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Poesía musical, poesía visual

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El País

Victoria Verlichak

(desde Buenos Aires)

AMALIA NIETO tenía cerca de cuatro años cuando el prestigioso bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinsky estrenó en 1911, con la compañía de los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev en París, la célebre obra para ballet Petruchka, de Igor Stravinsky. Entonces, no podía saber que la Suite de Petruchka en tres movimientos para piano, escrita en 1921 por el compositor ruso por encargo de Arthur Rubinstein, sería central en la corta y fecunda etapa que ella compartió con el notable escritor y músico Felisberto Hernández.

En 1935, al amparo de Stravinsky, los uruguayos Amalia Nieto (Montevideo 1907-2003) y Felisberto Hernández (Montevideo 1902-1964) comenzaron a escribir un notable capítulo artístico en la costa más amable del Río de la Plata, en paralelo a la historia amorosa que tejieron. Es cuando a instancias de Amalia -según dijo a El País Cultural (Nº 676) el nieto de ambos, Sergio Elena Hernández- Felisberto incorporó la Suite de Petruchka a su repertorio de concertista de piano.

A pesar de los coloridos acordes y del marco festivo en que se desenvuelve gran parte del argumento de la obra, el final es triste. El personaje de Petruchka -en ruso, cariñoso diminutivo de Pedro- es una marioneta con sentimientos humanos, que se enamora perdida e imposiblemente de la bailarina. La Suite de Petruchka, inevitablemente, remite al imaginario del ballet que la originó.

Feliz hallazgo. De este lado del río, en una Buenos Aires con una actividad en artes visuales incesante, pero no siempre estimulante, la deliciosa muestra "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" fue un feliz hallazgo. La galería Jorge Mara-La Ruche presentó más de cien vibrantes acuarelas y dibujos que la artista pintó o pegó en la correspondencia que le envió a Felisberto hace más de setenta años, entre 1935 y 1937, cimentando su noviazgo mientras él recorría con sus conciertos hasta el último rincón de Uruguay, y de localidades brasileñas y argentinas.

El galerista Jorge Mara ofició de curador y logró reunir nuevamente a Amalia y a Felisberto a través de la exhibición de las ilustraciones originales, recortadas de las misivas por la propia artista, y de varias vitrinas con documentación de ambos. En su texto "Acordes aplastados" presentando esta muestra, Sergio Elena Hernández destacó: "Dentro de este contexto, y dentro de lo que hemos llamado junto al escritor Jorge Sclavo, el `Teorema Felisberto`, es decir el carácter de aventura-periplo de las giras, y su resolución insólita, es que aparecen entonces los citados dibujos, de carácter emotivo-geométrico, y que llevan implícitas - pese al fuerte contenido mercurio-mental- las fuertes cargas subjetivas del momento".

La muestra constituyó un acontecimiento excepcional por la calidad de lo exhibido y porque invitó a indagar en la obra de ambos. En Argentina, prácticamente se desconoce a la perceptiva artista y al Felisberto músico, a pesar de sus cientos de conciertos públicos, incluido el de 1939 en el afamado Teatro del Pueblo de Buenos Aires, institución vinculada desde su fundación en 1930 al Partido Comunista. Fue otra de las paradojas en la vida del músico, un conocido anticomunista. Sus libros -Fulano de tal (1925), Nadie encendía las lámparas (1947), Las hortensias (1949), entre otros-, están agotados desde hace años.

Aunque la exhibición tiene a la obra de Amalia como eje principal, "la idea fue abrir una puerta al mundo de Felisberto", dijo Mara. Así, en las múltiples e importantes reseñas y tapas sobre la muestra publicadas por la prensa gráfica argentina, tomó preeminencia la mítica figura del escritor, generosa en anécdotas y excéntricas ocurrencias, antes que la figura de la artista visual, de delicada sensibilidad y perfil más bajo.

Es que la obra de Amalia Nieto circuló marginalmente en la Argentina. Exhibió con anterioridad solamente dos veces, al margen de la presencia ocasional de sus obras en algunas ferias de arte contemporáneo, como arteBA, de la mano de galerías como Sur (Uruguay) y Cecilia de Torres (Estados Unidos).

La artista fue invitada en 1964 a la II Bienal Americana de Arte de Córdoba, patrocinada y organizada por Industria Kaiser Argentina. Con sede en la Universidad Nacional de Córdoba, el prestigioso encuentro -trascendente para la historia del arte regional- publicó un catálogo, donde se reproduce una de las tres pinturas presentadas por Nieto de su serie de los "búhos": América insólita (1964), en la que brotaban algunos gestos informalistas. La Bienal fue vista por un público algo reducido. Después de todo, en un país tan centralizado como Argentina se sabe que Dios atiende en Buenos Aires. La muestra otorgó el primer premio al colombiano Alejandro Obregón y tuvo entre sus jurados a Marta Traba, que menciona a Nieto al pasar en su señero libro Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, 1950-1970.

La segunda exhibición de la artista en la Argentina fue en la Embajada de Uruguay en Buenos Aires (1989), donde mostró su serie Naturalezas muertas mentales, con las que -como afirmó el crítico Nelson Di Maggio en La República cuando fallece la artista, en 2003- "alcanzó la cima de su parábola creadora, utilizando un lenguaje coloquial y recoleto, de música de cámara, necesario para percibir con cuidado los sutiles matices de su propuesta estética".

Tan cerca y tan lejos, hasta "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" no existía bibliografía sobre la artista generada en Buenos Aires.

Cartas a Felisberto. La exhibición "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" fue realizada con material prestado por unos pocos coleccionistas y con obras que actualmente son de la familia de los artistas. Verdadero encuentro visual-literario-musical, la inauguración contó con una presencia inusual. Rodeado por las obras de Amalia, en un piano especialmente instalado en la galería, el músico Sergio Elena Hernández interpretó, entre otras, "Negros", una de las composiciones "propias que Felisberto incluyó con más frecuencia en sus programas, seguramente por considerarlo uno de sus logros más importantes. Se trata, en verdad, de un piano tratado como radicalmente percusivo", señala el experimentado crítico argentino Federico Monjeau (revista Ñ, 20/9/2008). "Sus programas no eran estrictamente clásicos, sino más bien contemporáneos; rara vez faltaban obras de los españoles Falla o Albéniz. También solía incluir a Mussorgski, Borodin (…). Se inclinaba más por las formas breves y las piezas de color que por la gran narración de la sonata (el cuento más que la novela)".

Las piezas compuestas por Hernández -"Crepúsculo, "Tres preludios", "Un poco de Mozart", entre otras- , algunas inéditas, fueron grabadas para esta ocasión por Elena Hernández en un CD que acompaña al espléndido catálogo, editado por Jorge Mara-La Ruche y el Centro Cultural de España de Montevideo. Profusamente ilustrado a color con todas las obras de la exhibición, el catálogo incluye los conocidos y valiosos textos de Julio Cortázar e Italo Calvino sobre Felisberto escritor y fragmentos de apreciaciones de Joaquín Torres-García sobre la obra de Amalia, junto a nuevos y provocadores ensayos de Sergio Elena Hernández y Claudia Cerminatti acerca de la relación entre ambos artistas.

En un sector diferenciado, cuatro vitrinas desplegaron la totalidad de las primeras ediciones de los libros de Hernández, partituras musicales incluyendo la de Petruchka ilustrada por Amalia (que, junto al boceto del afiche que anunciaba la Suite de Petruchka, pertenecen a Norah Giraldi de Dei-Cas) programas y reseñas de prensa de sus conciertos, fotos de familia y de los protagonistas del Montevideo cultural de los años 30 y 40, junto a los curiosos manuscritos con la taquigrafía inventada por Felisberto.

En 1935, cuando se inició la correspondencia, ya Amalia formaba parte de la Asociación de Arte Constructivo -creada por Torres-García luego de su regreso a Montevideo en 1934-, de la que fue secretaria durante años. Pero, observando las acuarelas y dibujos de "Cartas a Felisberto" resulta evidente que Amalia durante su primera estadía en París, entre 1929 y 1931, frecuentó las sutilezas de la vanguardia a través de sus profesores (algunos adscribían al fauvismo o al cubismo) de la Academia de la Grande Chaumière y del taller de André Lhote, y que conoció la abstracción geométrica rusa.

La serie aquí exhibida tiene la impronta constructiva y emotiva del Kazimir Malevich de los años treinta. Simplificadas y de brillantes colores, Nieto crea enternecedoras figuras de trazos ciertos, por momentos temblorosos y sencillos, que se asoman a la geometría y transitan ciertas formas de la abstracción y la figuración.

Los tres movimientos para piano de la Suite de Petruchka comprenden la "Danza rusa", "El cuarto de Petruchka" y el "Carnaval ruso". El catálogo de la muestra reproduce el argumento que aparecía en las hojas de los programas de los conciertos que Felisberto presentó, por ejemplo, tanto en El Ateneo de Salto en 1936, como en la Biblioteca Rivadavia (Tandil, provincia de Buenos Aires), patrocinado por el Centro `El Hogar Uruguayo`, en abril de 1940. "Este ballet se inicia en la feria de un carnaval ruso. Un mago o charlatán presenta un pequeño teatro con tres celdas. En cada una hay una marioneta o títere: Petruchka; el Moro y la Bailarina; el mago anima con su flauta y de cada uno de ellos sale un doble para actuar en el ballet. Strawinsky (sic) transcribió para piano, dedicándolos a Rubinstein tres movimientos del ballet".

Para diseñar el afiche del concierto de Petruchka que Felisberto incorpora en sus giras a finales de 1935, y que se convierte en su caballito de batalla, Amalia se nutre de las imágenes del ballet que, según se asegura, había visto en París en algún momento durante los tres años de su estadía allí a partir de 1929. Al parecer llegó a ver la puesta de Diaghilev aunque, después de su muerte en Venecia en agosto de 1929, la compañía se encontraba endeudada y los bailarines se dispersaron.

Las figuritas de los tres personajes centrales, junto a la del mago con flauta, rodeados de los colores de una fiesta y de los rasgos de una feria de pueblo, adornaron algunas de las cartas que Felisberto claramente disfrutaba.

En las visiones que Amalia imagina y en las que se intuyen rostros, parejas, trapecistas, payasos, barcos, peces, naturalezas muertas, banderas, o casas, trabajados y vueltos a trabajar, hay fantasía y ejercicios constructivos, en los que sobresalen colores primarios, a diferencia de los grises, ocres, rosas que utiliza posteriormente. Pero no todas las ilustraciones giran en torno a Petruchka, aunque la carita del títere aparece una y otra vez. Integran esta fundamental muestra, su conocido Homenaje a Felisberto Hernández (1936), de madera tallada y pintada al óleo, junto a Composición (1941), pintura con claras reminiscencias de su paso por Estudio 1037 y por la Asociación de Arte Constructivo, donde recibió clases del maestro Torres-García.

Cuando se recorre la completa biografía de la artista, ampliada y corregida por Jorge F. Soto para el catálogo de "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" -a partir de la cronología establecida por Raquel Pontet para la Exposición Retrospectiva de 1995 en el Museo Nacional de Artes Plásticas y Visuales de Montevideo- la presencia de Torres-García resulta abrumadora, aun cuando Amalia se había apartado de sus lineamientos estéticos. En una conferencia de 1941, Torres-García, que fue también amigo de Amalia, dijo de la obra de la artista: "Lejanamente tentó lo geométrico y si no entró de lleno en esto es porque la seducción de lo real y lo poético de su visión interna tenía que vedárselo. Su espíritu tomó entonces de todas estas esencias para formar un arte propio".

Son amores. Amalia y Felisberto estuvieron casados durante cinco años, entre 1937 y 1942, y de noviazgo, algunos más. Según la cronología del catálogo, se conocieron mucho antes "en las tertulias organizadas por el matrimonio compuesto por la poetisa Esther de Cáceres y su marido el doctor Alfredo Cáceres, médico psiquiatra y [en] las sesiones de música que se llevaban a cabo en la Quinta de Vaz Ferreira". Se enamoraron tras encontrarse en un homenaje que le dedicaron a Felisberto en el Ateneo de Montevideo.

"Amalia, entonces, emprende la abstracción. Al igual que Felisberto, que en su juventud desde su piano acompañaba las películas mudas y colocaba los sonidos sobre la pantalla, Amalia coloca sus imágenes-dibujo sobre las cartas-pantalla dirigidas a Felisberto. Como peces multicolores en una gran pecera, curiosamente, éste será -al menos por ahora- su vital elemento".

"En más de una oportunidad Amalia acompañó a Felisberto en sus giras de concierto. (Recordemos que Felisberto, en estas giras-aventura-periplo, como he dicho, debía tocar en pianos destartalados y apolillados. Amalia se paraba junto a él `lo más inadvertidamente posible` (sic) y simultáneamente mientras tocaba le iba levantando las teclas hundidas por fallas de mecanismo. No hace falta imaginar los públicos. Tampoco las polillas)", concluye Sergio Elena Hernández

Llama la atención que ese momento de retroalimentación y mutuas influencias reflejadas en las obras de esta exposición, no haya sido demasiado destacado por los autores que se dedicaron a la obra de la artista. Esta exposición suscita la curiosidad por descubrir a una Amalia más íntima y los detalles del romance que generó este profundo diálogo.

En su reseña del libro Felisberto Hernández, su vida y su obra (Planeta, 2000), Pablo Rocca (El País Cultural Nº 581) sostiene que su autor, José Pedro Díaz, pudo establecer que "estas cartas tienen un valor decisivo para explicar el momento en que Hernández desplaza su actividad de pianista en provecho de la vocación de escritor con sus `nouvelles de la memoria`: Por los tiempos de Clemente Colling [libro de 1942, que comenzó a escribir en la casa de su hermano Ismael, a donde fue a pasar una temporada al campo junto a Amalia], El caballo perdido (1943) y Tierras de la memoria [escrito por entonces y publicado póstumamente]".

Amalia y Felisberto tuvieron una única hija, Ana, que adoraba las danzas españolas. Y aunque siempre vivieron con dificultades económicas, muchas veces aliviadas por los padres de Amalia, éstas se acentuaron luego del fracaso de la librería "El burrito blanco" que pusieron en Montevideo. Según Carol Prunhuber (El Paseante, Madrid, 1988), el escritor se pasaba los días escribiendo e "incapaz de resolverlos [los problemas económicos], optó por una vía drástica: vendió el piano. Ese día abandonó a Amalia. Y también la música" y volvió con su madre, Calita, quien "siempre mantuvo con su hijo una relación de dependencia y sobreprotección".

Por el contrario, Amalia parece haber sido educada para ser independiente. Tenía sólo 22 años cuando sus padres Ángela Perichón y Benigno Nieto, pionero de la cirugía cardíaca, la estimularon a viajar a París y estudiar en la Sorbona. En sucesivos viajes a Europa completó su formación estudiando grabado con Johnny Friedlaender y cursos de mosaico con Gino Severini.

Tras la ruptura con Felisberto, Amalia parece haber establecido una relación con el reconocido grabador Adolfo Pastor. Los retratos de su juventud muestran a la bella Amalia, con una pizca de reticencia en sus ojos claros, tal vez algo retraída. Quizá esa característica era la que enamoraba al crítico argentino Jorge Romero Brest, quien viajaba con frecuencia a Uruguay, donde dictaba sus legendarias clases de historia de arte y estética, a las que asistía la artista.

Por fin, a comienzos de la ardua década del setenta, anudó un vínculo duradero con la distinguida directora de teatro Laura Escalante. Precisamente, en 1972, y tal como se apunta en la cronología, se "estrena su obra para teatro infantil Acrobino con dirección de Laura Escalante en el Teatro de El Tinglado. En la escenografía Amalia Nieto utiliza una serie de cubos similares a los módulos escultóricos con los que ganara el Gran Premio de Escultura del Salón Nacional, donde se pueden señalar influencias del arte concreto".

"Mujer estupenda y refinada, y una de las pioneras de la abstracción en Sudamérica", advierte Cecilia de Torres, Amalia fue multipremiada e invitada a desplegar sus obras en diversos Salones y Bienales. Participó activamente en la escena cultural de Montevideo, donde inclusive fue presidenta de la Asociación de Amigos del Arte, además de docente.

"Nunca se alejó de otro de sus fervores, el del teatro, a cuyos estrenos asistía regularmente: junto con Laura Escalante era una presencia saludada por buena parte de la platea. Desde ahora, esas dos mujeres eminentes forman parte del mejor recuerdo y la mejor tradición de la cultura local, pero además eran ejemplares de poderoso estímulo a través de sus apegos, sus puntos de vista, su ánimo indomable, su constante inquietud por lo que sucedía alrededor, su espíritu selectivo, su agudeza verbal y su visión ecuménica de los campos del arte", escribió Jorge Abbondanza en su "Adiós a una gran pintora" (El País, Montevideo, 9/2/03).

Pronto, en Montevideo. A los 88 años, en 1995, inauguró la exposición "Amalia Nieto. Retrospectiva 1925-1995" en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo. En el catálogo, su entonces director Ángel Kalenberg afirmó que entre las artistas, Nieto, junto a Petrona Viera, habían "consumado el aporte más sustancial a la historia de las artes plásticas uruguayas". Asimismo, resumió apretadamente toda su trayectoria: "Al cabo de setenta años de praxis artística ininterrumpida, de la que dan testimonio dibujos, grabados, pinturas -óleo y acrílico-, esculturas, y durante los cuales incurrió en paisajes, en un cierto informalismo, en la abstracción, en el constructivismo, es posible advertir una coherencia sostenida del lenguaje plástico de Amalia Nieto y una particular predilección por la naturaleza muerta. (…) Por los objetos inanimados (…) y, además, humildes, cotidianos, de esos que miramos sin verlos". Luego, ya con 94 años, en 2001 presentó una individual en el Museo de Arte Contemporáneo de Montevideo, en donde la crítica vuelve a resaltar su obra intimista y su "refinamiento cromático".

La artista, que también transitó la figuración en sus primeras obras y en sus retratos, como su notable Autorretrato, 1930, o sus posteriores paisajes parisinos, y que realizó ilustraciones para libros, sostuvo que, en definitiva, la "síntesis geométrica" de sus trabajos constituían una suerte de "contra-figuración". Alguna vez se refirió a su propia obra: "Me preguntan cuál es, de acuerdo a mi propia experiencia, la posición estética que debe seguir un artista. Pienso que el artista, en todos los casos, debe superar la realidad; modificar, transformar, mejorar, inventar, soñar la realidad. El artista es eso ante todo y muchas cosas más, si se quiere, que pueden enriquecer su obra. Pero antes que nada ver distinto, sentir distinto, con acento propio. En mi caso ese acento va muy ceñido a la forma, a la forma objeto, a la forma color, a la estructura, al andamiaje riguroso, a la construcción sobria y medida. Eso sin perder una actitud vital, no siempre alcanzable, para que aparezca el resorte mágico o metafísico".

La magia está en los dibujos, que viajarán a comienzos de 2009 al Centro Cultural de España en Montevideo, en cuyo generoso espacio las obras lucirán en todo su esplendor, junto a gigantografías y otro tipo de documentos, acompañadas de la Orquesta de Cámara del SODRE, que tocará las composiciones de Felisberto. Las obras "que salieron de las cartas" -tal como la artista aludió a ellas en una entrevista con Gustavo Laborde en 2001- , podrán ser apreciadas ahora en un contexto enriquecido, en asociación con la tarea musical de Felisberto, que, como afirmó Ángel Rama, fue "un creador fuera de serie que compuso, con materiales a veces deleznables, con recursos a veces paupérrimos, una literatura auténtica, profunda, sin plegarse a ninguna moda ni concederse a las facilidades que lo apartaran de su tesoro personal" (Marcha, enero 1964; reproducido en El País Cultural, 31/12/1993).

"Nunca estoy totalmente conforme con mi pintura; a menudo estoy totalmente desconforme. En todos los casos siempre hay algo que debe ser mejorado y cuando un trabajo supera el anterior es ya una gran felicidad. Es un eterno estado de pesadilla, una pesadilla gozosa, si se quiere, como una carrera que se corre muy lentamente y siempre queda el tramo más difícil que cumplir", dijo Amalia Nieto, la estimada artista que en los dibujos de Cartas a Felisberto sugirió el placer de las ideas y la emoción del color, la forma y la línea.

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