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Cómo estar preparado ante un ACV, la primera causa de muerte de los uruguayos

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Roberto Crosa. Foto: El País

CALIDAD DE VIDA

Roberto Crosa, neurocirujano endovascular y pionero en Uruguay en la práctica de trombectomía mecánica brinda pistas sobre cómo actuar y cómo reconocer las señales. Mirá el video.

Cada minuto que pasa luego de haberse producido un accidente cerebrovascular (ACV) de origen isquémico implica la muerte de, al menos, dos millones de neuronas. “El tiempo es realmente oro”, afirmó Roberto Crosa, neurocirujano endovascular y pionero en Uruguay en la práctica de trombectomía mecánica, en entrevista en el ciclo Calidad de Vida en El País.

Luego de un ACV, ya sea hemorrágico o isquémico, el paciente debe ser atendido en el menor tiempo posible, puesto que hay un arsenal terapéutico que tiene una ventana de oportunidad muy reducida. Por ejemplo, la administración de un fármaco trombolítico debe realizarse en las siguientes cuatro horas y media del episodio y la trombectomía mecánica debe ejecutarse en las siguientes seis horas.

“Tras una centena de casos encontramos que el 75% de los pacientes no había reconocido los síntomas. Muchos de ellos se acostaron a dormir porque sintieron que se les durmió una parte del cuerpo”, advirtió el médico. Y añadió: “Hay una gran parte de los pacientes que sufren el ACV en su casa y no activan ninguna alarma. Al no hacerlo pierden la posibilidad de ser tratados”.

Los ACV son la primera causa de muerte de los uruguayos y de discapacidad, lejos de cualquier otra patología, incluso cardiovascular, cáncer, afecciones respiratorias y siniestros de tránsito. Por día, mueren siete uruguayos.

A pesar de tratarse de un grave problema de salud pública, Crosa recordó que no se cuenta con un protocolo de atención ni con un centro de referencia nacional ni con una campaña de educación de la población.

“Vamos corriendo la liebre de muy lejos. Los sistemas de salud no educan”, dijo en referencia a la falta de enseñanza de cómo prevenir un ACV y cómo identificar los síntomas.

¿Y cuándo ocurren? Los ACV son una interrupción brusca de las funciones del cerebro. Pueden ser de dos tipos: hemorrágicos, que ocurren cuando un vaso sanguíneo se rompe y sangra dentro del cerebro; o isquémicos, que suceden cuando un vaso sanguíneo que irriga sangre al cerebro resulta bloqueado por un coágulo de sangre.

Lo último tiene dos causas: un coágulo tapa una arteria que ya está muy estrecha (accidente cerebrovascular trombótico) o un coágulo se desprende de otro lugar y se traslada al cerebro (accidente cerebrovascular embólico). El 80% de los casos corresponde a ACV isquémicos.

“El tiempo es el gran problema que tienen todos aquellos que implementan acciones contra el ACV. Cuando a una persona se le tapa una arteria, todo el sistema debe actuar rápido para intentar destaparla para que vuelva a nutrir esa parte del cerebro. Cuanto más grande es la arteria, hay más riesgo del punto de vista del pronóstico vital en cuanto a la morbilidad y las secuelas porque se afecta mucho más territorio cerebral”, señaló en Calidad de Vida.

Otra afección similar a un ACV es el ataque isquémico transitorio que, a veces, se le llama “mini derrame”. Sucede cuando la irrigación sanguínea al cerebro es bloqueada por poco tiempo. Si bien el daño a las células cerebrales no es permanente, lo coloca en mayor riesgo de sufrir un ACV.

En 2020, Crosa y otros expertos presentaron el Protocolo Nacional de ACV a las autoridades sanitarias y parlamentarias.

Atención

 Los factores de riesgo del ACV son “primos hermanos” de los factores que inciden en las enfermedades cardiovasculares: la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, la obesidad y el sedentarismo. “Todo esto ayudaría a ser más proclives a tener un ACV”, apuntó Crosa.

La excepción son los casos de ACV isquémicos de tipo traumático, más frecuentes en jóvenes, por ejemplo, como consecuencia de una disección de arteria por un traumatismo externo (un siniestro de tránsito).

Respecto a los síntomas, el médico indicó que hay que estar alertas si ocurre una pérdida brusca de movilidad o de una parte del cuerpo, pérdida brusca de la visión de un ojo y alteración del habla o al caminar.

Si el paciente experimenta esto, “debe ser conducido” con rapidez a un sistema de salud.

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