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Una tarde en el Jardín Botánico: árboles del mundo y el lugar más otoñal de la ciudad

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Una mujer camina en el Jardín Botánico de Montevideo

MONTEVIDEO 

Ubicado en el Prado, tiene cerca de 1.500 especies de todos los continentes. Cuenta, además, con un invernadero y un museo. Anualmente lo visitan 300 mil personas.

Las hojas del Ciprés Calvo tienen la forma de una pluma: delicadas, suaves, frágiles. No son ni marrones ni anaranjadas pero tienen algo de marrón y algo de anaranjado. Las ramas del Ciprés Calvo son tan largas que algunas se doblan, caen hacia los costados como si estuviesen rendidas, llegan a tocar el suelo. El tronco del Ciprés Calvo es robusto sobre la tierra y se afina hacia arriba, tiene unas raíces que se asoman en la superficie para ayudarlo a respirar.

En elJardín Botánico de Montevideo, cerca de la entrada que da a la Avenida Atilio Pelosi hay una galería de cipreses originarios del Sudeste de América del Norte. Se acomodan simétricos, uno al lado de los otros, enfrentados. Sus copas se unen, se mezclan, se hacen una y forman una especie de túnel por el que hoy, en la tarde del último jueves de mayo, el sol se asoma apenas como un reflejo.

Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé

Quizás este lugar -esta galería de árboles anaranjados y de hojas marrones que se cayeron hasta apropiarse de todo el paisaje- contenga todo el otoño de la ciudad.

O quizás haya que decir esto: que el Jardín Botánico tiene más otoño que ningún otro espacio de Montevideo. Y que alcanza con ir, caminarlo y detenerse y volver a caminar, sentarse, observarlo, escucharlo y respirar: todo allí, en estos días, es una mezcla de colores y de sensaciones que se parecen a la nostalgia, a la calma, a la melancolía.

El Jardín Botánico tiene un aroma verde, que es un poco la forma en la que huele el aire. Allí, en ese espacio de seis hectáreas, la ciudad no se escucha.

Este parque, que fue creado en 1902 y diseñado por el arquitecto y paisajista Carlos Racine, es, quizás, uno de los mayores espacios verdes Montevideo.

Un grupo escucha a una guía en el Jardín Botánico
Un grupo escucha a una guía en el Jardín Botánico. Foto: L. Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé

“Este es un lugar que fue pensado y estructurado como jardín botánico y eso es lo más interesante. En distintos lugares del mundo los jardines botánicos en general son adaptaciones de otros espacios o vienen de viejas estructuras monárquicas”, dice Baltasar Brum, arquitecto y director de Artes y Ciencias de la Intendencia de Montevideo, de quien depende todo el sistema de parques de la ciudad.

“Es un proyecto que está dividido de Norte a Sur por la línea ecuatorial y que cuenta con casi 1.500 especies de árboles. Hay un muestrario adaptado de muchas partes del mundo. Hay una parte de los árboles que tienen que ver con el Uruguay, pero hay otros que se han traído especialmente de distintas zonas y han sido plantados con el fin de que también funcione como un observatorio. Por ejemplo, en el invernáculo hay hasta plantas de café”.

Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé

Recorrerlo completo lleva, quizás, una tarde. O un día entero.

Las visitas

Si se entra al Botánico por la calle 19 de abril, lo que se ve es, más o menos, esto: dos hileras enfrentadas de bancos que son bancos cualquiera —verdes, de madera— pero que están prolijos, arreglados. Alrededor hay árboles que están perdiendo las hojas, un pasto verde y cuidado, unos faroles negros y, en el centro, un camino de asfalto que conduce hacia el museo.

Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé
Otoño en el Jardín Botánico. Foto: Leonardo Mainé

Se trata de un edificio de paredes grises por el que trepa una enredadera de flores en el que, en este momento, hay una exposición de trabajos del taller Torres García.

Desde allí, si se continúa caminando, a la izquierda está el invernáculo: una cápsula transparente en la que se cultivan distintas especies de plantas exóticas que no crecen naturalmente en el país debido a las condiciones climáticas.

Si se sigue el recorrido se llega a una fuente rodeada por unos arbustos de color verde eléctrico. Hoy, que es jueves a las cuatro de la tarde y hace frío, pero el sol es intenso, un niño y un hombre mayor están parados tomados de la mano delante de la fuente. Al lado del niño hay una bicicleta pequeña de madera. Por varios minutos no hacen ni dicen nada y se quedan ahí, mirando el agua que cae de ese artefacto gris como si no tuvieran ningún apuro, ninguna intención.

Fuente del Jardín Botánico.
Fuente del Jardín Botánico. Foto: L. Mainé

Esa fuente es el centro de todo el parque. Desde allí salen caminos en todas las direcciones con árboles que vienen de todos los continentes: hay especies de América del Sur y Europa y de Asia y de Eurasia y de África. Entre ellos hay árboles que tienen 100 años.

A pesar de ser un día en medio de la semana, en el Jardín Botánico hoy hay una mujer que corre, vestida completamente de negro, escuchando música. Hay un grupo de señoras que escuchan a una guía que les habla de la fuente y de los arbustos. Hay dos mujeres sentadas al sol tomando mate. Hay dos hombres, gorro y bufanda, campearas abrigadas, que caminan en silencio. Hay una mujer rubia que se para debajo de uno de los árboles, saca el celular de un bolsillo, apunta hacia abajo y le saca fotos a las hojas que están en el suelo. Hay un hombre con una guitarra y una mujer con un bombo sentados sobre un trozo de tela. Ella mira hacia adelante y él hacia abajo. Cantan bajito, como si estuviesen susurrando, como si quisieran evitar que algo se rompiera.

“Aquí pasa de todo: hacemos ferias, exposiciones, hay un circuito para correr, la gente viene a sentarse en el pasto. Si bien tiene una estructura de casi 100 años, el jardín se ha ido adecuando a lo que es el uso moderno, a lo que significa este gran pulmón en el medio de la ciudad”, dice Brum.

“Si bien antes de la pandemia recibíamos público, durante y después ha habido un aluvión de gente impresionante. Las personas necesitan estos espacios”.

Por año visitan el Botánico alrededor de 300 mil personas.

Es un buen día. El cielo está celeste y limpio. El sol sigue entibiando aún sobre las cinco de la tarde. Si una se sienta en un banco en el medio del parque y mira alrededor quizás sienta esto: que este parque carga con todo el otoño del mundo.

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