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Una madrastra fatal

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Andrea Blanqué

JANE AUSTEN (1775-1817) es una rara avis: con una vida de perfil bajo, hoy es un éxito de ventas y motivo de relecturas, foros y planes de estudio. El cine benefició a los hispanohablantes. Hasta hace unos años, salvo Orgullo y prejuicio publicado por el Centro Editor de América Latina, solo era posible comprar obras de Jane Austen en Tristán Narvaja, publicadas por editoriales españolas durante el franquismo.

Pero a partir del espaldarazo del Oscar, con la versión de Sensatez y sentimientos de Emma Thompson (Ang Lee, 1995), la pantalla -que desde tiempos remotos había realizado adaptaciones de esta escritora singular- llevó a que españoles y latinoamericanos reeditaran sus novelas: además de Orgullo y Prejuicio y Sensatez y Sentimientos, circulan en las librerías La abadía de Northanger, Parque Mansfield, Emma y Persuasión. Seis libros, así como son seis los personajes del club de lectura del film Conociendo a Jane Austen (Robin Swicord, 2007): cinco mujeres y un chico que se reúnen a desmenuzar esa obra que conocen desde que iban al liceo, pero que siempre es una caja de sorpresas.

Se sabe que Austen escribió más: dejó por la mitad Los Watson, -cuya escritura quizás abandonó por depresión- que trata de cuatro hermanas que no logran casarse, y a quienes les espera un destino brutal de pobreza. También se sabe de los doce capítulos de una novela, Sanditon, que dejó cuando ya se sentía mal: murió a los 41 años, tal vez de cáncer. Pero Jane Austen fue una autora adolescente, precoz. Escribió sus obras monumentales, Orgullo y prejuicio y Sensatez y sentimientos, cuando tenía veinte años. Recién a los 35 se decidió a luchar con editores hasta hacerse un lugar en las letras del mundo.

En la adolescencia también creó Lady Susan, una novela breve que acaba de ser traducida en Argentina. Es imperdonable que haya llegado al Río de la Plata tan tarde, porque es una obra maestra al igual que sus novelas emblemáticas. De formato epistolar, muy siglo XVIII, muy en el estilo de Relaciones peligrosas, su protagonista no es una virgen que cree en el amor y termina con príncipe azul al borde del abismo del matrimonio, como las otras. Aquí hay una treintañera bella, viuda y malvada. Con su única hija es como la madrastra de Blancanieves. Pero guarda las apariencias de una educación ejemplar: la víbora tiene aires de persona encantadora.

Cuando Austen concibió este personaje tenía solo 16 años y seis hermanos, padre, madre y un montón de primos y amigos. Seguramente no imaginaba que iba a morir solterona. Ideó un ser totalmente distinto de ella: una mujer lujuriosa que engañó al marido, que sigue con sus amantazgos y, sobre todo, que quiere hacer infeliz a su tímida y lectora hija adolescente, Frederica. Busca casarla con un hombre rico que su hija rechaza, pero que a ella le gusta. La confina en un siniestro colegio y habla mal de ella en cartas con una amiga confidente. Pero las cartas se alternan con las escritas por la tía de la chica, cuñada del muerto, que ama a su sobrina y la salva de las garras de la arpía.

Es una novela asombrosa: breve, potente, con un lenguaje de una precisión exacta, como son todos los vocablos/dardos de Jane Austen. Con final feliz, pero no de cuento de hadas: la malvada nunca recibe castigo.

LADY SUSAN, de Jane Austen, La Compañía, Buenos Aires, 2008. Distribuye Ediciones del Puerto, 133 págs.

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