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Guerrillas tienen a la cocaína como su millonario sostén

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PASTO, COLOMBIA | THE NEW YORK TIMES

A la par de los éxitos de Colombia en el combate a rebeldes de izquierda en este año, ciudades como Medellín han llevado a cabo notables recuperaciones. Y en los distritos de clase alta de Bogotá, la capital, casi es posible olvidar que el país sigue empantanado en una guerra sumamente compleja que ha ardido durante cuatro décadas.

Sin embargo, es una historia diferente en las montañas del departamento de Nariño. Aquí, y en otras partes de grandes tramos del campo, la violencia y el miedo siguen sin cesar, poniendo de relieve la dificultad de acabar con una guerra alimentada por el narcotráfico, el que está demostrando su inmunidad a los esfuerzos financiados por Estados Unidos para detenerlo.

El creciente cultivo de coca, desapariciones forzosas, asesinatos, el desplazamiento de familias y la colocación de minas terrestres persisten empecinadamente, los sellos distintivos de un conflicto en tierras remotas que amenaza con prolongarse por años, incluso sin lo que en otra época fueron espectaculares acciones de guerrilleros en las grandes ciudades de Colombia.

Para quienes son capturados en el fuego cruzado, las palabras sobre llegar a las etapas finales de la guerra, todo parece indicarlo, son decididamente prematuras, incluso dadas las muertes en este año de varios importantes líderes guerrilleros, la deserción de cientos de rebeldes cada mes y el rescate de preciados rehenes como la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt.

"Los grupos armados son como la malaria, evolucionando para resistir la erradicación y matando de manera eficiente``, dijo Antonio Navarro Wolf, el Gobernador de Nariño y ex guerrillero del extinto grupo M-19, en una entrevista. "En cualquier caso, Nariño demuestra que los guerrilleros pudieran haber perdido su oportunidad de alcanzar la victoria, mas no su capacidad de causar sufrimiento``.

Hoy día, una vertiginosa diversidad de grupos armados domina las tierras agrícolas de Nariño. Entre ellos están no solamente guerrilleros de izquierda de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, sino también milicias conservadoras operando bajo nombres como las Águilas Negras o Fuerzas de Autodefensa Campesina de Nariño. Su presencia refleja la simbólica naturaleza de los grupos armados y el narcotráfico, cada uno de los cuales extrae fuerza del otro.

En Nariño, flanqueada por el Océano Pacífico en el oeste y por Ecuador al sur, cultivadores de coca han evitado diestramente casi una década de esfuerzos de fumigación mediante la reorganización de granjas de tamaño industrial en parcelas más pequeñas, cuya localización y fumigación desde el aire es una tarea mucho más difícil. A estos lugares se les cobra un impuesto y reciben la protección de fuerzas de los varios flancos del conflicto.

La Organización de Naciones Unidas informó en junio que el cultivo de coca en Colombia registró un aumento de 27 por ciento en 2007, llegando a 99.000 hectáreas, lo cual marca el primer aumento considerable en cuatro años. Nariño registró el mayor incremento de cualquier departamento colombiano o distrito administrativo, un aumento de 30 por ciento, de 20.259 hectáreas.

La expansión ha permitido que Colombia se mantenga -y por mucho- como el mayor productor de coca en el mundo y como el proveedor de 90 por ciento de la cocaína consumida en Estados Unidos.

De manera similar, ha convertido el conflicto impulsado por las drogas en un resistente y adaptable virus en grandes bolsones del país, con aumentos de dos dígitos en el cultivo de coca en al menos otros tres departamentos: Putumayo, Meta y Antioquia. En Nariño, casi cada semana, funcionarios gubernamentales, dirigentes de la iglesia católica o trabajadores de ayuda humanitaria informan de acciones por parte de los rebeldes o grupos paramilitares.

En junio, cuatro profesores en remotas áreas de la provincia fueron muertos por una columna de las FARC que se hace llamar Mariscal Sucre, una de las tres unidades de las FARC que están activas en el área. Los rebeldes alegaron que los profesores, todos ellos asignados en fechas recientes a remotas escuelas por funcionarios de la iglesia católica, eran informantes del ejército. En abril, las FARC cortaron el suministro de electricidad de 300.000 residentes a lo largo de la Costa del Pacífico, con un ataque sobre una estación hidroeléctrica. Soldados colombianos también encontraron ocho depósitos de procesamiento de combustible -que contenían 77.000 barriles de petróleo- usado por los guerrilleros como combustible y para el procesamiento de coca en cocaína dentro de improvisados laboratorios.

En todo el país, las FARC siguen cobrando entre 200 y 300 millones de dólares anuales mediante la imposición de impuestos a agricultores y la coordinación de las redes de tráfico de cocaína, según la información de Bruce Bagley, especialista en la guerra andina en contra de las drogas, quien dicta cátedra en la Universidad de Miami.

Eso equivale a una reducción respecto de los 500 millones de dólares registrados previamente en esta década, dijo Bagley, pero aún es suficiente para financiar a las FARC tras recientes deserciones y muertes que han adelgazado sus filas, de aproximadamente 17.000 a 9.000 elementos.

De manera similar, si bien el porcentaje del tráfico de cocaína por parte de las FARC ha disminuido, la participación de Colombia en la producción mundial de cocaína se ha mantenido estable, en aproximadamente 60 por ciento. Esto significa que hay oportunidades para nuevos participantes, como el resurgimiento de milicias y pandillas armadas de menor tamaño, que tomarían el lugar de los cárteles desarticulados. "Unas cuantas batallas ganadas no equivalen a una guerra ganada``, destacó Bagley.

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