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Betancourt revela su vida en la selva como rehén

Testimonio. Ex candidata narra el martirio de casi siete años presa de la guerrilla | Cayeron otros 27 rebeldes en ataque al campamento

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PARÍS / BOGOTÁ | AFP Y EL TIEMPO / GDA

Ingrid Betancourt relata en un libro que sale a la venta hoy la "intensidad del martirio" que conoció en su secuestro de 6 años y medio por parte de las FARC, además de su relación con otros rehenes, intentos de fuga y reflexiones existenciales.

"Diciembre de 2002. Había tomado la decisión de escaparme. Era mi cuarta tentativa": así comienza el libro "No hay silencio que no termine", de la franco-colombiana Ingrid Betancourt que hoy sale a la venta en Estados Unidos, Europa y América Latina.

El libro de 700 páginas, cuyo título surge de un poema de Pablo Neruda, refleja la coyuntura política que rodeó al secuestro de quien era candidata a la presidencia; en un contexto donde las cosas materiales son tan escasas que un pedazo de pan o una taza de agua limpia, un diccionario, una Biblia o unos cordones de zapato se convierten en motivo de pelea con otro secuestrado, porque la que rige es la ley de la selva.

Betancourt, entonces presidenciable del partido Oxígeno Verde, fue secuestrada el 23 de febrero de 2002 cerca de San Vicente del Caguán, en plena campaña, junto con su compañera de fórmula Clara Rojas. La ex rehén asegura en su libro que "todo había sido orquestado para evitar mi llegada a San Vicente", y asegura que el entonces presidente Andrés Pastrana fue el responsable de su secuestro porque no le prestó un avión para llegar a esa zona.

En realidad Pastrana había insistido en que no fuera allí porque era peligroso, pero la candidata se empeñó en hacerlo, quizá confiando secretamente en que, por haberse entrevistado alguna vez con líderes revolucionarios, estaría a salvo de sus acciones. Pero sus amenazas públicas a los guerrilleros hicieron que la secuestraran para castigarla y, además, como era medio francesa y candidata, sabían que concitaría mayor atención de otros países.

En el libro hay desesperación, humillación, impotencia y brutalidad. Los capítulos están llenos de abruptos desplazamientos bajo lluvias torrenciales en una selva "abominable", conversaciones con algunos comandantes guerrilleros, el valor de los libros y de la radio.

Un apartado especial refiere a su relación con su compañera de fórmula Clara Rojas, con quien dice que se instaló "una distancia de hastío". Las diferencias entre ellas surgieron al principio del cautiverio, cuando quedó patente que Betancourt haría todo lo posible por escaparse y que Rojas haría lo propio por adaptarse.

Según "No hay silencio que no termine", la primera veía la oportunidad de huir en los machetes que robaba a los guerrilleros, en las navajas que circunstancialmente caían en sus manos y en los pedazos de espuma plast de las viejas heladeras de la enfermería, que ella convertía en flotadores que le permitieran escapar por el río; en los anzuelos que le garantizaran sobrevivir de la pesca mientras encontraba algún puesto de Policía que la pusiera a salvo de sus captores.

Las distancias entre ambas crecieron cuando un día Betancourt descubrió que Rojas le estaba robando queso y vitamina C. Se sintió "traicionada".

Según ella, Rojas pidió a los guerrilleros quedar embarazada. Relata que en una visita al campamento, el jefe guerrillero Joaquín Gómez le contó que había recibido una inusual petición de Rojas reivindicando "sus derechos como mujer. Habla de su reloj biológico y dice que no le queda mucho tiempo para convertirse en madre".

Rojas desmintió ayer haber pedido permiso para quedar embarazada y se dijo traicionada por su antigua compañera de cautiverio, a la que retó a mostrar pruebas de sus dichos.

Betancourt relata que un día le pidió que se moviera, y Rojas reaccionó con un "tu padre se avergonzaría de ti si te viera". El padre de la antigua candidata presidencial había muerto hacía poco y, para que no lo supiera, la guerrilla le había quitado la radio. Se enteró porque rescató una hoja de diario de un basurero y leyó un pie de foto que hablaba del entierro de Gabriel Betancourt. En ese momento, cuenta en el libro, sintió como si una mano invisible le hubiera sumergido la cabeza en el agua.

El relato de Betancourt también describe qué pasó con la llegada de los tres rehenes estadounidenses al campamento, algo que marcó un cambio en las relaciones entre los cautivos. La rehén venía quejándose de la incomodidad y estrechez de la garita donde estaba y se enfureció cuando incluyeron a otros tres en el mismo espacio. A pesar de esto, rescata su romance con uno de ellos, Marc Gonsalves.

Pero la salud de la franco-colombiana se deterioraba y al agotamiento se sumó el aislamiento, hasta que en agosto de 2007 empezó a caer en una depresión. El primero que le había brindado la "esperanza" en su liberación fue el ex primer ministro francés Dominique de Villepin durante una visita a Bogotá en 2002. "Ahora sé que Francia no nos abandonará nunca", rescató la antigua secuestrada.

Más tarde, en octubre de 2007, envió una "prueba de vida", unas imágenes y una carta a su madre que dieron la vuelta al mundo. Según dijo, esto fue en el marco de los "esfuerzos del presidente Hugo Chávez" por "vender a las FARC la idea de que nuestra liberación podría serles ventajosa políticamente. Uribe lo había entendido".

Cuando murieron Raúl Reyes y Manuel Marulanda, máximos jefes de las FARC, Betancourt perdió casi todas las esperanzas de ser liberada. Hasta el 2 de julio de 2008, cuando la obligaron con otros secuestrados a subir a un helicóptero en la incruenta "Operación Jaque" del ejército colombiano; cuando un supuesto guerrillero gritó en vuelo "¡Somos el ejército de Colombia! ¡Están libres!".

"Un largo, muy largo y doloroso grito surgió de lo más profundo de mi ser y llenó mi garganta como si vomitara fuego hasta el cielo", escribió.

"Lejos del peligro (...) me he dado cuenta de que la serenidad de haber recuperado mi libertad no podría ser comparada en nada con la intensidad del martirio que conocí", se lee en el libro, dedicado a sus "hermanos rehenes", a sus hijos Melanie y Lorenzo, y a su madre.

Policía mató a un líder de las FARC

BOGOTÁ | AP Y EL TIEMPO / GDA

La policía informó ayer que entre los cadáveres de los 27 guerrilleros abatidos la víspera en la frontera con Ecuador se encuentra el de Sixto Antonio Cabaña, alias "Domingo Biojó", un importante rebelde del frente 48 de las FARC.

"Podemos confirmar que (alias `Domingo Biojó`) ha sido abatido en el bombardeo" del amanecer del domingo en el municipio de San Miguel, departamento de Putumayo, a unos 570 kilómetros al suroeste de Bogotá, explicó el general Óscar Naranjo, director de la policía.

Agregó que Cabaña, de 55 años, había pasado la mitad de su vida en las filas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y que durante los fallidos diálogos del gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) con el grupo rebelde integró la mesa temática, encargada de seleccionar los temas para la negociación.

"Domingo Biojó", según Naranjo, era "amigo personal" del extinto jefe guerrillero Raúl Reyes, así como de Iván Márquez y Joaquín Gómez, dos de los siete miembros del secretariado de las FARC, la máxima instancia de mando de esa guerrilla.

El jefe policial añadió que "Biojó" era "una persona que en los últimos años se había dedicado a establecer contactos internacionales y, a la vez, se había dedicado a participar en acciones terroristas". El rebelde "tenía tres órdenes de captura y una circular roja de Interpol y hacía parte de los 50 cabecillas de las FARC más buscados por EE.UU.".

Los 27 guerrilleros abatidos el domingo pertenecían al mismo frente 48 de las FARC que hace 10 días asesinó a ocho carabineros de la policía, también en San Miguel. El ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, dijo que luego de ese ataque se ordenó buscar a los asesinos.

Rivera relató la víspera a los reporteros que la Operación Fortaleza 2 "transcurrió en forma muy positiva, con bombardeo de nuestra Fuerza Aérea, con desembarco de nuestros hombres Jungla".

Para el ministro, la Operación Fortaleza 2, en cuanto al número de bajas, fue similar a la del 1º de marzo del 2008, cuando el ejército colombiano abatió en territorio ecuatoriano a 22 guerrilleros, entre ellos al entonces número 2 de las FARC, Raúl Reyes.

Rivera consideró ayer que las guerrillas colombianas de las FARC y el ELN han evolucionado en su estrategia militar lo que exige una adaptación de las Fuerzas Armadas.

El ministro calificó de "golpes de opinión" las sangrientas acciones rebeldes de las últimas semanas y señaló que también son "movidas estratégicas y políticas frente al cambio de Gobierno" que buscan minar la confianza en la "seguridad democrática".

"Fue mi terapia"

"Este libro ha sido también mi terapia", confió Ingrid Betancourt al diario La Repubblica, al que dijo que el libro fue una manera de "reencontrarse" con sus medidas y que lo redactó a mano. "Escribía todo y antes de escanearlo se lo leía a mi madre. Llorábamos juntas. Reíamos juntas. Desde enero de 2009 hasta Navidad fue así", contó.

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