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Un sencillo adiós a un cantautor inigualable

Exequias. Se descartaron las honras oficiales para evitar ceremonias de gran despliegue

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CARLOS REYES

Los familiares de José Carbajal, "El Sabalero", definían anoche si los restos mortales del notable cantautor serán velados hoy en la Sala Zitarrosa, como se había fijado originalmente o si tomarán otra decisión al respecto.

El músico, fallecido el jueves pasado de un ataque cardíaco, fue un artista muy abierto a los periodistas, a los que contó con su franqueza habitual muchos de los entretelones de su propia obra. De hecho, se podría armar una verdadera autobiografía compaginando las numerosas entrevistas de las que fue objeto.

"Los años `60 fueron muy fuertes en música. Acá teníamos el tango y la música campera, pero entró el rock, el verdadero, en inglés, y nosotros éramos unos chiquilines, de 14 o 15 años, y veíamos en el cine cómo se bailaba y tratábamos de hacer todas esas cosas. En realidad soy un roquero frustrado, porque no sabía inglés y no sabía tocar bien la guitarra. Claro, si hubiera sabido no sé si hubiera hecho las mismas canciones. Capaz que me salvé: porque hubiera hecho rock y no mi propia música. Además yo tenía muy poca voz, bueno, sigo teniendo, lo que pasa es que después aprendés a manejarla", contó cuatro años atrás Carbajal a El País.

El cantautor reconocía que en los comienzos de su carrera no había textos que contaran la vida de los pueblos del Interior. "Había textos ciudadanos, que era el tango, o textos del campo, la música campera. O sea que se trataba de la china y el caballo, o el guapo y la percanta. Y fue esa generación uruguaya la que empezó en el Río de la Plata a hablar de la gente de championes y vaqueros, que se levantaba temprano para ir a trabajar. Cosas normales que pasaban en los barrios. Nuestro acierto fue no pintar héroes, como los de las canciones gauchescas, los duelos, nada de eso. Eran todo costumbres".

Fue así que nacieron de su talento verdaderos himnos populares, como La sencillita, Chiquillada, Los panaderos y tantas más. El propio músico estaba orgulloso de cómo sus más conocidas canciones habían sido rebautizadas por la gente, que dio el nombre de Pantalón cortito a Chiquillada, o el de Sentados al cordón de la vereda, por A mi gente.

Incluso confesaba que compuso sus primeras canciones para su barra de amigos, a veces con un poco de vergüenza por lo simples que eran. "Los panaderos, por ejemplo, yo siempre la traté como si fuera una canción infantilota, y me veía medio tonto escribiendo esa canción, y después resultó bastante linda. Incluso Chiquillada: yo quería escribir un cuentito y me salió una estrofa ("Pantalón cortito...") y la empecé a desarrollar y salió. Era muy joven y no tenía ninguna pretensión de nada. Y anduvo, anduvo hasta ahora: 40 años", comentó en la misma entrevista, reconociendo entre risas que muchas de sus canciones lo iban a sobrevivir en la memoria colectiva.

Al comentar su propia obra, Carbajal hacía notar cuestiones muy graciosas, como que muchas de ellas eran casi en el tono de un susurro, dado que "muchas veces componía de noche, mientras todos dormían". También observaba que muchas de ellas están escritas en plural, puesto que en general no le gustaba usar la primera persona, algo que seguramente hace que quien las escuche se sienta incluido.

A la hora de tocarlas en público, siempre comentaba que no era un cantante con una voz excepcionalmente potente. "De pronto, si yo tuviera una gran voz, le diría a los músicos `larguen`, y me pongo a cantar. Pero si tenés una voz más o menos escasa, tratás de sensibilizar y seducir con lo que tenés, y metés acá la palabra, allá una luz", afirmó humildemente antes de presentar su show La viuda, en el Teatro Metro en diciembre de 2006.

Franco, divertido, muy humano, El Sabalero llegó a causar años atrás una fuerte polémica por unas durísimas declaraciones contra el Ejército nacional. "Mi intención no era armar lío, aunque yo desprecio mucho el poder. Quizá lo malo fue decirlo, no pensarlo", reflexionó luego.

Sin embargo, también supo tomar perspectiva de su propio compromiso político. "No hice militancia en organizaciones ni en partidos políticos (en los años previos a la dictadura). Yo cantaba y decía lo que pensaba. Algunas cosas las sigo pensando, otras no. Por ejemplo, ahora sería incapaz de mandar a la muerte a nadie por un manijazo. En esa época era menos responsable. Se embalaba uno, daba manija y embalaba a los demás. Entramos en esa rosca sin siquiera conocer el país ni conocernos a nosotros mismos. ¿Los que cantábamos, éramos capaces de jugarnos la vida?", se preguntó en una entrevista en 1987, agregando que "el tipo que escribe tiene que hacer hincapié en el valor de la vida y no en el valor de la muerte".

Cuatro citas textuales

"La juventud y el amor son experiencias muy fuertes, pero creo que el vínculo con la madre, el padre y hermanos no se puede diluir nunca. Uno es lo que fue en la infancia", contó a El País El Sabalero en 2006.

"Yo era un tipo muy introvertido, muy callado. Y además, en mi barra de amigos siempre fui el que no sabía cantar ni tocar cuando nos juntábamos. Entonces todo eso se canalizaba en forma de canciones que no paraba de escribir y escribir", recordó a El País en 2009, al ser consultado sobre por qué cada vez escribía menos canciones.

"Como no soy músico, todo es y fue intuitivo, un poco como buscamos todos o como la mayoría de los cantautores uruguayos. No te olvides que para la generación nuestra, la del sesenta más o menos, iba todo por ese lado, el de la intuición. Por eso a veces nos repetimos mucho. Fijate que yo hice una canción que se llama `Bien de pueblo` que la música es exactamente igual que `Villa Pancha`. Es, quizás, la intertextualidad omnipresente, la fuerza de la costumbre, o la forma de perfilar un ser, una identidad", dijo a El País el pasado abril.

"Yo no creo que vuelva a escribir canciones como las que hice. Es algo que presiento. No voy a volver a hacer algo como `Chiquillada`, como `Villa Pancha` o como `Sentados al cordón de la vereda`. Hace unos años andaba medio enfermo y salí a caminar. Me encontré con una Luna enorme, como las de Cúneo. Ahí mismo me salieron unos ocho versos. Todavía les estoy buscando la vuelta, no me conforman. Entonces, si voy a pensar y darle tanta vuelta a lo que escribo, ¿para qué voy a escribir? Prefiero corregir temas viejos y hacerlos en los recitales", confesó en 2009.

Aquel carnaval de pueblo

En una ocasión el músico contó cómo se acercó al candombe: "Yo viví un par de años cerca del Barrio Sur, por Yi y 18, y fue entonces que descubrí un mundo que para mí no existía: el del candombe. En Juan Lacaze había pocos negros y no sabían ni tocar el tambor. Trabajaban en la textil y pescaban. Los que tocaban el tambor en mi pueblo eran rubios. El carnaval de allá era algo muy distinto al de acá. Se hacían unos corsos enormes donde participaba todo el pueblo. Había carros alegóricos, forchelas adornadas, disfrazados. Me acuerdo mucho de aquellos carnavales y de sus protagonistas. Por eso hice A mi gente, que retrata a tipos inolvidables de Juan Lacaze".

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