe ser aceptado y disfrutado o es algo sucio, que debe esconderse? Eso va a incidir a la hora de aceptar o no un hijo gay", asegura Ferreira.

A un lado las hipótesis, cada historia tocará su propio resorte. Para Liliana, lo más duro fue ver cómo a su hija todo se le hizo más cuesta arriba por ser homosexual. "Verla golpeada por la sociedad, verla sufrir... eso fue lo más difícil. Si bien la familia nunca hizo drama, siempre tuvo que batallar con las dificultades y el proceso de su pareja. Padecer la mirada externa... Yo no sabía que el mundo era tan hostil".

DE ESO NO SE HABLA. Jacqueline tiene 43 años y hace cinco que está en pareja con una mujer. Su historia homosexual no se remonta a la infancia. Recién a los 25 se descubrió atraída por Madonna, mirando un video en la facultad. Convivió tres años con un hombre y una vez separada, después de los 30, se animó a asumirse gay. "Cuando lo descubrís te cuesta, por un lado, por el famoso `qué dirán`, y por otro, porque no conoces gente y tenés que ver por donde te conectás. Tu mundo es otro". Hoy, está tan conectada que es la presidenta de la Asociación de Lesbianas del Uruguay (ALU) y, sin embargo, encarna toda una paradoja del "salir del armario": su madre no sabe de su orientación sexual.

"No se lo puedo decir porque es una señora super mayor, tiene casi 80 años y no lo va a entender. En realidad no lo sabe porque no lo quiere confirmar, pero es muy evidente. A veces me planteo decírselo. Cuando voy a su casa y sale el tema del lesbianismo lo hablamos con total naturalidad. Pero no se anima a preguntar. Y mientras ella no pregunte, yo no le pienso decir". Jacqueline es consciente del desconcierto que genera su situación y se ríe. "Ya sé, es gracioso porque soy la presidenta de ALU y salgo en todos lados. ¡Pero si ella no lo quiere ver! Además, si yo fuera infeliz por eso, si me sintiera culpable o no pudiera vivir mi sexualidad con libertad porque no le cuento a mi mamá... Pero vivo lo que quiero".

Los círculos en los cuales el hijo no lo dice y el padre hace de cuenta que no lo sabe parecen extremos pero son muy frecuentes. Además, así como Jacqueline, todos los consultados aseguran que en algún nivel los padres "siempre lo saben", pues hay factores que delatan esa orientación. Eso sí: no se trata de que, de chiquitos, el varón juegue a las muñecas o la nena al fútbol, acciones que nada dicen sobre la orientación sexual futura de un niño. (ver recuadro).

Julio Sosa, conocido popularmente como "Canela", cuenta que siempre fue demostrativo de su condición homosexual y que eso le valió una infancia y preadolescencia complicada en Nico Pérez, el pueblito de Florida donde nació, hace 75 años. "Bien dicen pueblo chico, infierno grande. Durante el día, el más machote te criticaba, pero de noche te venía a buscar. A los 14 años me vine a Montevideo. Mi padre murió antes de que yo tomara mis decisiones. A los 16 años lo hablé con mi madre, que lo tomó bien. Pero era evidente. Aunque yo no tengo ninguna mujer atrapada, como dicen, siempre sentí mi parte femenina: me gustaba la costura, la fineza. Mis hermanos al principio lo tomaron mal, pero después lo fueron aceptando", asegura el director de Tronar de Tambores.

SÍ, SOY. Una cosa es sospecharlo y otra enfrentarse a una confesión. Verbalizarlo es la forma más sana de encarar la situación. "Hay que decirlo, con palabras, mirando a los ojos, que quede claro. Contarlo al origen (a los padres) es lo que permite que la persona se acepte a sí misma", asegura Campero.

Si no los padres, otro miembro de la familia puede tomar ese lugar. Para Juanse, esa charla fundamental fue con su hermana. "Nos abrazamos y nos pusimos a llorar. Más allá de que ella lo sabía, hubo un sinceramiento, una confirmación. Creo que nuestra relación maduró a partir de eso", dice el actor.

Pero justamente por tratarse de un mojón importante, nada debe hacerse por impulso. "Tampoco estamos en Holanda. Este es un país machista, homofóbico. En abstracto, cuanto antes decirlo es mejor. Pero hay casos y casos", dice Ferreira, en referencia a padres que se cierran en el rechazo y hasta agreden físicamente a sus hijos. "Si no te quiere, no te quiere y punto. Hay que elaborarlo de otra manera, con otro familiar, en el consultorio".

Aunque aparezcan como las menos frecuentes, muchas familias logran naturalizar el tema totalmente. Tal es el caso de Petru Valensky. "A los 14 años tuve mi primer amor, prácticamente conviví y no tuve nunca ningún problema con mi familia. Tampoco hubo una charla, todo se dio en forma muy natural. Estoy en pareja hace 11 años, todos lo conocen y nos llevamos bárbaro", asegura el actor de 50 años. Y eso es todo un símbolo de sanidad, aseguran los psicólogos. "A mayor salud de un sistema familiar, mayor capacidad para resolver un conflicto".

En definitiva, cada protagonista debe realizar su proceso -palabra reiterada entre todos los consultados- y no hay fórmulas.

Poco después de que Liliana descubriera la homosexualidad de su hija, vivió dos instancias que la ayudaron a elaborar la situación. Primero fue a hablar con el pediatra de sus hijos, para contarle -"para buscar ayuda, en definitiva"- y la respuesta del médico fue tan sorpresiva como esclarecedora: "No haga lo que hice yo, que por no aceptar eso de mi hijo lo perdí". La segunda, más casual, fue igual de contundente. Por entonces cursaba Psicología, y un profesor contó la anécdota de un congreso de sexología en la que el expositor preguntó "¿Qué haría usted si tuviera un hijo homosexual?" y alguien respondió: "Creo que lloraría, luego trataría de entender y después lo acompañaría". Y es así, asegura Liliana.

En tres generaciones

"Mi familia nunca me censuró ni me cuestionó. Ni siquiera cuando estuve preso por actuar en un boliche gay, en enero del 82. Fue algo natural y no tuve crisis de culpa ni nada de eso. Sólo me generó conflictos cuando vi que otros, en mi entorno, tenían problemas por ser homosexuales".

Petru Valensky, actor.

"Una vez una señora en la calle me dijo: `Ah, vos sos el chico que hace de gay`. Al ser conocido públicamente, está ese juego de ¿es o se hace? Creen que es un personaje; es eso de barrer debajo de la alfombra. Soy puto siempre señora, no me hago la maricona para la televisión".

Juan Sebastián Rodríguez, integrante de Puglia y cía.

"Mi homosexualidad fue evidente siempre. Ya a los ocho años me di cuenta y a los 14 o 15 tuve mi primera relación. Tengo 13 hermanos varones y ellos me decían: `Pero dejate de joder`, hasta que vieron cómo luchaba y me enfrentaba a las cosas. Y lo fueron aceptando".

Julio "Canela" Sosa, de la comparsa Tronar de Tambores.

Cuando el nene juega con muñecas

"Capaz que nos equivocamos nosotros, al dejarte jugar mucho al fútbol cuando eras chiquita". Es una de las frases que recuerda Julieta, de 35 años, que su padre le dijo cuando se enteró que ella era gay y "pasó por una etapa culposa, de `qué habremos hecho`", cuenta.

La búsqueda de explicaciones es frecuente y muchos padres se retrotraen a la infancia y los juegos de entonces para encontrar "detonantes". Sin embargo, esto nada tiene que ver con la orientación sexual: los roles no deben confundirse con la identidad, indican expertos.

"Que una niña quiera jugar al fútbol o un varón a las muñecas no debería asustar a nadie (...) aunque a muchos padres les preocupa ver comportamientos de género cruzados en sus hijos", sostiene la psiquiatra Natalia Trenchi.

Pero si bien la sexualidad se construye, "no se puede dirigir", asegura el psicólogo Bruno Ferreira. Según cuenta Trenchi, un médico estadounidense llamado David Shaffer expuso esta tesis con un caso clínico: nacieron unos mellizos varones que fueron circuncidados en sus primeros días de vida. Uno de ellos desarrolló una infección de tal magnitud que se decidió extirparle quirúrgicamente el pene y los testículos y generarle una pseudovagina, es decir, convertirlo en nena. Y así fue criado: jugó a las muñecas, usó vestidos y peinados de niña y hasta recibió hormonas femeninas. Sin embargo, en la adolescencia, sus graves desajustes emocionales llevaron a que se le confesara la verdad: era una varón y así se sentía, por lo que se lo operó nuevamente, esta vez para que recuperara su identidad masculina. Cuando lo hizo, recobró también su estabilidad emocional. "Uno no elige su sexualidad y ésta tampoco puede imponerse", concluye la psiquiatra Trenchi.

"Pero... ¡si a los 15 tuviste una novia!"

Cuando los padres descubren la homosexualidad de su hijo o hija, hay ciertas etapas que suelen transitar, asegura el psicólogo Bruno Ferreira.

En primer lugar aparece la incredulidad -"pero qué decís, si yo me acuerdo que tuviste una novia y salías con Mengana", ejemplifica el terapeuta. Luego viene una etapa de negación -"no puede ser, tenés que estar confundido"- y muchas veces lo continúa una fase de evasión, donde el tema no se habla. "Un paciente le contó que era gay a su madre hace cuatro años. Ella sabe que vive con otro hombre, ¡hasta les ha regalado juegos de sábanas!, pero sigue preguntándole cuándo se va a conseguir una novia". Aunque suene irracional, estos casos son frecuentes.

Para el psicólogo Ruben Campero es otra forma de violencia. Pero asegura que peor aun es el silencio: nunca volver a tocar el tema. "El silencio desarticula. No hay excusa para rebatir".

Que haya "tantos gays en los espectáculos abrió la cabeza", según Petru Valensky

¿Qué tan abierta es la sociedad uruguaya respecto a la homosexualidad? Para todos los consultados, aunque hay una apertura notoria en comparación con pocos años para atrás, existe una homofobia latente.

Juan Sebastián Rodríguez cuenta que la reacción que recoge de la gente en la calle es muy positiva, con excepciones. "Siempre hay algún guaso que me grita algo, sobre todo adolescentes, pero eso no me importa. Me doy vuelta y les contesto. A veces me pasa algo que es peor. Por ejemplo, subirme a un ómnibus y notar que el guarda me tira la moneda y hace lo posible por no rozarme la mano. Esos gestos son boludeces, pero son las cosas más jodidas", dice el actor.

A sus 75 años, Julio "Canela" Sosa asegura que mucho de la libertad en diversidad sexual que se goza hoy es gracias "a la lucha y camino que abrimos los más viejos". Sin embargo, cree que la sociedad uruguaya sigue siendo "solapadamente hipócrita" no sólo con los homosexuales, sino con todas las minorías, como los negros o judíos.

Petru Valensky, en tanto, opina que le facilitó mucho las cosas haber tenido "la dignidad de decir cómo era y cómo sentía" luego de convertirse en una persona pública. Y aunque asegura haber sido testigo de discriminación muchas veces, considera que hay un avance. "¿Sabés qué nos abrió la cabeza? Que haya tanto gay en los espectáculos. Fijate que en Argentina la primera figura es Florencia de la V y acá ahora está Abigail, y todos la aman".

Sin embargo, la aceptación de diversidad sexual en los medios puede ser un termómetro engañoso. Muchos confunden el "es" con el "se hace", opina Juanse. "Abigail es un travesti. Esa es su opción de vida y anda vestida de mujer las 24 horas, no para salir en la tele. Hay gente que piensa que es un personaje", dice el actor. Por eso, calibrar la situación desde ahí es más difícil. "Capaz que una mariconcita de barrio sufre mucho más".

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