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Filántropo trabaja en la otra cara del Comcar

Benefactor. Con su propio dinero ayuda a los presos y a los policías del penal

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EDUARDO BARRENECHE

Enio Collazo no se cree un Quijote. Tampoco un benefactor. Sin embargo, con su propio dinero refaccionó una buena parte del Módulo 3 del Comcar. Reparó celdas, mejoró áreas comunes y construyó una chacra en un predio abandonado.

Algunos presos llaman "El Infierno" a ese módulo. El 31 de octubre de este año, el Módulo 3 alcanzó oscura fama por un hecho de sangre: las cámaras de seguridad filmaron un duelo con largos cuchillos artesanales entre los reclusos Jorge Ferrer Rodríguez y Miguel Virhuez. Este último murió luego de recibir una puñalada en el corazón. La filmación fue colgada en Internet y luego reproducida por un canal de televisión.

En febrero de este año, Collazo llevó materiales de construcción, pintura y artículos sanitarios para que un preso reparara la celda 12. Eso inició un efecto contagio. Otros presos también quisieron pintar sus celdas y así la obra de Collazo comenzó a crecer. Luego siguieron las reparaciones de áreas comunes de los presos y mejoras de los alojamientos, comedor y oficinas de la guardia. "Esa celda se transformó en una palanca para mover a todo el módulo", dice.

Ahora Collazo concurre tres veces por semana al Comcar para dirigir las obras que financia con recursos propios. "Soy el capataz de la misma", señala.

¿Qué lleva a un septuagenario a invertir en mejorar las condiciones de policías y presos del Comcar? ¿Por qué no eligió reparar instalaciones de hospitales, construir guarderías o invertir ese dinero en un emprendimiento productivo?

"Considero que los presos pueden ser rehabilitados. Hay que prepararlos para cuando salgan en libertad y no sólo tratar de ocupar su tiempo de ocio cuando están encerrados", explica Collazo.

Ya retirado de negocios vinculados al agro, Collazo expresa que lo mueve una profunda convicción religiosa.

Dice que no se siente un Quijote de la Mancha que lucha contra los molinos de viento.

"La mejora del Módulo 3 es un plan piloto que se puede extender a todo el Comcar. No es algo artesanal. Se trata de un plan profesional. El Comcar puede ser una cárcel autosustentable", señala.

Al observar que crecían las demandas de mejoras en el Módulo 3, Collazo solicitó el apoyo a profesionales amigos para que lo ayudaran en el diseño de las obras de reciclaje y en la puesta a punto de la chacra. Oficiales policiales y personal subalterno se unieron a la cruzada. También recibió el respaldo de estudiantes del Área de Voluntariado de la Universidad de Montevideo, según se desprende de la página web de esta institución.

¿Cuánto costaron esos trabajos de refacción de un módulo que estaba casi en ruinas?

Collazo responde que no sabe ni desea saber cuánto gastó en las obras.

"Me basta saber que ayudé a que, por lo menos, un solo recluso no reincida. El otro día me llamó uno y me dijo que estaba trabajando en una construcción en Las Piedras. Quedé muy contento", relata.

Además de las reparaciones de celdas y de áreas comunes del Módulo 3, Collazo impulsó la creación de una quinta que abastezca a los presos.

Según Collazo, en este momento la chacra da de comer verduras a varios sectores de celdas. En todas las obras de Collazo en el Comcar trabajan 80 internos.

MIRADA. Collazo pisó por primera vez el Comcar en octubre de 2008. Fue a visitar a un preso del Módulo 3 a instancias de un amigo religioso que no podía concurrir a la visita.

Durante cinco meses, viajó todas las semanas al Comcar a ver a ese recluso. "Yo hablaba poco y escuchaba mucho. Miraba cómo se desempeñaban los internos y también los policías. Uno va comprendiendo la realidad de cada uno y entiende más la vida", dice.

Tras interiorizarse de las costumbres del penal, Collazo concluyó que la mayoría de los informes sobre cárceles sólo se quedaban en la etapa del diagnóstico y no abordaban una solución definitiva al problema. "Yo pedía para el Comcar que se hiciera lo que faltaba hacer. No se conoce la realidad interna del penal", explica.

LUCHA. Collazo no cree que esté tirando su dinero en el Comcar. Considera que si los presos se integran a los trabajos de reparación, ellos mismos van a cuidarlos.

"Los reclusos participan en el cambio. En caso contrario, es una beneficencia que le quita el valor moral del individuo, la responsabilidad social queda anulada y la ayuda no sirve para nada", dice.

Collazo aprendió la lección en el trato diario con los reclusos. Antes de que se pintara la primer celda, había ayudado a algunos presos en forma individual, en lugar de hacerlo más general.

Luego de esa primera etapa, Collazo detectó que en el módulo habían internos que eran constructores, carpinteros y sanitarios, entre otros oficios. Ahí comenzó a germinar la idea de transformar el Módulo 3 en el "proyecto M 3".

Antes de las obras, Collazo impulsó una transformación del lenguaje de los presos.

Ahora al Módulo 3 los reclusos le llaman "barrio", ellos se denominan "internos", las celdas se llaman "piezas".

En todas las celdas del módulo pegó afiches en colores donde citaba a reuniones abiertas para mejorar las condiciones de alojamiento del edificio. Los carteles cuentan con la frase "Un mundo mejor es posible" y señalan a los presos: "si tú no vas, no hay suplentes".

Luego de conocer las vicisitudes de los presos y de prender una mecha en la celda 12, Collazo comenzó a conocer las condiciones de trabajo de los guardias, la mayoría de ellos oriundos del norte del país. Están una semana de servicio en el Comcar por otra de franco junto con su familia.

"Me dije a mi mismo que no podía trabajar con una parte de la población que vive en esta pequeña ciudad que es el Comcar. Debía trabajar con el todo", explica.

A partir de ese momento, promovió obras de mejoras y ampliación en los alojamientos, comedor y baños de los guardias del Módulo 3.

Para Collazo, el problema del Comcar es antiguo. Una estructura que fue pensada para 1.200 reclusos, es obvio que se deteriorará si allí se alojan 3.000, señala. "El Comcar hasta tenía ascensor", recuerda.

Los últimos vestigios de los mismos son los pozos vacíos.

De cárcel modelo a centro crítico

Hace pocos días, el comcar cumplió 23 años. Fue inaugurado como sustitución del penal de puntas carretas, hoy transformado en un shopping.

En un primer momento, el Complejo Carcelario se transformó en una cárcel modelo. Contaba con 1.200 plazas y una población acorde. Los presos se alojaban en distintos módulos en función de su etapa de rehabilitación.

Hoy eso es historia. Actualmente en los módulos se mezclan rapiñeros con homicidas culposos en accidentes y ladrones con pequeños traficantes de pasta base.

Además, los 1.200 presos ya quedaron para la historia. En este momento, en el Comcar hay 3.000 presos, con lo cual el hacinamiento ronda el 250%, según el último informe entregado al Parlamento por el comisionado Álvaro Garcé. En este momento, el sistema cuenta con 8.500 presos en todo el país.

El ministro del Interior, Jorge Bruni, advirtió que, en comparación con el número de habitantes, se trata de la mayor tasa de recluidos de la región.

La mayoría de los reclusos tienen las 24 horas desocupadas, lo cual se suma a la superpoblación crónica. A esas condiciones de reclusión se le agrega una mala atención sanitaria -cunde la tuberculosis, el sida y la florunculosis- y deficiencias en las reparaciones dentales. Allí las piezas se extraen y no se realiza tratamiento de conductos.

Perfil

Nombre:

Enio Collazo

Nació:

Montevideo

Estado Civil:

Soltero

Edad:

75 años

Tres veces con Dios

Enio Collazo siempre estuvo vinculado a los negocios agropecuarios hasta que se jubiló. Se autodefine como un hombre que "descubrió tres veces a Dios". Es decir, posee una profunda convicción religiosa. También señala que es católico.

Luego de jubilarse, viajó a Europa a realizar cursos de gerenciamiento de recursos humanos enviado por varias instituciones. Casi por casualidad se acercó al Comcar. En octubre de 2008, un amigo religioso le pidió que concurriera a ver un preso, ya que no podía acudir a la visita. Collazo accedió al pedido y así ingresó al mundo existente tras las rejas del Comcar. "Apenas te ganás la confianza de los presos, ellos abren su corazón. Hay que ayudarlos", dice.

Dentro de la cárcel los presos lo respetan. "Nunca pregunto porqué fueron internados", relata.

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