El rubro ha adquirido una creciente importancia en los últimos años, quizás porque representa un formato que se ha venido expandiendo cada vez más. No hay que perder de vista al Oscar a Mejor Largometraje de Animación.
A lo largo de todo el siglo veinte, el premio era prácticamente innecesario. En la industria de Hollywood, por lo menos, nadie dudaba de que el mejor largo animado de ese año era el Disney correspondiente, y no había competidores. Alguna cosa de los estudios Fleischer en los años treinta; alguna otra de la empresa UPA en los cincuenta, pudieron hacerse notar ocasionalmente, pero no contaron realmente. En 1938, la Academia le dio a Disney un premio especial por Blancanieves y los siete enanitos, y en 1991 La bella y la bestia se convirtió en el único film del género que fue candidato a mejor película en todo el siglo XX, pero nadie parecía creer que fuera una real competencia.
El siglo XXI comenzó con otros aires. La aparición de empresas como Pixar (primero asociada y finalmente fusionada con Disney), DreamWorks o el departamento de animación de Fox parecen haber dado al traste para siempre con el monopolio del imperio del viejo Walt sobre animación industrial, y la Academia tomó nota. En 2001, creó el Oscar a mejor largo animado como categoría especial, y significativamente el primer ganador fue Shrek de DreamWorks, no un Disney. Desde entonces para acá hubo un claro predominio de Pixar (seis premios en diez años), más un reconocimiento al maestro japonés Miyazaki (El viaje de Chihiro), uno a los estudios Aardman de Nick Park (Wallace & Gromit) y uno a la empresa Animal Logic de George Miller (Happy Feet).
Este año hay otras sorpresas. Una vez más, no hay ningún Disney (es una pena: Enredados es una linda película) y sorprendentemente tampoco un Pixar (de acuerdo, Cars 2 no está entre lo mejor de la empresa). Puede resultar igualmente sorprendente que Steven Spielberg (con Las aventuras de Tintín) integre igualmente el "salón de los rechazados".
La explicación puede ser que la competencia se ha vuelto más dura. DreamWorks está en competencia con Gato con botas, que al fin y al cabo es un derivado de Shrek, y con Kung Fu Panda 2, lo cual le da dos posibilidades en cinco. Lo más agradable del panorama (independientemente de la calidad de las películas, que corresponde valorar cuando se las vea) es que la Academia ha abierto el juego e incorporado un film francés (Une vie de chat) y otro español (Chico y Rita). Faltan Aardman o los estudios Ghibli, pero Europa está presente en la lista.
Sin embargo, y con las cautelas del caso, se puede sugerir que hay un favorito norteamericano en la lista, y parece encajar con el perfil que el Oscar presenta mayoritariamente este año. Rango de Gore Verbinski, esa historia de un camaleón que quiere convertirse en héroe del Oeste, cumple con varias de las características que la Academia suele premiar habitualmente (un eficaz, inteligente entretenimiento para toda la familia) a la que se suman la nostalgia y la cinefilia. La película está llena de guiños, desde un Espíritu del Oeste moldeado sobre la figura de Clint Eastwood hasta la reproducción por computadora de Monument Valley, el paisaje favorito de John Ford.