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Ya nada será igual en Cerro Chato

Uruguay minero Comerciantes de la localidad advierten "caos social" si Aratirí se va El pueblo de 4.000 habitantes está dividido en torno al proyecto, que ha provocado un pequeño boom en la zona

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CERRO CHATO | FEDERICO CASTILLO

"Caos social", advierten algunos comerciantes que habrá en Cerro Chato si se va la minera. Otros dicen que aún antes de las primeras detonaciones y los futuros cráteres, Aratirí ya dividió a un pueblo históricamente unido. Y que ya nada es igual.

Las camionetas 4x4 con el logo de Aratirí van y vienen por las calles polvorientas de Cerro Chato. Los jóvenes ataviados con overoles de la empresa se ven en todos lados, en cada esquina de este pueblo chico, nada distinto a cualquiera del interior del país, pero que se hace particular por su triple frontera departamental compartida por Durazno, Florida y Treinta y Tres.

A este pueblo de menos de 4.000 habitantes, donde la mayoría de los comerciantes respetan todavía la pausa de la siesta, que siempre se jactó de la unión y solidaridad de sus pobladores y que siente orgullo por ser testigo de la primera votación de una mujer en Sudamérica. A este pueblo ubicado a 250 kilómetros de Montevideo y en medio de grandes extensiones de tierra con hierro bajo su suelo, llegó el grupo inversor indio Zamin Ferrous a sacudir la modorra con el megaemprendimiento minero Aratirí.

Y ya nada fue igual. Para bien y para mal, dicen unos y otros, depende de la vereda en que se ubiquen. Porque la llegada de la minera, hace ya tres años, dividió las aguas en la población: o estás a favor, "porque la minera da trabajo como nunca antes hubo", o estás en contra, "porque la minera va a contaminar, a dejar cráteres gigantes" o "sin sus campos" a pequeños o grandes productores rurales que no se quieren desarraigar. Y en un pueblo chico se sabe bien de qué lado están unos y otros.

El anuncio, que el gerente general de Aratirí, Fernando Puntigliano, hizo la semana pasada sobre el freno que se le pondrá al proyecto, reavivó una polémica que estaba como dormida. Y de paso profundizó las divisiones.

Los embanderados con la causa advierten que si la minera se va habrá un "caos social" por tener que poner reversa a todo lo que la empresa hizo por el pueblo. "Si marcha Aratirí, marchamos todos en caravana", se lamenta Darwin Rojas, dueño de la empresa Fens SRL que le vende servicios a Aratirí.

Los otros sienten que quizá esto sea una pequeña victoria, pero todavía no se animan a celebrarla. "Se irán a frenar las obras una semana, pero después va a seguir todo igual. Es una maniobra para presionar", argumenta Claudia Perugorría, la única productora rural que le inició -y le está por ganar- un juicio a la minera (ver nota aparte).

En lo que la mayoría coincide es en que sin Aratirí muchos tendrán que empezar de nuevo en un pueblo que ya no es el mismo. Es evidente que hay un antes y un después de Aratirí en Cerro Chato.

Ahora hay unos 400 personas de la zona, la mayoría jóvenes, que pasaron de estar desempleados, o ganar $ 4.000 como peones rurales, a tener un trabajo en la mina con un sueldo que varía entre $ 15.000 y $ 20.000 mensuales. Son jóvenes, dicen los mayores del pueblo, que dejaron de "hacer ruido" con las motos en la noche y pasaron a trabajar todo el día para volver cansados a sus casas. Ahora duermen más tranquilos.

Ahora hay comerciantes, como Heber Motta, el dueño de la única estación de servicio del pueblo, que aumentó sus ventas en un 60% (le vende miles de litros diarios de gas oil a la empresa), y que tuvo que contratar nueve empleados más para atender la demanda. "Nosotros estamos bastante indignados con este anuncio, que es a raíz de la oposición política que hay, más que de los productores de acá. El gobierno tiene que echarle mano al asunto. Al gobierno lo votamos para que tome decisiones", dice Motta, que sabe que en los 41 años que tiene la estación instalada por su padre jamás hubo tanto movimiento.

Ahora hay gente que se jugó todo a la minera y apostó fuerte. Mauricio Ifrán (hermano de Diego, el futbolista de Real Sociedad) y su familia invertirán US$ 2 millones en un hotel de cuatro estrellas para el pueblo. Ya tienen uno, el Hotel Laín, que evidentemente quedó chico durante el boom inicial de la minera, cuando llegaron técnicos de todas partes del mundo a proyectar la logística del emprendimiento.

Ifrán, que muestra entusiasmado los planos de un hotel a todo lujo, explica que el ambicioso proyecto tomó fuerza cuando vio que se empezaban a quedar sin habitaciones y además los huéspedes "pedían más lujos, más prestaciones".

La inversión es arriesgada, pero la posible partida de la minera, no lo inquieta. Es optimista. "Apostamos fuerte a la minera, pero también a la forestación. La zona está en pañales. El mineral está ahí, sino lo explota Aratirí, lo va a explotar otra empresa", razona.

Ahora hay pequeños comerciantes que también invirtieron y agrandaron sus negocios. Pablo Patrón, uno de los dueños del supermercado Casi Todo entendió que las personas que giran alrededor del proyecto minero requerirían más servicios de los que su provisión daba y comenzó a traer de Montevideo productos que a Cerro Chato no llegaban.

Invirtió y apostó por la causa. El Casi Todo se transformó en el principal proveedor de alimentos y productos de los geólogos y técnicos de Aratirí. Eso, al igual que a Motta y a Ifrán, le ha traído beneficios, pero también varios dolores de cabeza. Porque tomar partido en un tema polémico, siempre tiene sus consecuencias. Y más en un pueblo chico.

División. "Divide y reinarás". Para el escribano Julio Gómez, una persona crítica del proyecto minero, la vieja máxima ilustra a la perfección lo que hizo Aratirí en Cerro Chato.

"No es de extrañar que eso sea así. Uno que ha estudiado el tema sabe que las primeras decisiones que toma una empresa minera cuando llega es dividir a la sociedad. Y esto ha surgido con claridad acá", señala Gómez en su estudio donde se han tramitado ya unos 250 recursos administrativos de productores rurales que se niegan al ingreso de la minera en sus campos.

Los comerciantes son los que han sufrido en carne propia esa división.

Motta, el de la estación de servicio, lo sabe. Hay productores de Cerro Chato que viajan 30 kilómetros hasta Santa Clara o Batlle y Ordóñez para surtirse de combustible.

Uno de los pobladores opinó que "tanto fanatismo" a favor de Aratirí "le ha tirado a la gente en contra".

Patrón, desde la vereda de su renovado Casi Todo, también lamenta la pérdida de algunos clientes de toda la vida. "Hay gente que porque uno tiene una posición tomada a favor del trabajo, no te llega más. Son dos o tres clientes que hemos perdido, alguno más tal vez. Uno ve que no entran más al comercio o que te saludan distinto. Yo saludo a todos, nos criamos todos juntos. Es una necedad", protesta.

"Cada uno defiende lo suyo. Yo tengo amigos que están en contra y otros a favor, pero no nos vamos a pelear por eso. Cerro Chato siempre fue un pueblo muy unido", remata Ifrán mientras sostiene los planos de su lujoso hotel.

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