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Handler presenta hoy su propia historia

Libro. En El Galpón se lanza "Mario Handler. Retrato de un caminante", de Héctor Concari

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CARLOS REYES

Hoy, a las 19.30 horas, en la Sala Atahualpa, de El Galpón (18 de Julio 1618) se presenta el libro "Mario Handler. Retrato de un caminante", de Héctor Concari. La entrada es libre, y participa también Ronald Melzer.

La editorial Trilce viene publicando una serie de trabajos que sin duda ayudarán a ahondar en la historia del cine nacional. Entre otros lanzó al mercado Memorias de cine y teatro, de Ugo Ulive (en 2007), y más recientemente, este año, Imágenes en la maleta, de Ferruccio Musitelli. El libro que hoy se presenta en El Galpón tiene puntos de contacto con ambos cineastas, a quienes cita, dado que los tres artistas son de la misma generación.

El flamante librito, de 142 páginas, nació de largas entrevistas que Concari mantuvo con Handler, de las que surge que hay una estrecha relación, de larga data, entre entrevistador y entrevistado. Ese vínculo, y los conocimientos de cine de Concari, permite un diálogo entre dos conocedores del oficio: el entrevistador demuestra manejar muy bien la carrera de Handler, guiándolo en esta evocación reflexiva de su carrera.

La trayectoria de Handler, como expresan Melzer y Jorge Ruffinelli en sus respectivos prólogos, abarca tanto el pasado como el presente, los años de surgimiento del nuevo cine latinoamericano, y películas que se inscriben en el siglo XXI, entre la producción de cineastas emergentes. Entre estos dos períodos transcurre medio siglo, que abarca el crecimiento, el estancamiento, y la maduración, de la producción cinematográfica nacional.

En ese aspecto, repasando película a película, y paso a paso de esa carrera, el libro entra en detalles sobre la evolución estética y técnica del cine local, analizando lenguajes, modos de resolver problemas, elección de temas y mil asuntos más. Naturalmente, el libro queda dividido en tres partes: los años anteriores a la dictadura, el exilio en Venezuela, y el regreso y su producción posterior, hasta el presente.

Quizá por ser la más remota en el tiempo, toda la primera parte, que incluye polémicos documentales de corte social y político, es la que presenta más sorpresas. Los pormenores de cómo se filmaron Carlos, cine-rretrato de un caminante en Montevideo, Elecciones, o Me gustan los estudiantes, no solo permiten conocer cómo se trabajaba en aquellos tiempos heroicos del cine documental uruguayo. También aportan jugosas anécdotas sobre los rodajes, la astucia que era necesario desplegar para conseguir la toma deseada, y la habilidad para aprovechar al máximo los medios técnicos, tantas veces precarios.

El libro llega a su punto álgido cuando entran en juego los tupamaros, los secuestrados, y la Cárcel de pueblo, donde Handler relata cómo entró cámara en mano. Al respecto el entrevistado no aporta mayores reflexiones políticas o éticas, ni las elaboradas en aquel momento histórico, ni desde el presente. "Era un `periférico`, pero de confianza", contesta cuando Concari le dice que "no cualquier se metía en la Cárcel del pueblo".

Luego de su etapa en Venezuela, de la que se dan detalles de interés, el libro entra en su tramo final con la producción más reciente, entre la que destaca Aparte, película que el director considera entre lo mejor de su creación.

Aparecen allí entretelones de cómo se hizo aquella película magnífica, que le demandó a Handler tanto riesgo como trabajo. Horas de grabación en sitios de Montevideo donde no es nada seguro caminar, y menos con equipo de filmación. En las explicaciones el lector encuentra muchas de las claves sobre cómo nació esa hermosa y dura película, a la vez que describe un panorama humano conmovedor. Todo sumado a los problemas de salud del director, y luego, a la polémica que despertó el filme.

"He hecho poco, he gastado poco, en los 50 años de carrera, sumando todo, soy el más economicista de todos los directores, el más avaro, si querés. Lo cual tiene un mérito. Hay cierta insatisfacción, que no es tanto por el dinero, sino por la poca oportunidad. Yo hubiera querido hacer muchísimas más películas. Es notorio que mi obra es pequeña. Pero es densa. Tengo mi vanidad, aunque menos de lo que todo el mundo cree", dice Handler al pasar raya.

LA PRIMERA CÁMARA, SABLAZO Y EMPATÍA

"Necesitaba una cámara y la primera me la compró mi viejo. Fue a pedir un préstamo a un banco. (...) Habrá costado ciento cincuenta dólares, un sueldo de la época. Era una cámara de mierda, pero fue la primera que tuve. Tuvo un final trágico. En una de las manifestaciones me dieron un sablazo, que me dejó una pequeña cicatriz. Terminé refugiado en la Biblioteca Nacional, en la parte de arriba y la cámara reventada en el piso. Ahí juré que nunca más me romperían una cámara", recuerda Handler.

"Cuando una persona se pone delante de mi cámara, entro en empatía con él. No simpatía, empatía, sea quien sea: un pachequista, un izquierdista, un egocéntrico. Entro en empatía instantánea. El otro puede negarse o no, pero eso es lo que yo hago. Tuve varios fracasos, porque varios políticos y funcionarios de izquierda, de derecha y de centro no me dieron nada, hablaron como funcionarios, como políticos, con grandes discursos ideológicos. A todos ellos yo les decía, `Sea narrativo, cuente...`"

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