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¿Se está muriendo Twitter o es todo un truco de Musk para que sigamos hablando de él?

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Elon Musk, Twitter
ESTEFANIA_LEAL

REDES

¿Se está muriendo Twitter? ¿Cómo se muere una red social? ¿Qué aspecto tiene una red social cuando agoniza?

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La pregunta, esa que aparece en el título, nos la venimos haciendo desde hace semanas la mayoría de quienes usamos regularmente Twitter y la mayoría de los medios y periodistas especializados del mundo. ¿Se está muriendo Twitter? ¿Cómo se muere una red social? ¿Qué aspecto tiene una red social cuando agoniza?

En la noche del 17 de noviembre cientos de cuentas anónimas, periodistas especializados y medios de todo el mundo aseguraron que Twitter había perdido tantos empleados que probablemente ya no tenía lo
s perfiles necesarios para mantener en funcionamiento sus servicios más vitales.

En una más de las paradojas que ha traído la llegada de Elon Musk a Twitter, dos periodistas especializados en cultura de Internet, Katie Notopoulos y Ryan Broderick, organizaron un Space en Twitter para hablar sobre la desaparición del servicio. Casi como un velorio o los instantes anteriores al hundimiento del Titanic.

Hasta ayer cuando le envié estas líneas a la editora de la sección donde se publican, Twitter aún no se había detenido y seguía siendo territorio de más especulaciones que realidades si algún día lo haría. Aún así, los cambios llevados adelante en las últimas semanas por Musk, tanto estructurales (como despedir a miles de empleados o amenazarlos con un ultimátum) como culturales (romper el sistema de verificación, reincorporar usuarios prohibidos y hacer una “encuesta” desde su cuenta personal para decidir reincorporar al expresidente Donald Trump), han contribuido a la sensación de que algo ha cambiado en esa red y es difícil pensar en que sea posible volver atrás.

La desaparición eventual de Twitter nos parece poco importante. Pero para millones de personas esa red se ha transformado en un punto de contacto para debatir ideas, formarse opiniones y encontrar expertos en los más diversos temas. Incluso únicamente en términos de su contenido, la pérdida de Twitter como archivo es abrumadora.

El sitio que originalmente dio vida a la red que ahora conocemos fue fundado en 2006. Dentro de ella hay 16 años de 200 millones de usuarios produciendo tweets, hashtags, gifs, memes, videos, arte, historias, mensajes directos, chats grupales, hilos, debates, subtuits, citas-tuits. Eso sin considerar las innumerables conexiones humanas hechas, las redes profesionales cultivadas, los momentos de alegría, humor y tragedia experimentados colectivamente; de la vida, narrada en tiempo real, durante años, como nos pasó a cada uno de nosotros. Para ejemplo, pensemos en cómo sería un Mundial de fútbol sin ese sofá colectivo al que vamos a mirar los partidos en grupo, reírnos, llorar, quejarnos, burlarnos y crear memes con millones de personas de cientos de países diferentes.

Y aunque es importante que la autora de estas líneas confiese que Twitter siempre fue su red social favorita, debemos reconocer que pese a su mala fama sigue siendo la más parecida a una plaza pública y la única lo suficientemente abierta para permitir el trabajo de investigadores de todo el mundo. Esta es la plataforma que dio origen al hashtag, con todos sus usos infinitos y, a menudo, sorprendentes. Ha ayudado al surgimiento de innumerables movimientos sociales, desde la resistencia #PrimaveraArabe hasta #BlackLivesMatter y #MeToo. No todos han sido buenos pero todos, sin lugar a dudas, han importado. Twitter, con su mezcla de celebridades, profesionales verificados, políticos, periodistas, trolls, bots, extremistas y todo lo demás, nos dio fanáticos del K-pop que aplastaron a los racistas con sus propios hashtags. Su transparencia y capacidad de trabajo en red le dieron a comunidades sin voz gran presencia pública. Nos dio el chiste de los canguros y las vacas uruguayas, debates sobre leyes y decretos, anuncios de caídas de ministros un domingo de tarde y mucho, mucho, más.

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