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Garantías insuficientes

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ALEJANDRO NOGUEIRA

El flamante Frente Líber Seregni, que encolumna fuerzas tras la candidatura a la vicepresidencia de Danilo Astori, al igual que el propio ex ministro, se posicionan como los garantes del equilibrio de la fórmula de la coalición de izquierda. La imagen es que Astori es quien modera a José Mujica, lo atornilla al centro, y quien asegura que no habrá una radicalización hacia la izquierda de la política económica si el Frente vuelve a ganar.

En el Partido Nacional, en tanto, el candidato a la vicepresidencia Jorge Larrañaga, se posiciona como la "garantía" de un eventual gobierno blanco. ¿Garantía de qué? A estar por lo que fue la campaña en las internas de que Larrañaga era quien podía "mirar a los ojos" y no estaba como Lacalle en "la derecha", la garantía sugiere que Larrañaga será una suerte de comisario de honradez de una administración nacionalista. Sugiere que ésta no está garantizada por sí sola, seguramente por los antecedentes que involucraron a figuras herreristas del primer gobierno de Lacalle. También Larrañaga podría evitar, al parecer, anacrónicos rebrotes neoliberales y privatizadores.

Por si esto no alcanzara, el principal aliado del candidado presidencial blanco, Francisco Gallinal, se posiciona como quien asegura el "equilibrio" del nuevo gobierno, con su raigambre wilsonista y su relativa juventud. El mensaje es que a Lacalle lo "garantiza" Larrañaga y lo "equilibra" Gallinal, por lo que el presidenciable nacionalista no sería, según sus pares, ni suficientemente seguro ni totalmente equilibrado.

Naturalmente que los contrapesos que pregonan los astoristas o los grupos no herreristas son principalmente marketing político y desde ese punto pueden justificarse.

Pero nuestro sistema democrático representativo, de fuerte impronta presidencialista, emanado de la reforma constitucional de 1966, indican una realidad institucional que es solo una: el presidente es el presidente, es quien nombra o saca ministros, es quien tiene la última palabra en los entes y quien decide las líneas en economía, seguridad y política exterior. Bien lo ha recordado Lacalle y bien hay que tenerlo presente si hay un vuelco en el actual escenario de intención de voto ciudadano y el Frente Amplio recupera chances de ganar en primera vuelta con mayoría parlamentaria.

En el caso del Frente Amplio, además, unos dos tercios de la bancada parlamentaria -quizá algo menos- va a responder a Mujica y la conformación de un Poder Ejecutivo ya no será una pléyade de líderes sectoriales en los ministerios. El Frente Amplio ya es otro Frente Amplio, con un sector ampliamente mayoritario, uno de mediano peso y algunos satélites menores.

Figuras como Mujica y Lacalle, además, son líderes, mandan, y usualmente saben a dónde van. Saben negociar, pero también saben cuando no necesitan negociar.

Por tanto, las presuntas garantías de los sectores que los acompañan no son suficientes para frenar las eventuales viarazas de izquierda o de derecha que puedan acometer quien sea el próximo presidente uruguayo.

La única garantía real está en la solidez de sus respectivos liderazgos, en su sabiduría, y en los compromisos programáticos que efectivamente asuman, preferentemente escritos. Y en que, más allá de las preferencias de segundo piso de los votantes, sobrevenga un sistema político equilibrado, tanto por el resultado de las urnas como por los compromisos de gobernabilidad y políticas de Estado entre los partidos políticos.

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