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Una cantante que tiende puentes entre tres países

Recital. Hoy Arja Sajonmaa trae tango y más pero con filtro de Suecia y Finlandia

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Aunque su nombre pueda sonar poco conocido para el público uruguayo, la cantante finlandesa Arja Sajonmaa conoce bastante de la música rioplatense. Del tango y, en particular, de Gardel. Y eso mostrará hoy en escena.

Gardel es uruguayo, comenta como al pasar esta cantante de sesenta y seis años, gran divulgadora del tango en su país, también activista política y social. Pero no es por afirmaciones así que se ha ganado su fama, sino por haber sido quien introdujo la obra de Violeta Parra y de Piazzola en la península escandinava. "Amamos el tango y tenemos una gran tradición de tango", explica con entusiasmo inesperado.

En su repertorio, que ejecutará con el bandoneonista y el pianista que la acompañan en sus giras, hay temas como La Cumparsita, El día que me quieras, Mi Buenos Aires querido, Balada para un loco, Por una cabeza, además de las canciones de Parra y composiciones de Mikis Theodorakis.

"Como es mi primera vez en Uruguay y vengo con mi grupo de Finlandia, escucharán tango. Porque amamos el tango y allí hay una gran tradición de tango y sabemos que Carlos Gardel es uruguayo. Trabajé muchos años con Mikis Theodorakis e hicimos giras mundiales con él, yo era su única solista no griega. Mi combinación en escena será mi conocimiento de la música de Theodorakis, luego la sueca y la finlandesa con el tango", cuenta. Mientras habla, intenta mechar frases y expresiones en español, como buscando ajustarse al universo cultural que tanto le interesa.

Su primer acercamiento a esta música se dio en los años setenta, tiempos políticamente agitados y tristes para Latinoamérica. Viajó a Buenos Aires junto a Theodorakis y, mientras estaba allí, recibió dos regalos de parte de un periodista. Uno era el disco La música contemporánea de Buenos Aires, de Astor Piazzolla; el otro fue un casete con canciones de Violeta Parra, que iluminó su carrera.

En 1978 editó en Finlandia el disco Miten voi kyllin kiittaa, donde interpretaba versiones de los temas de Violeta Parra, pero en finlandés y con traducción asistida por poetas. Con este proyecto logró un enorme éxito que impulsó su carrera y la animó, luego, a hacer una versión en sueco de Gracias a la vida, con el título de Jag vill tacka livet, con la que se convirtió en una suerte de estrella de la música en la península escandinava.

Siguieron años de lo que ella describe como "construcción de puentes" a través de la música. Se sumaron los intercambios culturales, las exploraciones de la música junto a Theodorakis, la popularización del tango y la incorporación del trabajo de Piazzolla en su repertorio.

Para ella, volver ahora a Latinoamérica es una bendición, ya que mucha agua ha pasado bajo el puente y el continente vive una realidad muy distinta a la que conoció la primera vez que estuvo aquí. De hecho, esa primera experiencia fue tan importante que en el libro autobiográfico que escribió sobre sus viajes con Theodorakis, incluyó un capítulo completo sobre su llegada al continente.

Temas como el exilio político, tan frecuentes aquí, no escapan a sus preocupaciones. De hecho ha trabajado con Naciones Unidas en programas para asistir en crisis y divulgar iniciativas sobre refugiados. Pero la música es su arma. Y en su música, está el tango, por lo que cabe preguntarle si en su país se lo vive de forma distinta a como se lo vive en el Río de la Plata: "Los finlandeses tienen muchos sueños sobre los cuentos de hadas y los cuentos. Y el tango tiene mucho de eso. El tango finlandés es una forma de volar al sur a través de la música, de los sueños".

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