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Veloces y furiosos

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Victoria Verlichak (desde Buenos Aires)

FIESTA Y DESENFADO, ímpetu y anticipación, visiones fantásticas se dan cita en "El universo futurista 1909-36", la muestra desplegada en Fundación Proa que celebra el centenario del futurismo y se mantendrá hasta el 4 de julio. Esta corriente provocadora de vanguardia expresó su ruptura con el academicismo en las artes visuales, literatura, cine, arquitectura, teatro, danza, moda, y glorificó el nacionalismo, la violencia y la guerra, "única higiene del mundo". En su partida de nacimiento exaltó "la belleza de la velocidad. Un auto de carrera… rugiente, que parece superar a la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia".

Experimentación y revolución es lo que se ve en 200 obras provenientes, mayormente, del Museo di Arte Moderna de Trento e Rovereto (MART), seleccionadas por su directora, la curadora Gabriella Belli. La exhibición deslumbra y, en más de un sentido, grafica el tajante llamado a vivir el presente y desechar el pasado del multifacético poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944); un video producido en Buenos Aires da cuenta de sus viajes a Sudamérica en 1926 y 1936.

En la apertura de la exhibición, Belli señaló que "Fascinado con el presente y por el rumbo irreversible del `progreso`, el futurismo buscó como ninguna otra vanguardia la complicidad entre el arte y la vida". Tanto se ocupaba de la vida, que Marinetti incluso propuso la abolición del plato nacional, la "pasta", en el libro La cucina futurista (1932), imaginando recetas nuevas y el reemplazo de comestibles por comprimidos.

Marinetti era histriónico, capaz de emitir conceptos revulsivos ("Ya no hay otra belleza que la de la lucha") y de pronunciar disparates tales como que Venecia debía ser asfaltada. "Gran comunicador, que comprendió -en palabras de Belli- tempranamente cómo funcionaban los medios de comunicación", Marinetti escribió y publicó en 1909 el fundacional "Manifiesto futurista" en el diario Le Figaro de París. Luego, junto a otros artistas publicaría 23 manifiestos -que precedían a las acciones del grupo- buscando sacudir a la Italia de principios del siglo XX, a esa "inmensa Pompeya blanqueada de sepulcros", de su pesada herencia clásica y de la modorra provinciana.

Presente infinito. El espíritu de la época, el vértigo y una excepcional creatividad en las obras firmadas por 40 autores exaltan el torbellino del movimiento, aplauden el ruido y la metamorfosis de las ciudades. Más de 40 publicaciones dan cuenta de la literatura futurista que quebró la métrica de la poesía, utilizó el verso libre y alteró la oración, investigando tipografías y utilizando exclamaciones, interjecciones o números, para crear una literatura sonora.

Aquí están las soberbias piezas y los alocados puntos de vista de Giacomo Balla (donde se "siente" la velocidad), de Umberto Boccioni, Carlo Carrá, Gino Severini y Luigi Russolo, el núcleo de artistas que tras el grito inicial de Marinetti, firmaron el "Manifiesto de los pintores" (febrero de 1910). La curadora señala que la tercera proclama, el "Manifiesto técnico de la pintura futurista" (abril de 1910), debe ser considerada como el "verdadero vademecum de la teoría futurista", junto al "Manifiesto técnico de la escultura futurista" (1912) de Boccioni.

En las salas de los dos pisos de Proa se exhiben los tres únicos collages que Marinetti realizó en colaboración con Balla y Francesco Cangiullo y la innovadora propuesta arquitectónica de Antonio Sant`Elia; las precursoras fotografías de Tato (Guglielmo Sansoni); los trajes y pinturas de Enrico Prampolini; los foto-collage de Cesare Cerati.

Es posible observar el cruce de disciplinas que practican los diversos protagonistas, como el tránsito de Russolo de la pintura hacia el sonido; las marionetas y arlequines, los diseños y escenografías, collages de Fortunato Depero; las fotos y los documentos de la labor teatral del creador del Teatro experimental Anton Giulio Bragalia (que estuvo en la Argentina cuatro veces). La "aeropintura", que imagina al mundo visto desde lo alto está representada por, entre otros, Tullio Crali de quien, asimismo, se exponen esculturas, diseños de escenografías y de moda. Su óleo Incuneandosi nell`abitato In tuffo sulla citta(Introduciéndose en lo habitado en picada sobre la ciudad) es unas de las imágenes más pregnantes de la exhibición. Presentado en 1939, este retrato congela a un piloto tripulando un avión que, se presume, va a estrellarse sobre altos edificios; junto a Belli, esta imagen puede considerarse premonitoria del atentado del 11 de setiembre contra las torres gemelas de Nueva York en 2001.

También se incluyen obras del argentino Emilio Pettoruti, artista que en su primera muestra individual en Buenos Aires en 1924 (a su regreso tras 12 años en Europa, donde frecuentó a los cubistas y futuristas) levantó un legendario escándalo por sus audaces composiciones; el conservadurismo del establishment era tal que no faltaron las trompadas en plena calle Florida frente a la galería Witcomb.

Buenos Aires y Montevideo. Un video de 18 minutos y documentos en el completo catálogo, relevan los viajes de Marinetti a la Argentina, Brasil y Uruguay y sus controversiales opiniones. Contratado por un empresario teatral, Marinetti confirma aquí su gran capacidad performática, ya probada en las veladas europeas futuristas. Lo precedieron las noticias de su amistad con Benito Mussolini, iniciada cuando militaban en el Partido Socialista Italiano, y su cercanía con el fascismo (en el poder desde 1922). Su presencia en Brasil no fue del todo grata, ya que se presumía que venía como propagandista del régimen; grupos antifascistas en más de una ocasión le arrojaron frutas y verduras cuando se presentó en los teatros para sus conferencias. Marinetti pasó por el puerto de Montevideo el 7 de junio de 1926, donde fue entrevistado por la prensa, y volvió el 29 de junio para hablar sobre el poeta fundamental de la modernidad Jules Laforgue en el teatro Artigas ante alrededor de 400 personas.

En la Argentina, Marinetti sostuvo que su viaje tenía una misión "puramente artística". Ante la controversia que suscitó, dirigió una "carta" al diario La Nación el 19 de junio de 1926: "A mi llegada (…), algunos diarios me presentaron bajo el aspecto de hombre político enmascarado de poeta futurista, venido a América para enseñar el fascismo (…). Soy fascista sin carnet, orgulloso, orgulloso de haber colaborado en la grandeza de Italia de hoy, no tengo ningún encargo gubernamental y no hago política. Vivo como poeta futurista". Los vanguardistas locales (del grupo Martín Fierro), estimaron que la visita de Marinetti les había otorgado cierto aire frente a los sectores más retardatarios. Fue distinto cuando volvió en 1936 como delegado oficial del PEN Club de Roma al XIV Congreso Internacional de esa entidad reunido en Buenos Aires. La guerra, nuevamente, se cernía sobre Europa y el PEN Club firmaba un llamamiento a la paz, mientras Marinetti subrayaba sus conocidas posturas militaristas. Pero el fascismo no utilizó al futurismo sino a la vanguardia del novecentismo (Novecento Italiano), movimiento figurativo surgido en 1923 que abogó por un arte italiano "puro", impulsado por la reconocida crítica de arte Margheritta Sarfatti (amante de Mussolini, que terminó sus días en Montevideo). En ese sentido, la curadora Belli afirma que el futurismo, que se extendió hasta la muerte de Marinetti en 1944, sólo le prestó a Mussolini algunos temas como la exploración del espacio y el progreso.

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