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Faltan treinta meses…

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LUÍS ALBERTO LACALLE

Los períodos de gobierno en nuestro país son de sesenta meses. Como no existe la posibilidad de la reelección en forma inmediata, quien asume la presidencia sabe, desde el 1° de marzo, aun antes, desde que se sabe preferido por el electorado, que tiene a su disposición esa cantidad de tiempo. No todo tiempo vale lo mismo. Cuando se trata de un plazo improrrogable, de un contrato a término y sin posibilidades de prórroga, lo comprendemos.

También es cierto que en la vida del ser humano, el valor que le damos a un año a los treinta es distinto del que le otorgamos a los setenta. Ha llegado el momento en que este período de gobierno, el segundo del Frente Amplio y el único del Sr. Mujica sean analizados.

Es el momento en que en vez de decir "van tantos meses" por estar en el repecho, comienza a ser sensato afirmar que "faltan" treinta meses. Es cierto y la sensación que se tiene desde el mando político es esa. Lo sabemos por experiencia…

Muchos columnistas y expertos se han ocupado del tema, pe-ro seguramente es en el seno de la fuerza de gobierno y en lo íntimo del Presidente donde ello se ha hecho más presente. Dadas las características del tiempo de referencia, todos han hablado de educación y seguridad, de asistencia a la pobreza y de generación de empleo, de relaciones exteriores y de salud.

Ninguno de esos rubros merece que repitamos lo que sobre ellos se ha dicho porque se ha opinado con extensión y profundidad. Preferimos ir por otro lado.

Los gobiernos de izquierda, en nuestro continente, padecen del complejo fundacional, muy cercano a la soberbia, de creer que antes de ellos nada de importancia se hizo. No solamente esto no es cierto, sino que provoca los empujes hacia la "gran reforma", sea esta la del Estado, la salud o cualquier otro tópico.

Durante siete años de gobierno del FA hemos escuchado voces que proclamaban tanto lo uno como lo otro. Siendo sinceros, en el discurso inaugural del Sr. Mujica, se hablo de tuercas y tornillos, afirmando que oposición y gobierno debían de complementarse. Del símil ferretero solo quedan clavos.

No se escuchó; aunque se convocó a acuerdos, no se cumplieron; es más, se actuó en sentido inverso. Pocas cosas tan peligrosas hay en la vida política como proclamar algo grande, prácticamente sin antecedentes. Casi siempre es el prólogo de la frustración, del no hacer nada. La proclamada madre de todas las reformas que el Presidente Váz-quez anunció, que el Presidente Mujica repitió como emblemática, no dio a luz .Y así la educación, la salud, la obra pública.

Una característica de esta trampa por más de que se le advirtió, es seguir hablando por radio, además de declarar ante cuanto micrófono tuvo a su alcance. El mandatario debe de usar los medios, a su criterio y cuando tiene algo realmente importante que decir. La senten- cia bíblica de que uno es dueño de sus silencios pero esclavo de sus palabras, es en este caso exacta.

Los temas los sabe solo el Presidente y sin anestesia y sin consulta y sin preparación previa, los lanza a la opinión pública. Se ha dicho que algunas veces es para medir la temperatura, para hacer un ensayo.

Creer esto sería un verdadero agravio al primer jerarca del país que debe de saber que su palabra tiene, durante sesenta meses, un valor extraordinario. Lo cierto es que así se ha actuado y temas muy importantes fueron lanzados a la arena, corriendo muchas veces la suerte ignominiosa de ser rechazados por los propios legisladores del Frente Amplio.

Nos gobierna una coalición cívico/sindical. Este poderoso componente del gobierno se ha hecho notar, decidiendo, en temas de primera importancia co-mo la educación. Es más, ha provocado del Presidente un comentario muy trascendente en el sentido de que no puede superar ese obstáculo.

Suponemos que es una pasajera sensación del Sr. Mujica porque, poder, puede. Tiene todos los resortes del poder y una bolsa de recursos bien provista. En nuestra organización nacional son necesario los sindicatos, como en toda sociedad equilibrada, en la medida de que no sean afiliados a un partido y que sepan que por encima de todo poder está el que surge de las urnas y legitima al gobierno democrático.

Este tiene los instrumentos institucionales para prevalecer. Si realmente no lo cree, estamos ante un largo período de crisis.

Finalmente y en este mismo tema, el temor al ejercicio de la autoridad es otra característica. Falta grave es, para quien recibe potestades, no ejercerlas en su plenitud, tanto como excederse en ellas.

Así ha transcurrido la mitad del gobierno. Veremos cómo termina.

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