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El peor tipo de control

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PABLO DA SILVEIRA

Los uruguayos hemos asistido en los últimos días al conflicto entre el presidente del Codicen, Luis Yarzábal, y los estudiantes de algunos Centros de Formación Docente del interior. En general, la atención estuvo centrada en la ruidosa protesta de los estudiantes y en los reproches que hizo el jerarca tras haberse retirado sin haber podido hablar. Pero lo esencial está en otra parte.

Los Centros Regionales de Profesores (más conocidos como CERP), fueron una creación de la llamada "reforma Rama". De hecho, son uno de sus componentes más interesantes y novedosos. Mientras la orientación general de aquella reforma fue centralista y homogeinizadora, la creación de los CERP significó un paso en la dirección contraria: esos centros no fueron concebidos como pequeñas duplicaciones del IPA, sino como institutos en los que se aplicaban planes de estudio diferentes de los que regían en Montevideo, con cargas horarias, modalidades de trabajo y calendarios académicos también disímiles. Por primera vez en décadas, en el sistema estatal de formación docente aparecía algo parecido a la diversidad.

La noticia era buena, porque nuestro sistema de formación docente está enfermo de homogeneidad. Los centros de formación magisterial (que tienen la llave para el acceso a cualquier puesto en una escuela primaria), aplican los mismos planes de estudio en todo el país. El IPA tiene un monopolio casi absoluto de la formación de profesores para secundaria (sólo muy recientemente ha aparecido algún intento, todavía incipiente, en el sector privado).

El resultado de esta uniformidad impuesta desde el Estado es asombrosa: pese a que Uruguay tiene altas tasas de escolaridad desde hace décadas, y pese a que tiene tasas de profesionalización docente comparativamente elevadas (en el caso de primaria, la tasa de docentes titulados es del 100 por ciento), casi no existe debate pedagógico. No hay revistas que analicen y confronten diferentes maneras de abordar el trabajo en el aula. No hay competencia entre tradiciones pedagógicas rivales. No hay corrientes de opinión que dividan a los docentes respecto de cuestiones didácticas.

Todo esto existe en países con menores tasas de escolaridad y con menores niveles de profesionalización docente. Pero en Uruguay no. Parecería que hay una sola manera de hacer las cosas. Parecería que no hay preguntas que hacerse (ni respuestas rivales), sobre las mejores maneras de lograr que los alumnos aprendan. Las modas pedagógicas se incorporan o se rechazan en bloque, casi sin que exista debate.

Si algo se le podía reprochar a los CERP creados por la "reforma Rama" es que no introducían suficiente diversidad. Su estilo de funcionamiento y las orientaciones de la enseñanza que impartían eran variaciones modestas de lo que ya existía. Pero el Codicen de Yarzábal quiere eliminar aun ese mínimo atisbo de diversidad. El objetivo es imponer un sistema unificado de formación docente que brinde exactamente la misma preparación a todos los futuros profesores. El viejo odio jacobino hacia la diversidad vuelve a campear a gusto. Como si los especialistas no hubieran verificado mil veces que los buenos resultados educativos aparecen allí donde hay espacio para la experimentación y la diversidad.

Y como si el IPA estuviera haciendo tan bien las cosas que mereciera ser tomado como modelo.

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