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La herencia de Damiani

| Confiesa que extraña a su padre, figura muy importante en su vida. Patricia Damiani quedó viuda a los 39 años con tres hijos, y un campo que el contador le dijo que vendiera para dedicarse a su familia. Fue la única vez que no siguió el consejo paterno y hoy no se arrepiente.

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Darwin Borrelli

SILVIA PÉREZ

El 28 de septiembre se conmemoró un nuevo aniversario del Club Peñarol. Por la mañana, los integrantes de la familia Damiani fueron al cementerio del Buceo a llevarle flores amarillas al contador y se sorprendieron por la cantidad de ofrendas que ya habían sido colocadas en su tumba.

A un mes y medio del fallecimiento de José Pedro Damiani, su hija, Patricia, habla de la importancia que tuvo en su vida y de cómo lo extraña. Cuenta que cuando era niña, su mejor regalo de cumpleaños era ir al estudio con su padre y ser su secretaria por un día.

Increíblemente, la única vez que no le hizo caso al contador, la transformó en una exitosa empresaria ganadera. Tenía 39 años, tres hijos y quedó viuda. Su padre le recomendó que vendiera el campo y se dedicara a su familia. No quiso darles el ejemplo de vivir de rentas y sin saber nada sobre el tema, se dedicó a trabajar el establecimiento o, como ella lo llama, hoy "la fábrica de carne".

-¿Cómo han sido estos primeros tiempo sin su padre?

-Muy difíciles. Nunca me había tocado vivir algo así, y eso que sufrí la pérdida de mi marido. Pero esto ha sido muy distinto. Será por el peso que su presencia tenía en todos nosotros. Y no sólo en la generación de los hijos, sino también con los nietos. Lo que nos hace bien es estar todos juntos. Es como si estuviéramos con frío y nos cubriéramos entre todos. Nos cobijamos el uno al otro. Y sobre todo a mamá. Pero queríamos que pasara el mes. El primer mes es el más duro. Lo extraño mucho. Hace unos días conocí a un señor de la edad de papá y me emocioné. Me hizo acordar a él: caminaba con bastón y con ese tiempo que tienen las personas mayores. Esos mayores a los que yo siempre respeté. Lamentablemente, hay muchas sociedades que no respetan a sus mayores. Mismo acá, cuando alguien quiere decir algo despectivo se refiere a "ese viejo no sé qué". En cambio, en los países orientales, los mayores son referentes. En las sociedades más sabias son los más considerados por su experiencia. Creo que es algo que tendríamos que aprender y revalorizar aquí en el Río de la Plata.

-¿Cómo fue ser hija de Damiani? Y, además, hermana del medio, que, según se señala, son los más conflictivos.

-(Se ríe) Sí, pero creo que no fue mi caso. Al menos yo no lo vivo así. Aunque de repente cuando éramos chicos era siempre la que más metía la pata. La que hacía las cosas que papá no dejaba.

-¿Qué tipo de cosas no le dejaba hacer?

-Por ejemplo, entrar a su baño estaba totalmente prohibido y una vez le prendí un papel en el water y le incendié la tapa. Tendría unos ocho o nueve años. ¡Imagínate lo que fue eso! También estaba prohibido usar su cepillo de pelo, pero a mí me encantaba porque era el más lindo de todos. Cuando llegaba, encontraba el cepillo lleno de rulos y era obvio que había sido yo.

-¿Y que hacía?

-Me rezongaba. Los grandes rezongos me los llevé siempre yo. Pero no importa, también fui la preferida. Siempre estuve muy cerca de mi padre. De chica mi mejor regalo era que en vacaciones de primavera, cuando caía mi cumpleaños, me dejara ir al estudio y ser su secretaria por un día. Sentarme al lado de su máquina de escribir. Me encantaba. Y años después hice secretariado en el Crandon, que fue mi primer carrera, sólo porque quería trabajar a su lado. Él le daba mucha importancia a su secretaria y yo quería serlo. Hice secretariado para eso y trabajé con él hasta que me casé.

-Muchos creen que los Damiani se criaron en cuna de oro, ¿cuánto de cierto hay en eso y cómo fue esa cuna?

-Cuando éramos niños papá siempre nos repetía una frase: "baño de humildad". Recuerdo que se iba a trabajar y todos teníamos que acompañarlo hasta el ascensor y antes de irse decía: "baño de humildad." Yo no entendía mucho lo que significaba, pero él se jactaba de no haber cambiado el auto en 15 años. Y en verano, no teníamos empleada para que cada uno hiciera su cuarto y se lavara la ropa. Íbamos a Punta del Este pero en esas condiciones: cada uno tenía que contribuir. Y luego, ya de más grandes, teníamos un auto que compartíamos entre los cinco hermanos. Papá se lo había ganado en una rifa del Club Sporting. Todos trabajamos desde los 18 años. Esas eran cosas de papá. Lo hacía como una enseñanza y se lo agradezco porque la vida, en definitiva, es eso. Yo he hecho lo mismo con mis hijos. Hay que estar preparado para todo y asumir las responsabilidades. La disciplina, el orden y los hábitos son muy importantes, ya seas un empleado o un empresario. No es posible dar órdenes si no se sabe recibirlas. Le doy mucha importancia al trabajo.

-¿Cuál es el mejor recuerdo que tiene de su padre?

-Esa disponibilidad para atenderte siempre. El saber que contás con él, que contaba con él, siempre. Lo más importante era la familia. Y a pesar de esa imagen que daba de estar siempre ocupado, o de viaje, estaba siempre presente. En serio: aunque estuviera de viaje estaba presente. A pesar de que con mamá yo tenía una gran relación, los consejos prácticos y de vida eran siempre de mi padre y los daba con mucha certeza.

-¿Y el peor recuerdo con él?

-Una de las tantas veces en que se iba de viaje estábamos yendo para el aeropuerto a despedirlo. Pidió que le abriera el portafolios porque necesitaba determinado papel. Lo abrí y se volaron varios papeles. Se enojó muchísimo. Paró y me dijo que me bajara del auto. Al final, mamá intercedió y no me dejaron. No creo que lo hubieran hecho, pero en mi cabeza de niña eso me quedó grabado.

-Usted ha trabajado muchas veces por Peñarol junto a su padre. Ahora que él no está, ¿pensó en volver a hacerlo?

-¿Ahora? No. Lo que pasa es que papá se basaba mucho en la creatividad que yo le podía aportar a Peñarol. Porque, de repente, hay cosas que desde el punto de vista de una mujer, se ven de otra manera. Yo le daba una idea y me decía que fuera y la planteara. Trabajé mucho con él sobre todo desde 2003 a 2006, mientras permaneció en Peñarol. Pero creo que si medito un poco, como lo he estado haciendo en este último mes, yo estaba ahí por papá. Incluso iba a los partidos por él. Cuando ya no pudo ir al Estadio por su problema de cadera, yo era una especie de embajadora. Y con el celular lo tenía al tanto de todo. Él lo miraba por televisión y yo le contaba todo lo que pasaba. Las entradas que se habían vendido, quienes estaban, y le hacía escuchar los cánticos de la hinchada. Mis ojos eran sus ojos. Le contaba toda la trastienda del partido. Y teníamos una cábala: cuando dejó de ir, nadie ocupó su lugar en el palco y yo me sentaba en el asiento de al lado. Era como si él estuviera ahí. Desde el día que murió no volví más a un partido. Pero ahora voy a seguir apoyando a Juan Pedro, porque es como apoyarlo a él.

-¿Está de acuerdo con la conducción de Juan Pedro?

-Creo que entre papá y él hay una diferencia generacional. Y además, Juan Pedro está en la posición de contemporizar un poco. A los 85 años se es mucho más rígido y se tiene menos cintura. Pero a otra edad hay que transar, negociar. Se debe tener margen. Es lo mismo que hago yo en mi actividad, en el campo. Me dedico a los novillos, pero si mañana veo que el negocio es tener otra cosa, voy a cambiar. Por ejemplo, antes tenía solo machos y ahora estoy comprando hembras. Creo que no se debe estar atado a preconceptos, y no ser rígido. Es lo más sano. Es de personas inteligentes, claro que tiene que estar acompañado de una fuerza, de una vitalidad, que papá ya no tenía. Él siempre fue sinónimo de apertura y de moverse en diferentes ambientes, pero en el último tiempo no podía por el desfasaje que tenía su actividad física con la intelectual. Si lo que le pasó en el último tiempo, le hubiera sucedido 15 años antes, sé que papá hubiera actuado con otra cintura.

-O sea que entre sus objetivos no está ser presidenta de Peñarol.

-(Se ríe.) No. Hoy te digo que no. Tengo un hermano que está mucho más empapado en esto que yo. Si "Juan ¡por fin!", como le decía papá porque nació después de cuatro mujeres, no hubiera llegado, de repente tenía que estar yo ahí, porque mis hermanas tienen otro perfil.

-Supongo que su padre también debe haber sido muy importante para usted cuando quedó viuda, siendo todavía muy joven.

-Sí, tenía 39 años y tres hijos chicos. Él me protegió mucho, a mí y a mis hijos. Constantino, el mayor, empezó a trabajar en el estudio siendo muy jovencito junto a papá y a Juan Pedro. Yo le pedía a Juan que lo apoyara en esas cosas típicas de los hombres; que le enseñara a afeitarse. Le estoy muy agradecida a los dos.

-¿Fue en ese momento que se hizo cargo del campo?

-Sí, fue un camino que tuve que hacer y que nunca hubiera imaginado. Yo había sido preparada para otra actividad. Mi marido era ingeniero, pero tenía un campo en Río Negro y cuando murió quedó para mis hijos. La opción era venderlo o trabajarlo. Mi padre me dijo que lo vendiera y me ocupara de mis hijos, pero yo no quise darles el ejemplo de vivir de rentas. Decidí trabajarlo y enseñarles eso. Lo que son los ciclos del campo, el saber esperar. Actualmente paso tres días por semana en el campo y el resto acá, pero también ocupándome de cosas del campo. Es lo que mencionaba antes sobre tener la vida organizada.

-Imagino que no debe haber sido fácil ocuparse de una campo sin saber nada al respecto.

-Sí, no fue fácil. No sabía nada, pero aprendí. Y ser mujer en el campo es muy difícil. Aunque también tiene sus ventajas y las aprovecho.

-¿Cuáles?

-Por ejemplo voy al frigorífico a las 6 de la mañana y está repleto de hombres esperando pesar su tropa como yo, entonces les pido que me los pesen a mí primero porque tengo mucho frío y nadie me dice que no. En cambio si fuera un hombre lo mandaban a la cola. O cuando compro insumos pido que me los manden para el otro día y lo hacen. Creo que se desacomodan un poco porque no están acostumbrados a tratar con mujeres. En ese sentido saco ventajas.

-Cuando se encuentra en el campo, ¿de qué se ocupa?

-De todo. Tomo decisiones. Y siempre arriba del caballo. Nunca ando por el trillo de la camioneta, nunca. Lo más fácil es que te lleven en la camioneta y entonces ves sólo algunas cosas. Yo ando a caballo y me meto por todos lados. Otra cosa que papá me enseñó es que no se puede dar órdenes el primer día. Hay que estar metido en la cosa para dar una orden. Además, en el campo son otros los tiempos. Otra cosa de la que me he dado cuenta es que si bien hay mucho para hacer de porteras adentro, los mejores negocios se hacen de porteras afuera, tanto en el momento de comprar los insumos como de vender la producción.

-¿Su establecimiento es sólo ganadero?

-No, nos dedicamos al ganado y a la agricultura. Y luego, la agricultura la transformo en ganado. En verano planto maíz y sorgo para dárselo de comer al ganado. En invierno planté trigo y cebada, también para alimentar a los animales, pero con los precios explosivos del trigo hoy mato a alguien si veo un novillo comiendo trigo. Lo voy a cosechar y vender como grano. He aprendido mucho y también algunas cosas las hago por intuición. Cuando empecé en el campo una de las cosas que más me sorprendía era que si preguntabas por qué hacían tal o cual cosa de determinada manera, me contestaban "porque siempre se hizo así". Y como yo no tengo esa carga atada en la espalda, actúo de otra forma. Una vez dije que para mí el campo era una empresa, que era una "fábrica de carne" y se armó una polémica bárbara. No es que le quite romanticismo al campo, pero hay que ponerle mucho de números. De todas maneras, no me quejo, me ha ido muy bien. Obvio que en el campo hay una variable que no depende de uno: el clima. E influye mucho en el resultado.

-¿Cómo la llaman sus empleados en el campo?

-La patrona, siempre la patrona. Espero que me digan eso nada más, nunca supe que me dijeran otra cosa (ríe).

-¿Viviría en el campo?

-Creo que no. Lo tomo como un lugar de trabajo. Además, la noche es triste en el campo. El personal vive como a 100 metros de casa, o sea que cuando baja el sol y cierro la puerta y termino de cenar, estoy sola. Pero estoy muy contenta con haber optado por trabajar el campo, y de no haberlo vendido. Fue la única vez que no le hice caso a papá. Pero él respetó mi decisión. Entendió que para mí era un desafío y creo que le demostré que tuve razón. Sé que me dio ese consejo porque parecía lo mejor para mí. Una mujer de 39 años, sola, que no sabía nada de campo. Que tenía que ir a trabajar a 400 kilómetros y en una época en que no estaba ni Tres Cruces, y me tenía que tomar el ómnibus en la calle Rondeau.

-¿Siempre va en ómnibus?

-Casi siempre. Porque una cosa es manejar en la ruta Interbalnearia y otra muy distinta adelantar a un camión yendo para Río Negro. Es otro tránsito. Claro, voy con un "look" que no es este.

"Pedí a Dios que no se llevara a papá, antes de que yo encontrara a alguien"

A los 39 años quedó viuda con tres hijos. Decidió hacerse cargo del campo, sin saber nada de terneros y vacas. Con el tiempo se convirtió en una próspera productora rural.

-Hoy es una mujer exitosa, ¿qué le queda por hacer?

-Mis prioridades siempre pasaron por mi familia: primero como hija y después como madre. Estoy muy contenta. Acompañé a papá hasta el final y traté de hacerlo feliz. Recuerdo que una de las veces en que lo internaron le llevé sus habanos. Mis hermanas, que son muy creyentes, le alcanzaban estampitas de los santos. ¡Y yo habanos! Sabía que eso lo iba a poner contento y de todas formas, ya no iba a cambiar nada. Ahora, en cambio, estoy acompañando a mis hijos que están emprendiendo su propio vuelo, y se empiezan a casar. De repente, lo que me quedó pendiente, o lo que he postergado es mi vida de mujer, de pareja.

-¿Nunca volvió a vivir con alguien?

-No, nunca. Los dos novios que tuve nunca pasaron del baño de visitas. Y se enojaban. Además, tenía a Juan Pedro que me prohibía ir a tal o cual lugar. Y eso que yo ya era una mujer hecha y derecha. Pero Juan siempre fue así.

-¿Hoy es pareja del vicepresidente Nin Novoa?

-No quiero hablar más sobre mi vida privada. Lo único que te digo es que mi familia es muy católica y siempre le pedí a Dios que no se llevara a papá antes de que yo encontrara a alguien.

Recibió el premio de manos de Nin Novoa

En abril pasado, Patricia Damiani presentó un lote de terneros Angus en la Expo Activa de Soriano.

Todos le decían que no se presentara, porque si bien ha ganado muchos premios con sus novillos, que es a lo que se dedica, nunca lo había hecho con terneros. Además iba a competir contra cabañas de mucha tradición en esa raza.

Sin embargo, cuando esa mañana salió de su casa le dijo, muy convencida, a sus hijos que iba a ganar. Y lo hizo.

El vicepresidente de la República Rodolfo Nin Novoa fue el encargado de entregarle el premio. Como se estila, unos días después ella hizo un asado para todos los participantes del concurso, en su establecimiento, y Nin Novoa estaba entre los invitados.

Patricia no quiso hablar del tema pero, se sabe, que su relación con el vicepresidente hoy es más cercana.

Incluso Nin Novoa visitó en el sanatorio al contador Damiani, pocos días antes de su muerte.

"El gobierno está haciendo las cosas bien"

Además de su fidelidad para con el Club Peñarol, en el ámbito público el contador José Pedro Damiani también tuvo su tiempo para incorporarse a filas políticas, e incluso fue candidato a intendente de Montevideo por la lista de Jorge Pacheco Areco. Así como su hija, Patricia, lo acompañó siempre en ámbitos futboleros, hizo lo mismo cuando el "pater familia" decidió apoyar al Partido Colorado. "Lo único que hice en política fue colaborar con mi padre cuando fue candidato a intendente. Con mi hija más chica, que entonces tenía cinco años, pusimos una mesita en la puerta del supermercado para repartir listas. La política es como el fútbol. Son cosas que hice sólo por estar al lado de papá".

-¿Qué opina del gobierno frenteamplista?

-El año pasado me preguntaron en una nota si tenía miedo al gobierno de izquierda y le dije que no, que para nada. Yo seguí trabajando e invirtiendo. Creo que, en el mundo, ya no se habla de izquierda y de derecha. Para mí no cambió nada, al contrario ahora tengo más responsabilidad porque todo es muy competitivo. Apuesto a mi país y a mi trabajo. Considero que están haciendo las cosas muy bien. Gobernar no es fácil, más aún sin experiencia y en un mundo globalizado. No hay que gobernar sólo en las fronteras de tu país, sino siempre influidos por aspectos exógenos.

-Pero, ¿votó al Frente Amplio o siguió con la tradición familiar y se decidió por los colorados?

-El voto es secreto (se ríe).

"Conpriste", una empresa de avanzada

La empresa que dirige Patricia Damiani se denomina "Conpriste", término que ella misma creó a partir de los nombres de sus tres hijos: Constantino, Priscilla y Stefanía.

Actualmente, es considerada una de las empresarias agropecuarias más exitosas del mercado. Su establecimiento, ubicado en Young , se dedica principalmente al engorde de novillos jóvenes (invernada), actividad que incluso la ha llevado al podio ganadero. En repetidos años ha logrado premios relevantes en el Concurso de Novillos y Vaquillonas Gordas, que organiza la Asociación Rural del Uruguay.

En el ambiente, se le reconoce como la productora que más novillos engorda por año, con destino a la industria frigorífica.

El establecimiento liderado por Patricia Damiani vende aproximadamente dos mil cabezas de ganado por año, siempre alimentadas en feed lot, un moderno sistema de engorde a corral ampliamente utilizada en países de avanzada como Estados Unidos y Australia.

El método feed lot posibilita reducir la edad de los novillos que se envían a los frigoríficos, y conseguir una mejor calidad de carne principalmente de animales jóvenes. Si engordar un animal lleva tres años, ella lo saca en dos o menos.

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