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¿Qué es el hambre emocional y cómo evitarla?

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Hambre emocional. Foto: Archivo

ALIMENTACIÓN

Cuando la comida se transforma en un vehículo para resolver un conflicto no resuelto muchas veces requiere de la ayuda de un profesional.

El aburrimiento, los nervios, la tristeza o el enojo a veces hacen correr a muchos a la cocina o al supermercado en busca de comida como un consuelo o silenciador de eso que está pasando y se quiere evitar. Es lo que se denomina hambre emocional, que puede ser normal si es algo que sucede en casos puntuales o puede transformarse en un trastorno serio si se convierte en un hábito.

El hambre emocional “es un tipo de ansiedad que nos hace comer, no porque tengamos hambre sino por problemas o situaciones personales que no sabemos canalizar o gestionar. La comida termina siendo un vehículo para gestionar las emociones”, explicó a El País la licenciada en Psicología Julia Alderette.

Si la conducta compulsiva de comer por dejarse llevar por las emociones se sostiene en el tiempo hay varias consecuencias posibles: sobrepeso, obesidad, posibilidad también de sufrir trastornos alimenticios como trastorno por atracón y bulimia, entre otros. Hay que tener en cuenta, además, que en la mayoría de los casos, los alimentos preferidos de estas emociones no suelen ser justamente saludables: siempre se eligen opciones cargadas de azúcar, harina, preparaciones fritas o gaseosas.

¿Por qué motivos surge el hambre emocional?

Alderette, que trabaja como terapeuta en la Asociación de lucha contra Bulimia y Anorexia (Aluba) en Uruguay, dijo que es importante distinguir entre el hambre emocional y el real: el primero aparece de repente mientras que el otro lo hace de forma paulatina. Otra de las diferencias que se observan, detalló, es que “cuando hay hambre real luego de comer uno se siente bien, satisfecho; pero cuando el hambre es emocional luego de comer aparece culpa, vergüenza e insatisfacción”.

La psicóloga sostuvo que algunos posibles desencadenantes que llevan a que una persona coma de forma impulsiva y sin tener en cuenta las consecuencias pueden ser: soledad, tristeza, baja autoestima, inseguridades, aburrimiento, enojo, estrés, diferentes vivencias traumáticas, entre otros. También puede ocurrir que la persona asocie estados, emociones, vivencias confortables y placenteras con la comida.

Hay que estar alerta cuando el hecho de refugiarse en la comida pasa a convertirse en un hábito y en una conducta que se vuelve incontrolable: “En ese momento se comienza a depender totalmente de la comida para satisfacer las necesidades emocionales. La comida puede convertirse en un alivio temporal, momentáneo a un problema, sentimiento, emoción o vivencia mucho más profundo”.

La psicóloga Margarita Ungo agregó que una de las consecuencias que trae el hambre emocional es que “cuando sistemáticamente usamos la comida u otra cosa para evitar sentir algo, vamos teniendo cada vez menos recursos para afrontar lo que de verdad nos está pasando, que puede ser que sea sentirnos solos, tristes, enojados. Entonces tapamos eso con la comida y nos volvemos menos hábiles para conectar con lo que de verdad nos está pasando”.

Ungo sostuvo que, de esta manera, “nos volvemos menos capaces de ser resilientes frente a las adversidades de la vida. No entendemos bien lo que sentimos, no desarrollamos esa capacidad de autocontenernos de un modo virtuoso”.

"Mindful eating": cómo comer consciente.

Ungo, directora del Proyecto Mindfulness en Uruguay, dijo que en todo el mundo se aplican técnicas del Mindfulness para complementar tratamientos en trastornos de la alimentación. Explicó que se trata de una serie de prácticas que ayudan a aumentar la capacidad de ser consciente sobre determinadas situaciones cotidianas.

El mindful eating, en tanto, enseña cómo disfrutar la comida de forma consciente y sin remordimientos.

La profesional destacó que si el comer emocional es problemático y se convirtió en un hábito, hay que consultar con un profesional. Pero ante esa hambre emocional que puede considerarse “normal”, hay ciertos consejos que sirven para el control. En el programa de mindful eating hay diferentes prácticas, como por ejemplo: tomarse un tiempo antes de comer, chequear cómo se siente uno y agradecer por el alimento.

“Se pueden hacer unas respiraciones conscientes, observar cuál es el hambre que está presente, por qué tenemos ganas de comer, todo eso nos permite llevar más consciencia”, agregó.

10 beneficios de comer manzana

Ungo añadió que “para conectar con las sensaciones de saciedad precisamos comer lento”, por lo que es bueno, por ejemplo, bajar los cubiertos luego de cada bocado. “Debemos estar muy presentes en la boca, masticar más de lo que solemos masticar, entonces vamos a hacer una comida más prolongada y damos más tiempo de que lleguen las señales del cerebro de saciedad”.

El comer emocional tiene que ver con la desconexión emocional que se pueda tener como seres sociales. “Nuestros cerebros están adaptados a estar en conexión con otros cerebros y eso nos nutre. A veces comemos solos o estamos enojados con el otro y no disfrutamos de esa conexión”.
Concluyó que siempre podemos disfrutar cuando nos alimentamos de un sentido más trascendente de la conexión: al comer una simple manzana podemos tomarnos tiempo para observar su belleza, aroma, textura, pensar de dónde vino, por todas las manos que tuvo que pasar, la naturaleza, el que plantó, el que cuidó, el que la llevo al supermercado”.

Mientras comemos, en lugar de estar distraídos haciendo otras cosas tenemos que estar ahí, haciendo una sola cosa a la vez”, sostuvo.

Recomendaciones.

En caso de padecer hambre emocional y si esta se convierte en un hábito, hay que acudir a un profesional. Un psicólogo es el más indicado para ayudar a que la persona pueda comenzar a trabajar en sus emociones, a canalizarlas de una forma saludable a través de la palabra.

Un nutricionista puede ser necesario para reordenar la calidad de las comidas, explicó Alderette.

La profesional detalló que hay ciertas pautas que pueden ayudar a quienes comen impulsivamente:

-Mantener cierto menú diario de comidas ayuda a controlar esos ataques de hambre.

-Incluir alimentos saciantes, como por ejemplo frutas y verduras.

-Hacer deporte: la actividad física ayuda a reducir la ansiedad.

-Realizar técnicas de relajación y respiración. Es probable que luego no se coma tan compulsivamente.

-No dejarse llevar por el “me apetece”. Se necesita distinguir entre la necesidad fisiológica de comer y el comer de forma compulsiva canalizando así diversas emociones.

El ejercicio calma la ansiedad. Foto: Archivo El País
Foto: Archivo

Aluba Uruguay brinda atención para abordar el hambre emocional y los diferentes trastornos en los que se ve afectado el vínculo con la comida y el cuerpo.

El 30 de noviembre es el Día Internacional de Lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria y llaman a usar un lazo azul, para visibilizar la importancia de la prevención y detección de este tipo de alteraciones alimentarias. Aluba está en Jaime Zudáñez 2508 (Montevideo) y su teléfono es 27169425.

HAMBRE EMOCIONAL

El problema: cuando se vuelva algo habitual

La psicóloga Margarita Ungo explicó que “en general, el comer emocional es considerado normal porque es algo esporádico. Las personas no lo usan sistemáticamente como una forma de regular sus emociones. Hay momentos en que se nos disparan las ganas de comer por razones emocionales y eso es normal. Pero hay que saber que también está el comer emocional problemático, que es cuando se usa la comida muy frecuentemente con una intención de querer evitar sentir lo que estamos sintiendo”, detalló.

Entonces es común que una persona coma porque se sienta sola, porque está triste, irritada, ansiosa. El problema está cuando “eso se va convirtiendo en un hábito que desencadena sus propios mecanismos de perpetuación. Entonces ahí sí hay un problema”.

La profesional agregó que el hambre emocional nos lleva a comer cosas fuera de hora, a consumir productos que no elegimos de un modo racional y que no hacen bien a nuestra salud, comemos de más y hasta podemos tener atracones.

Según la psicóloga, que es directora del Proyecto Mindfulness en Uruguay, es básico tomarse un tiempo para el momento de comer: no es bueno hacerlo mirando la televisión, prestando atención al teléfono celular, mientras seguimos trabajando, o comer muy rápido: “Todas esas cosas llevan a que perdamos la capacidad de autorregulación, entonces ya no podemos captar las señales del cuerpo que nos dicen que estamos lo suficientemente satisfechos. Seguimos comiendo sin atender esas señales y por supuesto sin atender a las señales más reales de nuestro ser de por qué estamos comiendo realmente”.

Por eso debemos ser más conscientes en el momento de consumir alimentos: “Hay que aprender a hacerlo atento y no como si estuviéramos en piloto automático. Hay que saborear, porque muchas veces en ese comer apurado no saboreamos la comida. Cuando invitamos con nuestra atención a todo nuestro ser a estar presente en el acto de comer podemos dar satisfacción a todos nuestros sentidos, a todas los tipos de hambre”, sostuvo.

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