César J. Loustau
MIGUEL AMATO nació en Montevideo el 5 de octubre de 1915. Cursó estudios primarios en la escuela pública "Artigas", y los secundarios en el viejo liceo "Zorrilla" de la calle Constituyente, dirigido en ese entonces por el profesor Oscar Secco Ellauri.
Ingresó a la Facultad de Arquitectura en 1941 y se recibió en 1947. Tuvo como profesores de "Proyectos" a los arquitectos Mauricio Cravotto (en primer año), Julio Vilamajó (segundo a quinto año) y Mario Payssé Reyes (en quinto año). Payssé, ayudante del Taller Vilamajó, quedó a cargo del mismo durante el tiempo en que Don Julio debió permanecer en Estados Unidos como arquitecto consultor del equipo encargado de proyectar el edificio de la ONU en Nueva York.
Antes de recibirse, Amato había trabajado como dibujante en el estudio de los arquitectos J. Caubios Bidegaray y Dictino Caja Sarasola. En esa época, además, ingresó a la Intendencia Municipal de Montevideo (1944). Cuando se recibió tres años después, ascendió como técnico inspector de obras, hasta que renunció al cargo (1969) para dedicarse de lleno a la actividad profesional privada.
CALIDAD Y STATUS. Primeramente Amato actúa junto con el empresario Juan B. Corti en diversos emprendimientos inmobiliarios. Después de esa experiencia trabaja solo y comienza una vida profesional sumamente exitosa. Es enorme la cantidad de viviendas y edificios de apartamentos que logra concretar, tanto en Montevideo como en Punta del Este.
Amato siempre apuntó a una clientela de gran poder adquisitivo y supo satisfacer sus particulares gustos. No escatimó el uso de refinamientos tecnológicos conferidores de status para los propietarios. Es que, sin duda, la arquitectura de Amato es suntuaria, y dedicada a una élite, lo cual lo aleja de la arquitectura de carácter social que otros colegas emprendieron contemporáneamente. En ciertos ámbitos esto condujo a que lo tildaran de "arquitecto para ricos", como si proyectar para clientes adinerados fuera algo denigrante en sí. Pero ciertos supuestos de esos detractores son precarios. Quien atiende ese tipo de clientela no necesariamente es proclive a aceptar y ejecutar sus caprichos. Y no cualquiera enfrenta ciertos desafíos y los convierte en oportunidades para el talento. Por ejemplo, no es creíble que Enzo Ferrari hiciese concesiones relativas al diseño de sus modelos a los pudientes compradores de sus espectaculares autos. Tampoco que Ferdinand Porsche fuese más auténtico o más original al crear un coche popular al alcance de todos los bolsillos. Los dos fueron igualmente geniales, cada uno en su especialidad.
Simplemente, Miguel Amato se dedicó a una particular clientela dentro del espectro arquitectónico. Hay un aspecto fundamental para tener en cuenta y es que se reconocen sin dificultad los innumerables edificios y casas que proyectó. Eso explica por qué una determinada franja social acudió a él: era muy apreciado el producto arquitectónico que surgía de su estudio.
RENOVADOR PERO AMABLE. Principalmente acometió dos clases de obras: por un lado, viviendas individuales y, por otro, edificios de apartamentos. Dentro de la primera clase, obviamente gozó de mayor libertad para diseñarlas, por lo cual pudo establecer plantas abiertas y crear interesantes juegos de volúmenes. Ello fue posible, además, gracias a las generosas dimensiones de los predios en que las levantó. En un principio sus residencias eran de azotea plana y abundante uso de vigas a manera de pérgolas que, junto a un especial revoque "chorreado", hacían fácilmente identificables sus concepciones. Esta fue una de sus mejores épocas.
Luego utilizó techos inclinados —planos y curvos— revestidos de material cerámico y, siempre, como leitmotiv, su característico revoque. Dentro de esta veta, en ocasiones arribó a resultados algo ampulosos.
En los edificios de apartamentos, seguramente fue más contenido. Sus plantas, funcionales ante todo, sobresalen por su despliegue en la zona social, tanto en superficie como en ubicación. Asimismo dio una inusitada importancia a la zona de los sanitarios. A los baños y toilettes dedicó una preferente atención. Una esmeradísima terminación, una superficie mayor que la habitual (e incluyendo desniveles) volvieron famosas estas áreas íntimas de sus apartamentos. Por eso, cuando un propietario de una unidad residencial de alguno de sus edificios brindaba una recepción, los invitados hacían cola frente a los baños, más que para hacer uso de ellos, para admirarlos.
Amato incursionó de lleno en la arquitectura renovadora, pero no siguió a pie juntillas la corriente orgánica, ni tampoco la racionalista internacional. Entre estas dos vertientes en general estuvo más cerca de la segunda que de la primera. El predominio en la utilización de techos planos, volúmenes prismáticos y revoques blancos parece sugerir tal afiliación. Sin embargo, en modo alguno sus construcciones poseen el ascetismo que caracterizan las concepciones de Adolf Loos, André Lurat o Le Corbusier de la década del veinte. Tiene una visión más amable de la arquitectura, a la que busca darle calidez mediante la incorporación de diversos elementos —como el verde dentro de ella—. Por ejemplo, es casi una constante en su labor que el entorno parquizado se introduzca en sus viviendas. Buscó la compenetración entre el interior y el exterior y eligió con sumo cuidado las especies vegetales y florales que ornaran los jardines de las residencias que proyectaba. Otro recurso frecuente fue la utilización de la madera, material visualmente cálido. Por eso, alhajó sus residencias con lambriz o cielorrasos de tablas machihembradas de finas especies.
En los exteriores incluyó pérgolas —de hormigón o de madera— en la búsqueda de crear espacios de transición entre exterior e interior que resultaran más acogedores como lugares de estar para días de buen tiempo. El revoque chorreado que utilizó generalmente, se convirtió en su sello característico y hábilmente supo contraponerlo con uno liso o, aun, con hormigón visto.
MURALES REFINADOS. Justicia es destacar que por el estudio del arquitecto Amato desfilaron colaboradores talentosos como Mariano Arana, Ramiro H. Bascans, Juan Bastarrica, Víctor Bello, Hebe Bollo, Miguel Cecilio, Mario Coppetti, Ivón Grilli, Ricardo Guguich, Santiago Padín, Angela Perdomo, Conrado Pintos y Víctor Scalabrino.
En otro orden, debe mencionarse que Amato integra la nómina de los arquitectos que complementaron sus edificios con las demás artes plásticas. En varios de ellos incluyó murales ejecutados según variadas técnicas (pintura al fresco, mosaicos, bajorrelieves en la propia textura del muro e, incluso, elementos esculpidos adosados o exentos). Edwin Studer, ex alumno del Taller Torres García, fue uno de sus más conspicuos colaboradores y, también, Hugo Nantes y Raúl Portal.
Una mención aparte merece el Panteón del Notariado en el Cementerio del Norte. En este tema tan especial se tornó más libre en su diseño acercándose a la corriente orgánica y, muy particularmente, a determinadas obras de Wright (Museo Guggenheim, Tienda Morris). Es una refinada obra en la cual, además, Hugo Nantes realizó unos estupendos murales en relieve.
Principales obras
En Montevideo:
Edificio Piver (1952).
Edificio en Av. Brasil y Obligado (1957).
Edificio Explanada Ejido (1960).
Edificio Beaulieu (1961).
Vivienda del Sr. Telechanski (1970).
Edificio Benidorm (1970).
Vivienda del Sr. Cariboni (1971).
Edificio L’Étoile (1980).
Edificio Del Poniente (1980).
Edificio Puerto Banus (1983).
Panteón para la Caja Notarial (1985).
Edificio Rocamadour (1992).
Edificio Del Mar Dulce (1992).
Edificio Gstaad (1995).
Edificio Del Poema (1999).
En Punta del Este:
Edificio La Rotonda (1962) .
Vivienda "La Rayuela" de la Flia. Rotemberg (1972).
Edificio Torre de Cristal (1972).
Edificio Costanera 12 (1972).
Edificio Sagitario (1975).
Complejo Villaggio Riviera (1976).