ANA PAIS
Brigitte Strass es el nombre que eligió Sebastián a los 17 años para salir de su dormitorio, por primera vez, vestido de mujer. En sólo un año y medio ya no puede ni quiere parar lo que es: un travesti y una diva.
Desde los 6 años, Sebastián fue de dos a tres veces por semana al psicólogo. Su madre lo había descubierto con un "noviecito de la infancia, besándonos", cuenta.
"Siempre me sentí diferente. Al principio le costaba pila a mis compañeros acostumbrarse a mi forma de ser, pero después me trataban como una chiquilina más. Incluso en el liceo no sufrí tanta discriminación, porque es diferente cuando estás tratando de ocultarlo y se te nota, que cuando sos liberal y lo mostrás".
Por falta de conciencia o por excesiva naturalidad, Sebastián empezó a decir por toda la escuela que estaba "embarazado" de un conocido futbolista. Maestra, director y catequistas se reunieron con sus padres para contarles que su hijo se rellenaba la túnica y simulaba contracciones.
-¿Qué hicieron tus padres?
-No sé, le habrán pagado más al psicólogo -responde con humor.
A los 12 años le reconoció que le gustaban los varones y dejó las sesiones.
"Andrógino". Jamás se confunde: cuando se trata de su pasado habla de sí en masculino y cuando se refiere al presente, usa el femenino. Pero el pasaje de "él" a "ella" es un proceso continuo de pequeños cambios que aún no terminaron. "Antes no me imaginaba como travesti, incluso cuando veía una y me causaba repulsión. Estamos acostumbrados a la típica imagen de travesti que su único futuro es `changar`. Y es una realidad, porque a muchas las agarraron pintándose los labios, les dieron palo y las tiraron a la calle", explica.
Brigitte ayuda a sus padres con la caja, en la panadería que tienen desde hace años. A diferencia de muchos otros, no la echaron al enterarse. Sólo le pidieron que se vistiera como varón delante de ellos y del resto de la familia, todos del interior. Eso incluye el trabajo.
"Es difícil para mí porque ya Sebastián casi ni existe en mi vida; Brigitte se lo comió. Esas ocho horas son como un uniforme de presidiario, un castigo. Ni siquiera yo me veo bien y es hasta más chocante para la gente ver un andrógino que alguien que simplemente es".
En esos momentos se ata el pelo teñido de rubio y se pone ondulines. La voz nunca deja de impostarla.
"Tuvieron una nena y no un varón, pero a mi madre le quedó la idea. Menos mal que tengo hermano, si no se habría sumado el peso de que el único les salió mal", bromea. Sus dos hermanas la aceptaron en seguida; el hombre "sabe pero no lo tiene confirmado", dice. Brigitte es el padrino de su hija.
Ser estrella. Suele vestirse de rosa, su color favorito. Para la entrevista lucía de ese color desde la remera de Hello Kitty hasta los championes, pasando por los accesorios y la vincha con lunares blancos.
"Hago mi vida como una chica común", repite. Pero las mujeres no suelen usar ropa rosada. Tampoco coleccionan Barbies a los 18 años ni se llaman Brigitte Strass.
A grandes rasgos, un hombre que se viste de mujer puede ser una travestida o una drag queen. Mientras una intenta pasar por alguien "normal", la otra es extravagante y exagerada. Brigitte reconoce que sus espectáculos la acercan a la segunda definición.
"Tenía que ser un nombre de diva y a mí Brigitte Bardot me encanta". Y aclara que "sonaba chocante, era como una piedra aunque fuera trucha".
Sus shows o performances, como ella prefiere llamarles, consisten en bailar una coreografía propia o imitada de un video clip. Hasta el momento interpretó a Britney Spears y Xuxa, sola o con bailarines.
Hace menos de un mes viajó a Buenos Aires con todo pago para cerrar la fiesta "Divas & Divos" de la famosa discoteca Niceto. Las canciones infantiles de la brasileña fueron un éxito en el evento denominado genéricamente "GLS", por "gays, lesbianas y simpatizantes".
Después de Dani Umpi, Petru Valensky y la dj Paola Dalto, Brigitte participará el 1° de noviembre en el ciclo "La Taberna de Dulce Polly" de Chueca MVD, un espacio cultural "gay friendly". Luego de una entrevista en el escenario, interpretará a Britney otra vez. "Como soy la más chica del grupo, me han puesto ese mote de inocente. Pero cuando crezca ya no va a ser así", explica.
Dentro de unos años piensa seguir bailando, tener una banda de electro pop o quizás actuar. Muchos la han confundido con Abigail Pereira y eso le divierte. "Vivo tras la sombra de Abigail. No me quejo, capaz que algún día me sirve para entrar a Ideas del Sur", dice y se ríe.
"Antes pensaba que todo esto iba a ser re feo, pero la verdad es que mi mundo era más oscuro y horrible cuando era Sebastián". Hoy brilla orgullosa.
Discriminación: de la chica Bond hasta la Tinelli
James Bond es un símbolo de la masculinidad. Siempre rodeado de hermosas mujeres, el agente 007 es famoso por conquistarlas con su elegancia y virilidad. Pero hubo una chica Bond que puso en riesgo esa larga tradición: Caroline "Tula" Cossey.
En Sólo para sus ojos (1981), la duodécima película de la saga y la quinta protagonizada por Roger Moore, Caroline actuó como extra. Sus ojos rasgados, facciones delicadas y figura esbelta, ni siquiera su fuerte mentón, levantaron la sospecha de que la joven modelo inglesa era un transexual.
Nació en 1954 como Barry Kenneth Cossey. Tenía el síndrome de Klinefelter, en su variante XXXY, muy poco frecuente. A los 17 años comenzó un tratamiento hormonal y tres años más tarde terminó la sucesión de operaciones para el cambio de sexo.
La fama no tardó en llegar. Comenzó a modelar y se convirtió en la cara de diversas publicidades. En 1981 salió seleccionada en el casting para la nueva película de James Bond.
Poco tiempo después un periódico reveló su sexualidad, lo cual implicó el fin de su carrera. Su belleza poco parecía importar entonces. Un hombre no tenía lugar en el mundo del modelaje.
En Uruguay sucede lo inverso. Abigail Pereira, famosa tras su participación en el programa argentino Bailando por un sueño, fue discriminada cuando sólo era Maximiliano.
Restaurantes, boliches y discotecas se reservaban el derecho de admisión, y hasta tuvo dificultades para ejercer como enfermera, contó Brigitte Strass.
Ella piensa que Abigail es un buen ejemplo para los travestis uruguayos y la gente en general. Hoy hasta le pagan por ir a aquellos lugares. "La gente es cholula, le tenés que llenar de luces todo", opina.
A Brigitte, varios boliches "comunes" le negaron el ingreso. Pero también le sucedió en uno gay. En Espejismos, que cerró, dejaban entrar una travesti por vez: si había una haciendo un espectáculo, otras no podían ingresar. "Era un boliche gay con discriminación hacia las travestis", cuenta.