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Se vende pueblo de un solo ambiente

Pueblo Garzón. Ranchitos humildes, abandonados y terrenos tienen el cartel de "vende". Los lugareños quieren hacer la "diferencia". Piden hasta US$ 80.000 por casas que valían US$ 10.000

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Colgado de un árbol, apenas agarrado de un portón o encintado a la pared. Sea como sea la imagen se repite. Los carteles de venta sobre las humildes casas de Pueblo Garzón brotan. Y con ellos, el deseo de hacer "alguna diferencia".

Son ingleses, americanos, franceses, belgas e italianos. Todos llegan con el mismo objetivo; conocer el pueblo y hacer de él "su lugar en el mundo". De hecho, algunos ya lo hicieron, como el sastre de los Rolling Stones, que hace tres años compró varios terrenos y casitas antiguas, que tiró abajo para construir la suya propia.

"A ese (por el sastre internacional) lo trajo Mallman. Y… a muchos otros también", reconocen los vecinos de forma unánime, sobre la promoción que dio al pueblo (ubicado a 180 kilómetros de Montevideo) el empresario gastronómico Francis Mallman, que hace nueve años se instaló a una cuadra de la plaza principal, con una propuesta gastronómica y hotelera.

Después llegó otro argentino, el empresario Alejandro Bulgheroni, que compró cientos de hectáreas de tierra para un proyecto productivo y turístico en la zona. Y a él se sumó también la diva de la televisión argentina, Susana Giménez, que el año pasado compró un terreno en las afueras del pueblo, donde actualmente construye una mansión.

Los vecinos definen este auge de su pago (que empezó hace unos años y todavía se mantiene fuerte) entre "suerte" y "cosas del destino".

Lejos de verlo como una invasión, los lugareños e inmobiliarios de la zona observan la llegada de extranjeros como una oportunidad para vender a un precio "irracional" lo que en otro pueblo similar, pero sin el "marketing" de Garzón, no llegaría ni a una tercera parte.

SIN TIEMPO. Son las 14 horas en el pueblo. Sin embargo, el reloj de pared de la comisaría local marca las 12:05 del mediodía. "Sí, se nos quedó sin pilas hace días, pero acá el tiempo es más o menos el mismo. ¿En qué hora andamos, entonces?", pregunta el agente policial, con simpatía, a los visitantes, y su voz retumba entre las cuatro paredes del local.

De fondo aparece una tele prendida y la cara de Jorge Rial. "Acá se pasa muy tranquilo. Algún accidente, faena de animales y algún hurto. Pero poca cosa. Además, somos tan poquitos que cuando viene alguien de afuera con cara rara lo marcamos. Y si no nos gusta su cara y no tiene nada que hacer acá, lo acompañamos a la salida", grafica el policía, como si se tratara de una gran familia.

Casi sin darse cuenta, lo que el uniformado resume con sencillez y naturalidad forma parte del atractivo de Garzón y hace que un negocio impensado se transforme en algo real.

"Mi suegro vendió una tapera por US$ 78.000 a una inmobiliaria y ellos le consiguieron una casa más grande en San Carlos por US$ 60.000. ¡Antes no comprabas nada vendiendo acá! Con suerte valía US$ 10.000 esa tapera", asegura el veterano policía, que también especula con un cambio de vida.

"Tengo unas propiedades y mi idea es venderlas todas juntas. Pero se tiene que dar. Aparte, si vendo tiene que ser para dar un salto en mi vida, es decir que me permita comprar otra cosa, poner un negocio y dejar de ser milico. Para eso me tengo que hacer de una cifra que me sirva, si no me quedo acá que es donde nací", dice y confiesa con cierta picardía que ya tuvo ofertas, pero siempre pueden ser "un poquito mejor".

LA VECINA DEL SASTRE. María Blanca González, (64) toma mate sentada en una reposera al frente de su humilde vivienda. Está con una amiga. "Sí, yo soy la vecina del sastre de los Rolling Stones. Vive acá al lado", dice con soltura y sin modestia alguna. "Nunca imaginé que iba a tener un vecino así, ¿no?", comenta buscando aprobación.

Ese vecino es Jonh Pearse, un británico, sastre de los Rolling Stones, de Paul McCartney y Jimi Hendrix, entre otras personalidades con las que trabaja o trabajó. Compró varios terrenos contiguos para construir una casa de grandes dimensiones. También quiso comprar la de María, pero no llegaron a un acuerdo.

"Hace dos años, cuando él y su señora estaban construyendo su casa acá, quisieron comprarnos a nosotros también, para poder agrandar. Pero nos ofrecieron menos de lo que pedíamos. Nosotros estábamos tranquilos y no teníamos pensando vender", cuenta la doña y hace una pausa para pensar. "Mi marido capaz les pidió de más, pero tampoco era una cosa irracional porque eran los valores que se están manejando", comenta la vecina de Pueblo Garzón sobre la negociación con el sastre internacional.

En los hechos, el británico les llegó a ofrecer US$ 40.000 por la propiedad (una humilde casita de un dormitorio, mucha humedad y un fondo).

"Nosotros le dijimos que por menos de US$ 80.000 no vendíamos. Y no volvió a insistir. Igual cada vez que pasa y nos ve afuera, viene, nos da un beso, un abrazo, nos dice alguna cosa en español y sigue. Es muy bien... muy tranquilo", lo describe María.

AL ACECHO. Una de las modalidades que adoptó el negocio inmobiliario de la zona es la de comprarle a los lugareños su propiedad y, al mismo tiempo, ofrecerles una opción de vivienda más barata en otras zonas, como San Carlos, y con la posibilidad de quedarse con algún dinero. Mientras, las inmobiliarias se hacen de un terreno en Pueblo Garzón, que saben se va a seguir cotizando alto.

Es por eso que los carteles de "se vende" cuelgan de todos lados: desde ranchitos humildes, casas abandonadas, paredes resquebrajadas hasta terrenos baldíos. Se trata de lugareños que quieren hacer la diferencia y de inmobiliarias que buscan el negocio.

"Hay un muchacho en San Carlos que tiene inmobiliaria y que hace poco estuvo por la zona y me dijo: `Yo le compro su casa y con ese dinero le compró dos casas en San Carlos". Sé que mucha gente de la vuelta lo hizo y hoy ya no vive acá. Pero yo le respondí `¿Tú me vendes también la tranquilidad de Garzón?` Yo quiero estar tranquilo", comentó a El País Carlos, un veterano que vive a unas cuadras de la plaza principal y fue tentado.

Las casas que tienen el cartel de venta y están abandonadas son las que, justamente, adquirieron las inmobiliarias para vender a un precio mayor. Quizás por eso, en la actualidad haya más viviendas que personas en Pueblo Garzón. Es que según el último censo nacional en el pueblo de Mallman, el sastre británico y Susana Giménez viven 198 personas y hay 202 viviendas. De ese total, 127 viviendas se encuentran desocupadas. "Yo no sé lo que va a pasar, pero a mí no me mueve la plata", remató Carlos.

Las cifras

198

Son los pobladores de Garzón, según el Censo 2011. Las viviendas son más: 202.

75

Son las viviendas ocupadas, según el Censo. Otras 127 no tienen habitantes.

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